Anunciación.- En la versión doblada del documental realizado por JamieRoberts, director de The Jihadist Next Door, y difundida por una cadena de la televisión española, además de poder ver en nítido Tecnicolor a uno de los responsables de los ataques terroristas más recientemente perpetrados en Londres -el inefablemente ahora famoso Khuram Butt-, se puede observar como en película de terror, algo acaso más escalofriante por el potencial fatídico y universal que comunica sin ambages al televidente.
La yihad, ya tergiversada, desprovista de su significado claramente expresado por la Real Academia Española como “la guerra santa de los musulmanes”, ya reconvertida al lugar común, pero sin liberarse de su macabro, siniestro y aberrante sentido exterminador, y que se ha convertido en realidad en un símbolo de nuestra incapacidad de relacionarnos y de convivir en esta sociedad post moderna a la que ubicamos pretenciosamente como la era de la información.
En el documental de Roberts claramente usted puede ver a otros musulmanes acusando a los radicales objeto del estudio, de ser eso, revoltosos, sembradores del odio, reclutadores de jóvenes, provocadores del caos, de la sangre regada con un discurso dogmático y fundamentalista, falsamente vinculado a lo divino en una farsa muy similar a la de cualquier otra guerra santa, politeísta o monoteísta, experimentada en los últimos mil o dos mil años.
La moneda de cambio de la desesperación, la desolación y la gilipollez. La nueva forma de justificar al imbécil que decide hacer prevalecer su voluntad, manifestar su punto de controversia con la comunidad, desgraciar a todo lo que no parece afín a sus caprichos e injustificados alegatos de sus derechos inexistentes a excluir a los demás del derecho de vivir o de transitar libremente como terrícolas sin miedo de ser aniquilados.
Disfrazado de políticamente subversivo, y hasta progress. Engatusado en un discurso enredado y cobardemente explicado en falsas injusticias sufridas o por sufrir, en un abuso de la prepotencia que anuncia la generosa liberación del yugo democrático, del conservadurismo de aquellos que deciden vivir en comunidad, por un supuesto paraíso terrenal solamente existente en su retorcida retórica.
Esa misma yihad malsana que pretende justificar en el laico, o el cristiano, o quién diablos sea, la locura de abrir fuego contra inocentes en París, en México, en Alexandria, en Somalia, Australia o Ghana.
Que les da el impulso infernal para dar marcha a una camioneta o un camión contra una multitud; que les da, también, su cobarde acción de reclutar a otros para que se inmolen por una salvación inexistente, ante una amenaza inexistente, cegando la vida y los sueños de miles cada año cuya infidelidad es no convertirse en carne de cañón de sus propósitos y despreciar su fanatismo asesino y vacío de cualquier sentido humano, deje usted el divino.
El terror que está aquí solo por estar, solo por gozar ver la desgracia de los demás a manos de alguien acaso realmente desgraciado, que por venganza a su propio fracaso, su revancha existencial o manipulado en el abandono que promueve la sociedad individualista moderna, se cree que reventarse las tripas a balazos con la policía o explotando a manera de bomba humana, va a poder aliviar su miseria sobre los restos mortales de una sociedad aterrada por vivir.
Por Alfonso Villalva Peniche
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