TOMAS MORO, UN HOMBRE VALIENTE Y COHERENTE A CARTA CABAL
El pasado 22 de junio, se celebró la fiesta de Tomás Moro. Nació en Londres (Inglaterra) el 7 de febrero de 1478. Realizó sus estudios de Filosofía y Literatura en la Universidad de Oxford. Y de Derecho en New Inn.
En 1496 comenzó a ejercer la abogacía ante los Tribunales. En 1504 fue elegido miembro del Parlamento y ocupó diversos cargos públicos, logrando un gran prestigio por sus conocimientos de Leyes y por su honradez.
Aunque su vida profesional fue intensa, siempre encontró tiempo para dedicarlo a la familia. Escribía ensayos, poesías, y dominaba varios idiomas. Amaba las reuniones familiares, los paseos por el campo y solía remar por el río Támesis.
Entabló amistad con otro sobresaliente intelectual, Erasmo de Róterdam y John Skelton, dos importantes precursores del Renacimiento.
Su obra más notable fue “La Utopía” en la que plantea la posibilidad de crear un Estado justo en el que todos los habitantes alcanzan la felicidad, por la organización del Estado y plantea las bases para gobernar mejor y honestamente. Esta trascendente publicación tuvo repercusión en muchos otros pensadores. En México, por ejemplo, con Don Vasco de Quiroga.
En 1515, el Rey Enrique VIII -reconociendo su valía intelectual- lo nombró Embajador en los Países Bajos. En 1523 fue nombrado portavoz de la Cámara de los Comunes y en 1529 fue nombrado Canciller de Inglaterra. Pero el conflicto en el Rey comenzó cuando despreció a su legítima esposa, Catalina de Aragón y prefirió unirse con Ana Bolena.
Enrique VIII solicitó autorización al Papa Clemente VII para que le diera la anulación de su matrimonio. Pero el Romano Pontífice denegó su petición. Entonces decidió fundar su “propia iglesia”, el anglicanismo, cuya cabeza era este mismo Rey.
Acto seguido exigió a todos sus vasallos que apostataran del catolicismo y se incorporaran al anglicanismo.
Como era de esperarse, Tomás Moro se negó rotundamente a abandonar su Religión, ni siquiera asistió a la ceremonia de unión matrimonial entre el Rey y Ana Bolena, a pesar de que el Soberano se lo había pedido expresamente.
Con anterioridad, Enrique VIII le envió a un emisario suyo para que tan sólo estuviera presente. A lo que inmediatamente contestó:
“-No asistiré porque a mí me conocen todos y con mi sola presencia -aunque sea silenciosa- parecería que implícitamente estoy aprobando esa desafortunada unión”.
Dicho esto, Enrique VIII encolerizó con esta conducta de Tomás Moro y lo mandó encerrar en la Torre de Londres.
Pero, Tomas Moro, encarcelado no se arredró. Todo lo contrario, mantuvo la calma, la serenidad, la paz, la alegría y el buen humor.
Son interesantes las consoladoras cartas que enviaba a su hija Margarita, casada con William Roper.
¿Qué sostenía el buen ánimo de nuestro ilustre personaje? Su enorme fe en Dios y en la Divina Providencia. Él escribía siempre palabras esperanzadoras a todos sus familiares. Por fortuna su yerno, conservó esas cartas y, tiempo después, las publicó.
Desde la cárcel redactó una profunda obra titulada: “La Agonía de Cristo”. En esta publicación nos muestra cuánto había meditado sobre la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Hay una bella y sencilla oración compuesta por Tomás Moro: “(…) Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama: EL YO. Dame, Señor, el sentido de humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea”.
En la Torre de Londres vivió hasta 1535, año en que fue decapitado por orden del Rey Enrique VIII
La Iglesia Católica lo canonizó en 1935. Fue, sin duda, un extraordinario mártir de quien se puede aprender mucho. En el año 2002, el Papa Juan Pablo II lo nombró santo patrono de los gobernantes, políticos y abogados.