Las personas con salud mental se sienten satisfechas consigo mismas y con los demás:
Aceptan con regocijo su personalidad: las virtudes y los defectos, las habilidades y las limitaciones. Es una aceptación llena de alegría y de afán por superarse. Son personas con sentido práctico y que no se quedan en las meras teorías.
Por ello, estas personas se encuentran dispuestas a mejorar en lo que les haga falta. Siempre tratan de poner su personalidad al servicio de los demás y de sí mismas, luchando denodadamente por convertir su defecto dominante (egoísmo o la soberbia, etc.) en virtud.
Esta lucha puede durar toda la vida, pero no admiten el menor desánimo sino el deseo de luchar cada día más inteligentemente y de alcanzar el objetivo
Controlan sus emociones: no se dejan abrumar por el desconcierto, los miedos, iras, cambios de planes, culpa, preocupaciones, etc.
Aceptan las decepciones de la vida, que aprovechan como oportunidades para acrecentar y hacer más inteligente la lucha por la vida.
Son comprensivas, exigentes y sencillas consigo mismas, así como con los demás. Se ríen de sí mismos con sentido del humor, sin justificar sus faltas y errores.
Tienen un conocimiento profundo y equilibrado de sí: no se sobrestiman ni subestiman sus capacidades.
Tampoco se comparan con los demás. Confían primero en sus capacidades naturales, procurando mejorarlas continuamente y obtienen tranquilidad y alegría por ello.
Pase lo que pase siempre están serenas, porque así pueden pensar mejor y resolver los problemas, que son de ordenaría administración. Se sienten capaces de manejar las situaciones que se les presentan.
No sacrifican el desarrollo de su personalidad (virtudes y habilidades), por el deseo de “hacerse los simpáticos” con los demás
También se sienten bien respecto a los demás:
Ellas mismas se dan en afán por ser útiles a los demás. Saben que necesitan apoyo de los demás, y lo buscan, sin hacerse poca o excesivamente dependientes.
Tienen relaciones personales, satisfactorias y duraderas. Sus amistades pueden durar toda la vida.
Dan por hecho que los demás los aceptan y confían en ellos, y que existen quienes no lo hacen. Respetan las diferencias y no andan juzgando a los demás.
No presionan ni permiten que se les presione. Se sienten a gusto formando parte de un grupo o equipo, sin diluir su responsabilidad en los miembros del grupo.
Se sienten capaces de cumplir las exigencias de la vida:
Conservan y hacen crecer el sentido de responsabilidad en ayudar a sus prójimos.
Saben prever. Actúan para resolver los problemas conforme se les vayan presentando. Aceptan y desean responsabilidades.
Si necesitan hacer ejercicio o deporte, lo hacen.
Modelan su ambiente, conquistándolo, siempre que sea preciso., Aprenden a convivir con los demás, sin ceder en las cosas esenciales de la vida.
Cuidan el presente, sabiendo que ahí se forja el futuro. Planean lo que les ayuda a construir el porvenir.
Están abiertas a las nuevas experiencias y a las ocurrencias novedosas.
Son flexibles y firmes a la vez, y aprenden lo que es adecuado para una situación nueva, y desaprenden u olvidan lo que es caduco o ya no sirve.
Establecen metas realistas. No hacen caso al “qué dirán”. Son capaces de pensar por sí mismos, de pedir consejo y de tomar sus propias decisiones.