La fidelidad de los cónyuges es lo que más los llena de alegría, lo mismo que los hijos y los nietos. Paladean todos esos años que vivieron juntos, desde que se conocieron. Luego cuando se pusieron de novios e iban a fiestas y bailes.
Nadie puede obtener el triunfo, si antes lo rechaza mentalmente. Esto implica imaginar y pensar previamente, con detalle, lo que apasionadamente deseamos. Ponerlo por escrito. Ponga su confianza en Dios y en usted mismo. Si es para bien, amemos con pasión el triunfo.
Siempre me ha sorprendido la visión esperanzada y alegre de los jóvenes. ¿Qué esperan? Culminar sus estudios universitarios y de posgrado. Contraer matrimonio y fundar una familia. Conseguir un mejor trabajo y obtener mayores ingresos.
Por ese grave planteamiento, necesitamos revisar qué significa para cada uno la Navidad, cuál habría sido mi respuesta, de qué lado me hubiera colocado. Cuáles son mis argumentos. Los hay sentimentales y otros profundos, teológicos. Importa descubrirlos y recuperar los segundos.
Me gusta conversar con esposos mayores que ya son abuelos o bisabuelos porque son “como libros abiertos de sabiduría”. En esos encuentros me suelen mostrar, por ejemplo, sus fotografías desde cuando eran novios, luego se casaron, de cuando fueron naciendo sus hijos y así más fotos de su álbum familiar.