Parece que seguimos pensando que la maternidad es cosa sólo de las mujeres, y que ellas son las únicas responsables de la existencia de un embarazo, así como de las consecuencias presentes y futuras de esa realidad.
Reconocer: hay algo que inquieta en el alma, en el sueño, en la conciencia. Es algo que sabemos que involucra el ser perdonados o pedir perdón. Es un “foco” que nos avisa que algo no anda bien en nuestra alma, por lo que tenemos que tomar acción.
Lo general es que la mujer y el hombre que se unen para formar su propia familia, sepan que la relación íntima entre ellos producirá el fruto de la generación de un hijo y la procreación, que no se limita a traer a ese nuevo ser al mundo, sino prolongar sus cuidados hasta llevarlo a la adultez. Y entonces, aunque ya no se requieran las atenciones básicas, se le ayudará siempre.
El hombre de familia, no deja toda la carga de la atención y educación de sus hijos a su mujer, sino que, además de trabajar más y mejor para obtener los medios necesarios para su familia, apoya con su presencia en la vida familiar y no se siente el jefe de todos.
Llamamos relaciones humanas a ese vínculo que existe entre dos personas de cualquier tipo: la paternidad, la filiación, la fraternidad, la amistad, el noviazgo, y por supuesto, el matrimonio.