Ambas acciones deben ser llevadas a cabo protagónica y principalmente en el hogar. EDUCAR abarca reglas de cortesía y urbanidad: “saluda a tus abuelos”, “no subas los codos a la mesa”, “da las gracias”… etc. FORMAR va mucho más allá: nos adentramos como padres en la educación del alma, de la conciencia, del corazón de nuestros hijos. Es educar en la libertad, en la autonomía, en la vida de piedad, en los buenos hábitos para que estos se conviertan en virtudes.
Un líder familiar tiene como meta principal motivar a descubrir el sentido de vida, ya que éste permite la trascendencia, la auto-satisfacción y la realización como ser humano; promueve la creación y desarrollo de un proyecto de vida, en cada uno de los integrantes de la familia.
Sea como haya sido nuestra experiencia, con el paso del tiempo necesitamos revisar nuestra actitud frente al perdón, pues tiene una importancia grande y beneficia a quien lo pide y a quien lo recibe. Además, ese doble papel nos corresponde vivirlo según haya sido nuestra conducta, y no sólo una vez sino muchas veces durante nuestra vida, y con muchas personas.
De esta manera, nos percatamos que el matrimonio también es “un trabajo” que tiene retos y desafíos. En primera instancia, para mantener la unidad de los dos; luego el crecer en virtudes; renovar los compromisos adquiridos y estar pendientes de la formación de los hijos.
En CIDES IAP contribuimos a que niños y niñas indígenas o en situación de pobreza, mejoren sus condiciones de vida a través de su participación protagónica.