Nadie puede obtener el triunfo, si antes lo rechaza mentalmente. Esto implica imaginar y pensar previamente, con detalle, lo que apasionadamente deseamos. Ponerlo por escrito. Ponga su confianza en Dios y en usted mismo. Si es para bien, amemos con pasión el triunfo.
Exige reflexión (cerebro) y coraje, para pasar por dificultades que pueden parecer infranqueables. La paciencia, el afán de superación y la rectitud de intención, juegan un gran papel en la capacidad de responder adecuadamente en pos de un fin determinado.
Es sobretodo una cuestión psicológica. Por ello, uno se esfuerza en hacer crecer la virtud de la fortaleza. Descuidar las debilidades sería fatal, pues “el hilo se rompe por el punto más delgado.
La gente crece a través de una interacción de servicio con otros: Dios, familia, trabajo, relaciones sociales, etc. O lo que es lo mismo: Éxito en lo espiritual, éxito en la familia, éxito en el trabajo, pero siempre condicionado al servicio leal, sincero y generoso a los demás, alcanzando la plenitud.
La suerte no tiene nada que ver con el destino de nuestra vida: cada uno de nosotros necesita planificar con detalle el triunfo y cuidadosamente poner en práctica lo que ha decidido. Somos nosotros –cada uno- los protagonistas de nuestra vida y los responsables de nuestras acciones.