El día a día fortalece a mamá y a papá, se dan cuenta de lo importantes que son, sin ellos el bebé no se alimenta, no está limpio, no se desarrolla adecuadamente, pues, aunque al principio no se note, ese bebé va adquiriendo paz y seguridad porque siempre alguien le atiende ante sus balbuceos y llantos incomprensibles.
Me resulta bastante ejemplar lo que diariamente observo por las calles de la Ciudad de México: matrimonios jóvenes que venden alimentos en la parte trasera de sus automóviles.
El hombre de familia, no deja toda la carga de la atención y educación de sus hijos a su mujer, sino que, además de trabajar más y mejor para obtener los medios necesarios para su familia, apoya con su presencia en la vida familiar y no se siente el jefe de todos.
Pero el amor es mucho más que un sentimiento positivo hacia otra persona, con la esperanza de ser correspondido de la misma manera. El amor es, sobre todo, la decisión de buscar, y realizar el bien de la persona amada.
De esta manera, nos percatamos que el matrimonio también es “un trabajo” que tiene retos y desafíos. En primera instancia, para mantener la unidad de los dos; luego el crecer en virtudes; renovar los compromisos adquiridos y estar pendientes de la formación de los hijos.