SÍNTOMAS DE DECADENCIA EN UN PAÍS DEMOCRÁTICO
Autor: Gabriel Martínez Navarrete
Es curioso, Platón en el capítulo 3 de su libro La República va señalando los síntomas de la decadencia de un país democrático: En asuntos públicos, los ciudadanos aceptan a sus gobernantes sólo porque estos les permiten cometer los peores excesos; llaman imbécil a quien obedece las leyes.
En cuestiones familiares, los padres por miedo no se atreven a corregir a sus hijos; mientras los hijos, para “ser libres”, desobedecen a sus padres ultrajando la autoridad paterna.
En el aspecto educativo, el maestro teme al alumno y el alumno desprecia al maestro por incapaz y apocado.
Los jóvenes adoptan aire de ancianos, y los ancianos –acomplejados- se toman el pelo entre sí, procurando imitar a los jóvenes; las mujeres adoptan las formas de vestir de los hombres, etcétera.
Cuando Platón escribió esto lo hizo con el fin de llamar la atención o de ridiculizar a quienes se comportaban de esas maneras. Lo escribió en tono de broma. Por el contrario, en nuestros días forman legión, los seudoescritores que escriben libros en plan serio, con ideas semejantes a las ridiculizadas por Platón. Y lo que es más grave, tales libros se venden a millares para un tipo de lector, pensando encontrar en ellos la revelación de grandes verdades.
¿Qué los jóvenes están impacientes por desarrollar su vida sexual? La sociedad de consumo les ofrece libros en los cuales se afirma que en los “tiempos modernos” es una represión causado por un medievalismo moral desfasado y que es imperante realizar ya la “revolución sexual”, propia del siglo XXI.
¿Qué en el cuerpo de una mujer despierta “por mala suerte” una vida? No falta quien dejándose seducir por el argumento tan gastado de que puede “interrumpirse el embarazo”, consiga un libro que proclame que el aborto es un “derecho” de la mujer.
¿Qué los hijos no obedecen? ¡Pues que los padres dejen de mandarles! ¿Para qué torturar a los pequeñuelos con órdenes?
¿Qué en la escuela los alumnos ya no estudian? Muy sencillo, eliminar la educación escolar. La escuela de la vida es más que suficiente… Lo verdaderamente importante es discutir los problemas sociales: Es una tontería ocupar a los maestros porque ya no se trata de aprender materias, sino de criticar los valores mismos en los que se apoya la sociedad legada por nuestros antecesores… Valores que han sido respetados durante muchos siglos por numerosas generaciones.
¿Qué los estudiantes están hastiados de notas y exámenes? Pues fuera calificaciones, que son indignas en una sociedad ya “madura” e igualitaria.
Todas estas ideas antidemocráticas son generalmente promovidas, por gente un poco fanática que desearía una sociedad sin valores, o bien, por los llamados “tontos útiles”, que con tal de hacer un buen negocio editan y hacen publicidad de este tipo de libros, socavando el sentido democrático del pueblo.
Lo sorprendente es que esas “tesis serias” haya quien las compre, lea y difunda. Tal parece que los clientes de ideas tan peregrinas, prefieren equivocarse con la masa que tener razón contra ella Estos síntomas provienen de una idolátrica inversión de los valores humanos, en la que va cayendo buena parte del pueblo.
Cuando se pierde el espíritu de servicio en una sociedad democrática es porque se ha sobrevalorado la libertad individual con un menosprecio de la responsabilidad personal. No basta ser libres, es preciso usar responsablemente nuestra libertad.
Cuando un ciudadano exige algo a la vida, sin preguntarse que da él a la los demás, es porque desconoce su tarea de servicio responsable en la sociedad. Servicio que va más allá de la simple autorrealización o de la mera satisfacción de los instintos, y que se cifra en un ideal por el que vale la pena vivir.
Por eso, cuando se pierde el espíritu de servicio en una nación, ésta deja de ser democrática y da paso a una autoridad pública que permita cometer los peores excesos: hay corrupción y dictadura, como por ejemplo es el caso de la legalización y protección de los “matrimonios” de homosexuales.
Sería bueno y oportuno, que el Estado, y las personas sensatas, por su propio bien y el del pueblo, impidiesen la publicación de esos libros antidemocráticos que tanto abundan en las librerías y quioscos.