Anunciación.- El Papa Francisco en la misa del rito de canonización de siente nuevos Santos de la Iglesia Catolica, explico que el valor de los nuevos santos fue el poder de la oración “ellos han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido.”
Los siete nuevos santos son: José Sánchez del Río, Manuel González García, José Gabriel del Rosario – ‘el cura Brochero’- , Salomón Leclerq, Alfonso María Fusco, Luis Pavoni e Isabel de la Santísima Trinidad
El Papa Francisco enfatizó en que las lecturas durante la misa de canonización fueron las del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, ya que hablan sobre la oración, “De este modo, hemos sido introducidos en el tema de la oración, que está en el centro de las Lecturas bíblicas de este domingo y que nos interpela también a nosotros, reunidos aquí para la canonización de algunos nuevos Santos y Santas.”
El Santo Padre recordóo a los feligreses que la Iglesia no pide un estilo de vida para vencer la guerra sino para ganar la paz, es por eso la importancia de la oración, “es el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia: no para vencer la guerra sino para ganar la paz. Hay que orar siempre sin desanimarse, (Lc, 18,1) como Jesús nos enseña también en el Evangelio de hoy.
Papa Francisco concluyó su homilía con un mensaje claro sobre el ejemplo de los neos santos “con su ejemplo y su intercesión, Dios nos conceda también a nosotros ser hombres y mujeres de oración; gritar día y noche a Dios, sin cansarnos; dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros, y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados, hasta que triunfe la Misericordia Divina”.
Una página católica publicó una pequeña reseña de los nuevos santos:
San José Sánchez del Río,en 1928, cuando tenía catorce años, fue mártir al ser apuñalado por ser parte de una celebración: “dando vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe”. Este acontecimiento fue durante la Guerra Cristera en México.
San José Gabriel del Rosario Brochero, fue un sacerdote diocesano, llamado cariñosamente «Cura Brochero» o «Cura gaucho», quien montando a su mula Malacara desarrolló una admirable tarea sacerdotal, educando, formando, sanando y promoviendo a toda la comunidad en Argentina.
San Manuel González García, fue obispo sucesivamente de Málaga y de Palencia, promovió el culto a la Sagrada Eucaristía por lo que lo llamaron «apóstol de los sagrarios abandonados» y fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras de Nazaret.
Santa Isabel de la Trinidadde la Orden de las Carmelitas Descalzas, que desde pequeña encontró resguardo en la contemplación de la Trinidad.
San Alfonso María Fusco, presbítero italiano, el cual ejerció su ministerio entre los agricultores, preocupándose sobre todo por la formación de jóvenes pobres y huérfanos. fundó la congregación de Hermanas de San Juan Bautista.
San Ludovico Pavoni, presbítero italiano, formó a jóvenes pobres, interesándose sobre todo en su educación religiosa y artesana, fundando para ello la Congregación de los Hijos de María Inmaculada.
San Salomón Leclerc, religioso lasallista, que durante la persecución a la Iglesia que vivió Francia en tiempo de revolución, fue asesinado en el Convento Carmelita que había sido convertido en prisión.
Texto completo de la homilía completa del Papa Francisco:
Al inicio de la celebración eucarística de hoy hemos dirigido al Señor esta oración: «Crea en nosotros un corazón generoso y fiel, para que te sirvamos siempre con fidelidad y pureza de espíritu» (Oración Colecta).
Nosotros solos no somos capaces de alcanzar un corazón así, sólo Dios puede hacerlo, y por eso lo pedimos en la oración, lo imploramos a él como don, como «creación» suya. De este modo, hemos sido introducidos en el tema de la oración, que está en el centro de las Lecturas bíblicas de este domingo y que nos interpela también a nosotros, reunidos aquí para la canonización de algunos nuevos Santos y Santas. Ellos han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido.
Orar, por tanto, como Moisés, que fue sobre todo hombre de Dios, hombre de oración. Lo contemplamos hoy en el episodio de la batalla contra Amalec, de pie en la cima del monte con los brazos levantados; pero, en ocasiones, dejaba caer los brazos por el peso, y en esos momentos al pueblo le iba mal; entonces Aarón y Jur hicieron sentar a Moisés en una piedra y mantenían sus brazos levantados, hasta la victoria final.
Este es el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia: no para vencer la guerra, sino para ganar la paz.
En el episodio de Moisés hay un mensaje importante: el compromiso de la oración necesita del apoyo de otro. El cansancio es inevitable, y en ocasiones ya no podemos más, pero con la ayuda de los hermanos nuestra oración puede continuar, hasta que el Señor concluya su obra.
San Pablo, escribiendo a su discípulo y colaborador Timoteo le recomienda que permanezca firme en lo que ha aprendido y creído con convicción (cf. 2 Tm 3,14). Pero tampoco Timoteo no podía hacerlo solo: no se vence la «batalla» de la perseverancia sin la oración. Pero no una oración esporádica e inestable, sino hecha como Jesús enseña en el Evangelio de hoy: «Orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Este es el modo del obrar cristiano: estar firmes en la oración para permanecer firmes en la fe y en el testimonio. Y de nuevo surge una voz dentro de nosotros: «Pero Señor, ¿cómo es posible no cansarse? Somos seres humanos, incluso Moisés se cansó». Es cierto, cada uno de nosotros se cansa. Pero no estamos solos, hacemos parte de un Cuerpo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos brazos se levantan al cielo día y noche gracias a la presencia de Cristo resucitado y de su Espíritu Santo. Y sólo en la Iglesia y gracias a la oración de la Iglesia podemos permanecer firmes en la fe y en el testimonio.
Hemos escuchado la promesa de Jesús en el Evangelio: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche (cf. Lc 18,7). Este es el misterio de la oración: gritar, no cansarse y, si te cansas, pide ayuda para mantener las manos levantadas. Esta es la oración que Jesús nos ha revelado y nos ha dado a través del Espíritu Santo. Orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadir a una falsa quietud. Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros. Es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos.
Los santos son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos. También estos siete testigos que hoy han sido canonizados, han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor. Por ello han permanecido firmes en la fe con el corazón generoso y fiel. Que, con su ejemplo y su intercesión, Dios nos conceda también a nosotros ser hombres y mujeres de oración; gritar día y noche a Dios, sin cansarnos; dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros, y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados, hasta que triunfe la Misericordia Divina.
Página del resumen de los santos: http://es.catholic.net/op/articulos/63547/desde-hoy-la-iglesia-tiene-7-nuevos-santos