SIEMBRA CONCORDIA Y NO DISCORDIA
Es claro que nuestro paso por la vida siempre deja una huella. Tenemos que pensar qué tipo de huella queremos dejar, a través de lo que sembramos y damos como testimonio.
Siempre hay que sembrar, pero… ¿Qué quieres sembrar?… ¿Qué quieres generar con lo que siembras?… ¿Cuál será tu legado como persona?…
Para construir una sociedad acorde con nuestra Filiación Divina, es necesario que el término SEMBRAR lo relacionemos siempre con dejar resultados de CARIDAD y CONCORDIA.
La CARIDAD, es resaltar del prójimo lo bueno, pero también corrigiendo lo malo. Sin embargo, al corregir, tomar en cuenta con qué finalidad lo hago y con qué tono lo hago. Si estamos en el real campo de la CARIDAD, debe ser con delicadeza, con tono humano, dentro de las circunstancias que me permitan ayudar a contribuir a que el otro pueda crecer en su interior, querer su bien, y por ende, contribuyo para el bien de la sociedad.
La CONCORDIA, aunado a lo antes mencionado con la CARIDAD, permitirá redirigir caminos equivocados, disentir positivamente para corregir, tolerar y aceptar, sin imponer y llegar a acuerdos positivos para moverse hacia adelante como sociedad.
Si, por el contrario, se siembra DISCORDIA, se genera la antítesis del orden humano hacia la verdadera trascendencia, en un ámbito de odio, egoísmo y por lo tanto: inhumanidad. Cuando hablamos de un campo de inhumanidad, entramos al campo de las pasiones desordenadas, a un nivel de individualismo. Aunado a ello, la “corrección” que se busca en el prójimo, en esta línea negativa, es no corregir por el bien de la humanidad de esa persona, sino por egoísmo, individualismo y protagonismo…
La consecuencia de sembrar discordia provoca finalmente en nuestra persona, en el grupo de personas que nos rodean, y finalmente, en la sociedad, un desgaste anímico, fisiológico, de tensión y lo más grave: un desgaste en el espíritu, deformando la humanidad de las conciencias a tal grado que no se argumenta, sino que solo se cae en el insulto y en un ambiente general con matices obscuros, sin trascendencia, imaginando solo tribus que luchan por sobrevivir, sin conciencia y sin buscar el bien del uno por el otro, hacia la autodestrucción de la sociedad.
San Pablo se preocupaba precisamente por recordar constantemente dejar a un lado todo lo que puede dividir, y enfocarse en lo que une. Hoy esta misma invitación no ha tomado ningún matiz diferente, es universal, no cambia, es constante… “Un solo corazón y una sola alma” (1) fue el lema de los primeros discípulos de Cristo. Es un llamado a la UNIDAD, lo que reflejó un TESTIMONIO de vida que llamó la atención de los paganos, situación que fue uno de los mayores “imanes”, como ejemplo, para que deseasen unirse al amor fraterno y valorar la Filiación Divina.
La tentación de hoy, sobre todo en las redes digitales es, justamente, con cualquier pretexto de comentario de discordia, comentario, ataque o división, participar en ellos y dejarnos llevar por el ambiente ríspido de resentimiento y odio, cayendo en una discusión, con ganas de discutir sin intención de tolerar o acordar. Paremos, y si hemos caído, tenemos la oportunidad de levantarnos y volver a empezar. “No perturbes nunca la paz con tendencias egoístas y predisposición a discutir”.
Ejercitemos los pensamientos amables, con la práctica como se hace para alcanzar una virtud. A continuación, cito algunos consejos, para aplicar en nosotros mismos y nuestra vida familiar (2):
1.- Evita la suspicacia (asumir), el prejuicio y la crítica destructiva.
2.- Otorga el voto de confianza.
3.- Procura, con prudencia y siendo oportuno, ser conciliador.
4.- Sé sensible al temperamento de los demás. Para facilitar, busquemos estudiar más sobre temperamentos, caracteres y sus propiedades, no para juzgar, sino para encontrar fórmulas para relacionarse de mejor manera con los demás.
5.- Intenta conseguir una sensibilidad equilibrada: no ser hipersensibles, lo cual es muy diferente a ser una persona sensible. Una persona sensible contribuye a apreciar la belleza y la bondad de los demás, de las situaciones y de las cosas. Por el contrario, si no hay sensibilidad, habrá que ejercitar la paciencia, con caridad.
6.- Sé humilde, viendo a nosotros mismos y a los demás como somos, aceptándonos y reconociendo lo que podemos mejorar.
7.- Se sencillo, atribuyendo a Dios nuestras buenas obras.
8.- Se generoso y considerado.
9.- Lleva tu dolor con amabilidad y reciedumbre, concientizando que el dolor y sufrimiento, dándoles sentido, nos hace crecer en vida interior y fortaleza.
10.- Responde a la llamada de la Compasión, la cual es un ejemplo y manifestación del mismo Cristo.
11.- Descubre las bondades de las palabras amables.
Qué diferente es cuando una persona entra a un ambiente de cordialidad, concordia y amabilidad, en el que se respira paz. Es extraordinario y reconfortante para el alma cuando detectas que alguien que entra a tu hogar se siente tranquila y en paz. Llevemos este viento de concordia hacia todo lo que nos rodea, física y “digitalmente”…
(1) Lawrence G. Lovasik: “El poder oculto de la amabilidad”. Patmos RIALP, pag.120.
(2) Lawrence G. Lovasik: “El poder oculto de la amabilidad”. Patmos RIALP, pag. 115 a 144.