SABER ENVEJECER CON DIGNIDAD
Por: Raúl Espinoza Aguilera
Un gran arquitecto conocido mío desde hace cuatro décadas, falleció hace unas cuantas semanas. Gozaba de prestigio profesional, de honradez y de su capacidad para hacer amigos.
A medida que los años fueron transcurriendo, le fueron apareciendo enfermedades y achaques, aunque siempre me impresionó su calidad humana para llevarlos, pero sin darles demasiada importancia y continuar realizando otro tipo de actividades de acuerdo a su edad. Añadiría que hasta con cierta elegancia, sin quejarse nunca.
Al llegar a los ochenta años comenzó a usar bastón y a los noventa no le quedó más remedio de ser conducido en silla de ruedas. Por coincidencias de la vida, lo continuaba viendo cada semana, solía dar conferencias y pláticas a sus amigos sobre virtudes y valores humanos. Era como “el rey de esos encuentros” porque contagiaba con su alegría, buen humor y hasta el final de sus días generosamente les preparaba a sus invitados un sabroso café mañanero.
Cuando debía permanecer en cama o guardar reposo, le preguntábamos: ¿cómo estás?, ¿cómo va esa salud?, y respondía con gracia: “me encuentro de maravilla; muy visitado por mis familiares y amistades, aunque hecho una ruina como el Coliseo Romano”-se reía con mucha serenidad y paz.
Por otra parte, un experto psicopedagogo, amigo mío, me hacía ver que al llegar a la mayoría de edad hay aspectos que se deben de cuidar para no envejecer prematuramente.
Recuerdo algunos de sus útiles consejos, caminar erecto porque al encorvar el cuerpo, la columna vertebral termina por afectarse; dar pasos firmes levantando los pies, sin arrastrarlos porque eso también puede afectar a las rodillas, tobillos o piernas.
Hacer a diario algún tipo de ejercicio, correr, practicar natación, gimnasia o algún deporte de su preferencia, ya que la vida sedentaria es la causa de muchas enfermedades. Además, en las reuniones con las amistades evitar estar conversando sobre temas negativos, alarmistas, enfermedades, operaciones, medicinas, etc. porque eso –me decía- afecta a la salud mental.
No olvidar lo positivo que nos presenta la vida hoy y ahora y con lo que se vislumbra en el futuro: avances de la ciencia, de la tecnología; desarrollar aficiones como la historia, las biografías de grandes personajes, las grandes obras literarias; crear interés por saber más de física, de química y todo el amplio mundo del saber.
Es evidente que quien tiene por costumbre “pensar siempre en positivo”, esa conducta acaba influyendo en su cuerpo y en su mente. Por si fuera poco, su actitud contagia favorablemente a los que con ellos conviven y son bienvenidos en todos los ambientes.
Concluimos con esta reflexión, ¿y cómo lograrlo, como escribía aquel conocido pensador: “nadie la hará por ti, también como tú, si tú no lo haces”?