Sobre el Cuidado de la Casa Común. Fue entregada por Papa Francisco el 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del Año 2015. Consta de 187 páginas, con introducción y seis capítulos. Son en total 246 parágrafos.

Anunciación.- Se dirige a todos los habitantes de la tierra, especialmente a los que tienen el deber de frenar la contaminación así como la expropiación de tierras, agua, trabajo y vida.
Desde la introducción, al referirse al planeta, Papa Francisco habla del daño “que hemos provocado a esta hermana, a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”. Admite que hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. Dice que la violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, el agua, el aire y los seres vivientes
Papa Francisco nos recuerda que somos tierra “Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”. En la introducción hace un recuento de las advertencias y propuestas de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, el patriarca Bartolomé y san Francisco de Asis. A partir del parágrafo 13, inicia el llamado de Papa Francisco: habla del desafío urgente de proteger nuestra casa común, incluye la preocupción de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral. Señala que hay actutudes de indiferencia, negación o resignación ante los problemas, incluso de parte de personas creyentes. Y advierte una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta. De ahí la importancia de buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la eoclogía y la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.
El Capítulo Primerose refiere a lo que está pasando a nuestra casa: contaminación y cambio climático, el agua, la pérdida de biodiversidad, deteriroro de la calidad de vida humana y degradación social; inequidad planetaria, debilidad de las reacciones y diversidad de opiniones. Advierte que se deteriora la calidad del agua, se privatiza este recurso escaso, se convierte en mercancía regulada por las leyes del mercado, y se provoca una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso a agua potable. Advierte que “Una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distintos productos que dependen de su uso. Es previsible, dice, que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo.
Papa Francisco dice que el cuidado de los ecosistemas se ha visto amenazado porque cuando sólo se busca un rédito eonómico rápido  y fácil, a nadie le interesa la preservación de la flora y la fauna. Pero el costo de los daños causados por el descuido egoísta es muchìsimo más alto que el beneficio que se pueda obtener. Los monocultivos tampoco hacen bien al planeta, advierte Papa Francisco. Pueden afectar gravemente a una biodiversidad que no es albergada por las nuevas especies que se implantan. Y la degradación ambiental afecta al ser humano que tiene una dignidad especialísima, con derecho a vivir y a sr feliz.
En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones «ecológicas», sólo al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial.
Llama la atención, dice Papa Francisco, la debilidad de la reacción politica interanacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas, se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre el medio ambiente. Muy facilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común, y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos. Papa Francisco advierte que “Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones. La guerra siempre produce daños graves al medio ambiente y a la riqueza cultural de las poblaciones, y los riesgos se agigantan cuando se piensa en las armas nucleares y en las armas biológicas”.
El Capítulo Segundohabla del Evangelio de la creación, la luz de la fe, la sabiduría de los relatos biblicos, el misterio del universo y el mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado. La comunón universal, el destino común de los bienes y la mirada de Jesús. Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo, las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites. Un mundo frágil con un ser humano, a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia, para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder. La visión que consolida la arbitrariedad del más fuerte, ha propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencia para la mayoría de la humanidad, porque los recursos pasan a ser del primero que llega o del que tiene más poder: y el ganador se lleva todo. El ideal de armonía, justicia, fraternidad y paz que propone Jesús es distinto a semejante modelo, dce Papa Francisco y cita: “Los poderosos de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Que no sea asi entre vosotros, sino que el que quiera ser grande sea el servidor” (Mt 20, 25-26)
El fin de la marcha del Universo está en la penitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal, dice Papa Francisco. Así, que, agregamos, un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y atraido por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador.
El medio ambiente es un bien colectivo, dice Papa Francisco, es patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia, el peso de negar la existencia de los otros. Por eso, dice, recordando a los Obispos de Nueva Zelanda, se preguntaron qué significa el mandamiento “No matarás”, cuando “un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir”.
El Capítulo Tercerode Laudato Sí, habla de la raíz humana de la crisis ecológica; la tecnología como creatividad y poder; la globalización del paradigma tecnocrático; crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno; el relativismo práctico, la necesidad de preservar el trabajo, y la innovación biológica a partir de la investigación. El ser humano, dice Papa Francisco, enferma su libertad, cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoismo y de la violencia. En ese sentido está expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Entonces, advierte Papa Francisco, puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación. Dice que la intervención humana en la naturaleza, en otros tiempos, había sido en forma de acompañar, pero ahora, tiende a olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. De ahí, advierte Papa Francisco, se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos. Es el presupuesto falso de que existe una cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables. Y la degradación del ambiente es un signo del reduccionismo que afecta a la vida humana y a la sociedad en todas las dimenciones. Aquí Papa Francisco hace una advertencia: hay que reconocer que los objetos, producto de la técnica no son neutros, porque crean un entramado que termina condicionando los estilos de vida y orientan las posibilidades sociales en la línea de los intereses de determinados grupos de poder. El paradigma tecnocrático y las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis económica mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. No se elaboran con sufciente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. Papa Francisco habla de la necesidad de sumar filosofía y ética social a toda ciencia que pretenda ofrecer soluciones a los grandes retos. Sin ello, dice, aun las mejores iniciativas ecologistas, pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada, ya que buscar sólo un remedio técnico a cada problema, es aislar cosas que en realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos probemas del sistema mundial.
Papa Francisco explica que el antropocentrismo moderno ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad; el ser humano no redescubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia realidad. Y cuando no se reconoce en la realidad misma, el valor de un pobre, de un embrión humano o de una persona con discapacidad, dificilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado, dice Papa Francisco. Y esta situación nos lleva a una constante ezquizofrenia, que va de la exaltación tecnocrática que no reconoce a los demás seres un valor propio, hasta la reacción de negar todo valor particular al ser humano. No podemos sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente, sin sanar las relaciones básicas del ser humano. Tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños o al abandono de los ancianos. Es la misma lógica del “usa y tira” que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita.
Sobre la necesidad de preservar el trabajo, Papa Francisco explica que la intervención humana procura el prudente desarrollo de lo creado, y esta es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que Él mismo colocó en las cosas. Pero cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure. El trabajo debería ser el ámbito del desarrollo personal, donde se ponen en juego muchas dimensiones: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, dice Papa Francisco, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestinable racionalidad económica, es necesario que se siga buscando cómo prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos. Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. Reducir costos de producción con la disminucion de los puestos de trabajo, es un modo más como la acción del ser humano puede volverse contra él mismo. Dejar de invertir para obtener un mayor rédito inmediato, es muy mal negocio para la sociedad, advierte Papa Francisco, ya que lleva al desgaste de capital social. Para que haya empleo, dice Papa Francisco, es imperioso promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial: por ejemplo, los sistemas alimentarios campesinos y de pequeña escala. Las autoridades tienen el derecho y la responsabilidad de tomar medidas de claro y firme apoyo a los pequeños productores y la variedad productiva. Esto, para impedir que se vean obligados a vender sus tierras y ser desplazados por grandes empresas de mercados regionales y globales.
Al respecto de los organismos genéticamente modificados por el ser humano, sean vegetales o animales, médicos o agropecuarios, requieren diversas consideraciones, a diferencia de los procesos naturales que tienen un ritmo lento comparado con la velocodad que imponen los avances tecnológicos actuales. En muchos lugares, advierte Papa Francisco, los cereales transgénicos, provocaron una concentración de tierras productivas en manos de pocos, debido a la progresiva desaparición de pequeños productores que, como consecuencia de la pédrida de las tierras explotadas, se han visto obligados a retirarse de la producción directa. Así, dice Papa Francisco, los más frágiles se convierten en trabajadores precarios, y muchos empleados rurales terminan migrando a miserables asentamientos de las ciudades. La expansión de la frontera de estos cultivos arrasa con el complejo entramado de de los ecosistemas, disminuye la diversidad productiva y afecta el presente y el futuro de las economías regionales. Así, la produccion de granos estériles terminaría obligando a los campesinos a comprarlos a las empresas productoras.
El Capítulo Cuartose titula “Una Ecología Integral”. Habla de la ecología ambiental-ecologica y social, de la ecología cultural, ecología de la vida cotidiana; del principio del bien común y de la justicia entre generaciones. Todo está conectado entre sí, dice Papa Frncisco. Incluso el tiempo y el espacio. Y cuando se habla de medio ambiente, se reonoce una relación entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. No hay dos crisis separadas, sino una socio-ambiental. Y todo lo que se hace en un lugar incide en otro. Por ejemplo, dice Papa Frncisco, el consumo de narcóticos en las sociedades opulentas, provoca una constante y creciente demanda de productos originados en regiones empobrecidas donde se corrompen conductas, se destruyen vidas y se termina degradando el ambiente.
No se trata de destruir y crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura, y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone un cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio.
Papa Francico advierte que la vision consumista tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades, a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas locales, que requieren la intervención activa de los habitantes. Los nuevos procesos deben partir de la misma cultura local. Hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, dice Papa Francisco, y así, entender que el desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales, desde su propia cultura.
Ni siquiera la noción de calidad de vida debe imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de sómbolos y hábitos de cada grupo humano. La desaparición de una cultura, advierte Papa Francisco, puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. Y la imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción, puede ser tan dañina, como la alteración de los ecosistemas. Para las comunidades aborígenes, con sus tradiciones culturales, la tierra no es un bien económico, sino un don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, dice Papa Francisco, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan. Sin embargo, denuncia Papa Francisco, en diversas partes del mundo, los pueblos aborígenes son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura.
Sobre la ecología cotidiana, advierte que los desplazamientos humanos a zonas urbanas de alta marginación, entre el hacinamiento y el anonimato social puede provocar una sensación de desarraigo que favorece las conductas antisociales y la violencia, dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana. No basta, dice Papa Francisco, la búsqueda de la belleza en el diseño arquitecnónico, porque más valioso es el servicio a la calidad de vida de las personas, su adaptación al ambiente, el encuentro y la ayuda mutua. Hace falta cuidar los lugares comunes y tener una vivienda. La posesión de una vivienda, dice, tiene mucho que ver con la dignidad de la persona y con el desarrollo de las familias.
Papa Francisco también habla del transporte: este debe ser digno para todos. Y sobre las zonas rurales invita a no perder de vista el abandono y olvido que sufren. No llegan los servicios esenciales y hay trabajadores reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos ni expectativas de una vida más digna.
Papa Francisco también habla de la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad, necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra de Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, dice, no es sana una actitud que pretenda cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma.
Al referirse al principio del bien común, dice que este presupone el respeto a la persona humana, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral. También reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, apliando el principio de subsidiariedad.
Destaca la familia como célula básica de la sociedad y la paz necesaria para el bien común. Se necesita, dice, estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación, advierte Papa Francisco, siempre genera violencia.
La noción de bien común incorpora a las generaciones futuras. Las crisis económicas interacionales, dice, demuestran con crudeza los efectos dañinos del desconocimiento de un destino común, del cual no pueden ser excluidos quienes vienen detrás de nosotros. Ya no puede hablarse, dice, de un desarrollo sostenible, sin una solidaridad intergeneracional. Es una cuestión básica de justicia: la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán. Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá.
Papa Francisco enfatiza que las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. El ritmo de consumo, desperdicio y alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes. El hombre y la mujer del mundo postmoderno corren el riesgo permanente de volverse profundamente individualistas y muchos problemas sociales se relacionan con el inmediatismo egoísta actual, con la crisis de los lazos familiares y sociales y con las dificultades para el reconocimiento del otro.
El Capítulo Quintode Laudato Sí ofrece agunas líneas de orientación y acción: diálogo sobre medio ambiente en la política internacional, diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales, diálogo y transparencia en los procesos decisionales, política y economía en diálogo para la plenitud humana y las religiones en el diálogo con las ciencias.
Papa Francisco dice que a todos los problemas en la casa común hay que procurar  una visión global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países. Programar una agricultura sostenible y diversificada, desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, fomentar una mayor eficiencia energética, una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos y asegurar a todos el acceso al agua potable.
Las negociaciones internacionales, dice, no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global. Una advertencia de suma importancia es sobre la injusticia de exigir el mismo compromiso de reducción de emisiones de gases contaminantes a países de menores recursos que a los países más industrializados. De este modo, dice, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del medio ambiente. Como siempre, dice Papa Francisco, el hilo se corta por lo más débil. Advierte que algunos países necesitarán ayuda.
Sobre la compraventa de bonos de carbono, dice que esta puede dar una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes. Este sistema, dice, parece ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medio ambiente, pero que de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias. Más bien, dice, puede convertirse en un recurso diversivo que permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores.
Los países pobres, dice Papa Francisco, deben tener como prioridad la erradicación de la miseria, y el desarrollo social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción.
Las relaciones entre los Estados de los distintos paíeses, deben resguardar la soberanía de cada uno. Hacen falta marcos regulatorios que impongan obligaciones e impidan acciones intolerables, como el hecho de que empresas o países poderosos expulsen a otros paíeses residuos e industrias altamente contaminantes.
Papa Francisco habla de la responsabilidad ciudadana, dice que el drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo, respondiendo a intereses electorales. Así, dice, se olvida que siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos por generar procesos, más que por dominar espacios de poder. La grandeza política, dice, se muestra, cuando en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.
Papa Francisco destaca las cooperativas para la explotación de energías renovables para el autoabastecimiento y la venta de excedentes. Así, la instancia local hace una diferencia, respecto del orden mundial que se muestra impotente para asumir responsabilidades.
Sobre la economía de consumo,  propone se oriente a una economía de residuos y reciclaje, a la producción de especies y a la programación de una agricultura de rotación de cultivos, con sistemas de riego y técnicas agrícolas sostenibles, mediante formas de organización comunitaria que defienda los intereses de los pequeños productores y preserven los ecosistemas locales de la depredación.
Si un politico se atreve -a todo esto-, volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su paso por esta historia un testimonio de generosa responsabilidad, dice Papa Francisco. Hace falta sinceridad y verdad en las discusiones científicas y políticas, sin reducirse a considerar qué está permitido o no por la legislación. Algunos proyectos no suficientemente analizados, dice, pueden afectar profundamente la calidad de vida de un lugar debido a cuestiones tan diversas entre sí, que la cultura consumista que da prioridad al corto plazo y al interés privado, advierte, puede alentar trámites rápidos o consentir el ocultamiento de información. La rentabilidad no puede ser el único criterio a tener en cuenta. En el momento en el que aparezcan nuevos elementos de juicio, dice Papa Francisco, debería haber una nueva evaluación con participación de todas las partes interesadas. El resultado de la discusión podría ser la decisión de no avanzar en un proyecto, pero también podría ser su modificación o el desarrollo de propuestas alternativas.
Sobre política y economía, dice que su diálogo debe estar al servicio de la vida humana. Advierte que salvar los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podría generar nuevas crisis.
Dice que la producción no es siempre racional, suele estar atada a variables económicas que fijan a los productos un valor que no coincide con su valor real. Eso lleva muchas veces a una sobre producción de algunas mercancías con un impacto ambiental innecesario, que al mismo tiempo perjudica a muchas economías regionales. En definitiva, dice, lo que no se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace posible que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcionen adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y creen empleo. Es indigno, superficial y menos creativo insistir en crear formas de expolio de la naturaleza sólo para ofrecer nuevas posibilidades de consumo y de rédito inmediato. Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso, ha llegado la hora de cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes.
No basta conciliar en un término medio el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso. En este marco, la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen, dice Papa Francisco.
Advierte que si el Estado no cumple su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia, muy dificil de erradicar. Si la política no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda sumida en discursos empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la humanidad.
Mientras unos se desesperan por el rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles, advierte Papa Francisco a empresarios, industriales y políticos.
Al hablar de las religiones en dálogo con la ciencia, papa Francisco señala que la mayor parte de los habitates del planeta se declaran creyentes. Esto, dice, debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad.
En el Sexto Capítulo: “Educación y Espiritualidad Ecológica”, Papa Francisco invita a apostar por otro estilo de vida, una educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente, conversión ecológica, gozo y paz, amor civil y político, signos sacramentales y descanso celebrativo, la Trinidad y la relación entre las criaturas, María, reina de todo lo creado y más allá del sol.
Habla del consumismo y gastos innecesarios de una sociedad posmoderna que no encontró una nueva comprensión de sí misma, al sentirse libre solo si es libre de consumir, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines, dice. Advierte que mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. La obsesión por un estilo de vida consumista, cuando sólo unos pocos pueden sostenerla, provoca violencia y destruccion recíproca. Por eso, Papa Francisco, invita en este punto a cada persona humana a que no olvide la dignidad que nadie tiene derecho a quitarle.
Un cambio en los estilos de vida, dice, podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen el poder político, económico y social, con el cual dañan el planeta. Y si las personas se unen y dejan de consumir lo que hace daño a la persona y al ambiente, podemos hacer un mundo mejor. Cuando somos capaces de superar el individualismo, dice, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad.
Papa Francisco habla de una educación ecológica, donde se aprenda a reutilizar, donde en familia se cultiven el amor y cuidado de la vida, el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados. Vivir la vocación a ser protectores de la obra de Dios, dice Papa Francisco, es parte esencial de una existencia virtuosa. No consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana.
La conversión ecológica, dice, implica gratitud y gratuidad, es decir, un reconocimiento del mundo como don recibido del amor del Padre que provoca como consecuencia actitudes de renuncia y gestos generosos aunque nadie los vea o los reconozca. La espiritualidad cristiana, dice, propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. La paz interior de las personas tiene mucho qué ver con el cuidado de la ecología y con el bien común. Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. El amor, dice Papa Frncisco, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. Es necesario dice, revalorizar en amor en la vida social, esto incluye el cultivo de una identidad común, de una historia que se conserva y se transmite en el tejido social local.
Al final,después de hablar de la presencia trinitaria en toda la creación, de aquilatar el descanso de cada semana, de hacer un bello homenaje a María, y reconocer san José como el hombre que puede enseñarnos a cuidar y trabajar con generosidad y ternura para proteger este mundo que Dios nos ha confiado, Papa Francisco dice que la vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados.  Mientras tanto, dice, nos unimos para hacernos cargo de esta casa que se nos confió, sabiendo que todo lo bueno que hay en ella será asumido en la fiesta celestial. Dios, dice Papa Francisco, se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. El documento termina con una Oración a Dios omnipotente y una oración cristiana con la creación.