Raúl Espinoza Aguilera lo soñó y lo vivió. Un escritor al rescate “de almas fáciles y difíciles”

9 julio, 2024

Raúl Espinoza Aguilera ha sido, para Fundación para la Promoción del Altruismo IAP, un miembro entrañable, de aquellos que no recuerdas cuándo ni cómo conociste, porque te da la impresión, desde el principio, de haberlo conocido siempre. Sin embargo, es muy probable que lo haya conocido a través de la Dirección de Comunicación del Opus Dei, o a través de la Revista Istmo, o quizás, a través de mi hermano Fernando, de quien fue un amigo muy querido. Llegó a nuestra vida institucional durante momentos en los que necesitábamos grandes plumas para despertar la conciencia y educar en la más pura antropología filosófica.

 

Dentro de Fundación para la Promoción del Altruismo, Raúl Espinoza Aguilera fue un luminoso columnista y magnífico miembro del patronato, siempre pacifico, conciliador y sereno en sus diálogos y propuestas. En el año 2014 (uno de octubre) tuve la oportunidad de hacerle una primera entrevista sobre su obra “¿Es probable rehacer mi vida?”. Se trata de una compilación de varios casos sobre situaciones frecuentes en la actualidad y con una narrativa excelsa. La familia, la sexualidad, la seducción, la soledad en búsqueda del triunfo, el peligro del desarraigo en búsqueda de empleo, entre otros retos que nos arremolinan, a partir de la necesidad extrema, son los temas abordados en esta obra. Son situaciones que muchas veces nos lanzan al vacío y a la pérdida de sentido. Sin embargo, Raúl Espinoza nos obsequia un magnífico desenlace en cada caso y propone echar por la borda todo tipo de etiquetas, así como perdonar y aceptar el perdón. La trata de personas es uno de los casos expuestos en este libro. Una mujer está al borde del peligro en el medio de la prostitución. Con todas estas historias impactantes, Raúl Espinoza conmueve a los lectores y despierta el espíritu de la compasión y la fraternidad humana, para resarcir y restaurar las relaciones familiares, sociales, comunitarias y laborales con base en el reconocimiento de la dignidad humana.

 

Durante la entrevista, lamenta que la guerra contra el narcotráfico provoque más muertes en una sociedad donde la mayoría defiende la vida. Por eso, nos explica que en su obra “¿Es posible rehacer mi vida?” dedica diez casos a las mujeres mexicanas.

 

En esa ocasión, aproveché para preguntarle sobre la beatificación de Álvaro del Portillo, ya que la ceremonia se había celebrado días antes, el 27 de septiembre de 2014. Álvaro del Portillo fue el primer sucesor de san Josemaría, al frente del Opus Dei. Nos contó que don Álvaro era muy sencillo, que no le gustaba que lo alabaran y menos en público: “Yo lo traté y noté a un hombre con una gran paz, pero una paz como de fuera de este mundo, una paz que impactaba. Estaba dialogando siempre con Dios, y le pedía al Espíritu Santo que lo llevara al Padre y a Jesús, dialogando siempre con la santísima Trinidad”.

 

En una visita a México, don Álvaro del Portillo quiso ir a la Basílica de Guadalupe. Raúl nos narra que el santo rezó en voz alta con palabras preciosas a la Virgen María y que a todos emocionó profundamente. “Junto a mí estaba un obrero y me dice: “oiga yo creo que me colé a esta reunión”. “¿Por qué?” (le preguntó Raúl). “Me doy cuenta de que este padrecito quiere mucho a la Virgen, me ha emocionado mucho. Me doy cuenta de que ustedes son de una organización de la Iglesia… si va a ver a este padrecito, dígale que no he escuchado a nadie decir cosas tan bellas a la Virgen y que llegando a mi casa le voy a contar a mi familia”. Dicho esto, el obrero preguntó a Raúl: “¿le puedo dar un abrazo?”. “¡Claro que sí!”, respondió mi entrevistado con alegría. Así que se dieron un abrazo, Raúl y el obrero, delante de la Virgen María de Guadalupe, en medio de una gran asamblea que presenció el momento. Esta sencillez de la que Raúl Espinoza habla al respecto de san Álvaro del Portillo, la llevaba en sí mismo, y por eso la notaba y compartía con gozo interior. Durante la entrevista, nos da más detalles de la vida familiar de don Álvaro del Portillo y basta escucharlo para percibir el cariño que lo identifica con el legado del Opus Dei.

Sobre los arcángeles que tanto celebra la Iglesia Católica y que, quizás una de las instituciones que más presentes los tiene es el Opus Dei, Raúl Espinoza Aguilera nos recordó lo que dicen las Sagradas Escrituras. Vale la pena escuchar su respuesta completa, sobre Miguel, Gabriel y Rafael. Aquí transcribo un fragmento:

 

“Si leemos la Biblia, desde principio hasta el final, la presencia de los ángeles es continua y constante. Son seres creados por Dios para darle gloria y nosotros tenemos un custodio que nos ayuda en nuestras necesidades materiales y espirituales. Ahora bien, el texto de la Biblia dice que se libró una gran batalla en el cielo, porque hubo un arcángel poderoso que se reveló contra Dios y junto, también, a otros ángeles rebeldes: Lucifer y sus aliados. Se libró una gran batalla en el cielo, y hubo un arcángel que fue muy fiel a Dios, San Miguel, y al grito de: ¡¿Quién como Dios?!” o “¡No hay nadie como Dios!”, porque lo que quería Lucifer es ser como Dios y que lo adoraran. Entonces, “no hay nadie como Dios y Él es el único al que debemos adorar”, dijo el arcángel san Miguel. Entonces, se libra la gran batalla. La mayoría de los ángeles estaban de lado del arcángel san Miguel y satanás es arrojado al infierno para siempre. Y si algo tiene el demonio es una gran envidia hacia los hombres porque nosotros somos caminantes rumbo a la patria definitiva y sabe que, si nos portamos bien, si vivimos bien el catolicismo, iremos a gozar de Dios, cosa de la que él no va a gozar jamás”.

 

Con una actitud llena de fe y alegría, aclaró que San Miguel nos defiende del peligro de las tentaciones, concluye que Gabriel es el arcángel de la esperanza y el que promueve el matrimonio. El arcángel Rafael es el de la juventud, promueve la salud, el matrimonio: “salud, dinero y amor”, dice Raúl con una sonrisa de seguridad y alegría, para cerrar este punto. Después, durante la misma entrevista, Raúl Espinoza nos habla de los ángeles custodios. “Dios dispuso que a cada ser humano le asigna un ángel y ese ángel tiene una doble misión: está alabando y gozando y mirando a Dios y, a la vez, está velando por nosotros. Yo me imagino que es como cuando una madre está preparando las cosas de la comida, poniendo platos, acabando los guisos y de reojo está viendo que su hijo, de dos o tres años, no haga estropicios, que no le pase algo, entonces está super pendiente de nosotros. Yo la verdad, en esta ciudad de México, le pido a san Rafael”. Dice esto último por la peligrosidad y el intenso tráfico vehicular que complica el traslado de un sitio a otro.

 

“¿Por qué el Opus Dei les tiene una especial devoción? Es una explicación muy sencilla”, dice Raúl y responde: “cuando san Josemaría visitó la tumba de san Juan de la Cruz, el gran místico del Siglo de Oro Español junto con santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz le hizo ver, a san Josemaría, que convenía que tuviere a los arcángeles para que le ayudaran en las labores apostólicas: a san miguel, para los que están completamente entregados a Dios; a san Gabriel, para los casados; y a san Rafael, para el apostolado con la juventud y los matrimonios jóvenes. Entonces, fue un, ahora sí que, fue un dictado, y él tomó nota y lo obedeció, cumplió, y todos los días, nosotros en la Obra, le rezamos a estos tres arcángeles”.

 

Raúl Espinoza, haciendo eco de un diálogo, entre san Juan Pablo II y don Álvaro del Portillo, mismo que nos narra en la entrevista, recomienda clamar al arcángel san Miguel y decir junto con él “¡¿Quién como Dios?!” y “No hay nadie como Dios”, ya que si bien es cierto no se le ve al demonio físicamente, si se le percibe en las acciones de maldad que hay en el mundo.

 

Por todas estas convicciones, Raúl Espinoza Aguilera dedicó su vida a la comunicación, a través de sus libros, sus ensayos publicados en varias revistas, así como en Fundación para la Promoción del Altruismo, tanto en el periódico impreso Somos Hermanos, como en su portal de Internet, durante más de diez años, y al menos en dos entrevistas concedidas en el canal de youtube: videosanunciacion FPA.

 

Raúl escribió como un pescador que lanza el anzuelo para rescatar de los fangos cenagosos a quienes piensan que su vida no tiene remedio y dice: “Hay que perdonar, comprender, disculpar y darles una segunda, tercera, o las oportunidades que sean. Hasta el final de nuestra vida nos pueden echar una mano. Quizás a algunas personas no les guste escuchar esto, pero yo sé perfectamente que Plutarco Elías Calles (de la cristiada), en los últimos días de su vida fue a dar a un hospital católico, atendido por religiosas católicas, y ahí lo animaron a que se acercara a la fe y finalmente obtuvo la gracia de la conversión, y me decía una historiadora: “yo tuve en mis manos la esquela de Elías Calles donde dice “Murió en el seno de la santa iglesia católica apostólica y con la bendición papal”. Hasta el último momento, como en el beisbol que se estaba riendo el jugador, va a ser out o va a ser seis, no, pues fue seis y se libró, no podemos condenar a nadie. Dice Jesucristo: no juzguéis y no seréis juzgados”.

 

Hasta ese momento, en el 2014, Raúl había publicado nueve libros. Y en la entrevista aclara: “Lo que yo escribo en mis libros es mi opinión. No es la opinión oficial del Opus Dei”. Y dice: “Yo tomo del depósito del patrimonio de la Iglesia Católica y los pongo a mi manera, y el Opus Dei respeta mi modo de escribir”. Sería imposible que una institución católica no respetara la libertad de expresión, sobre todo cuando se trata de un literato exigente consigo mismo, de corazón apegado a la Palabra de Dios, relacionado íntimamente con la Santísima Trinidad y bien acompañado por los arcángeles. Pero, además, Raúl no hace sentir lejano ni ajeno a Dios de los seres humanos. El Dios que Raúl Espinoza nos presenta está en todos y toda situación, amorosísimo con los seres humanos.

 

Sus libros son un rescate a la dignidad humana. Yo atesoro cinco de sus obras: “Figuras de la literatura contemporánea” (Minos III Milenio, México 1990); “Si quieres, puedes ser feliz” (Panorama Editorial, México 2011); “Vencedores” (en coautoría con Ernesto Bolio y Arciniega, Panorama Editorial, México 2011); “Es posible rehacer mi vida?” (Minos III Milenio, México 2014); “Dios me buscó primero ¿Cómo me encontró?” (Minos III Milenio, México 2015). Estoy segura de que muchas personas se han sentido comprendidas y perdonadas al leer a Raúl Espinoza Aguilera, con el deseo de recibir la gracia de volver a Dios y llevar una vida llena de bondad, alegría y paz.

 

La última entrevista que tuve el privilegio de hacerle fue el 19 de agosto de 2015, con motivo de la publicación de “Dios me buscó primero ¿Cómo me encontró?”, un testimonio a cuatro décadas de ser numerario del Opus Dei, “porque”, a decir del mismo Raúl, “al cumplir más de 40 años en el Opus Dei, dije: han pasado cuatro décadas y tengo mucho que contar. No me puedo morir sin decir por qué nació, se gestó, una vocación”.

 

En la dedicatoria de su puño y letra con la que me obsequió un ejemplar de esta obra testimonial, Raúl dice: “Cada caminante tiene su propio camino para encontrar a Dios”. Y en la entrevista profundiza al respecto de cómo en el matrimonio también hay un llamado muy claro a llegar a Dios: “basta pensar en nuestras madres, en nuestros padres, y ver cómo tuvieron una vida muy entregada a nosotros sus hijos. Nosotros fuimos siete. Del lado de mi padre fueron 12, y del lado de mi madre fueron 11 hermanos y yo recuerdo a mis abuelos volcados. Su vida y su felicidad eran sus hijos, era su entrega, era una entrega a sus hijos, a los hijos de Dios y un camino también de santidad”.

 

Recordó que san Josemaría proclamó la santidad en todos los estados de vida, en 1928, y mucha gente no lo comprendió. “Pero, luego, en el Concilio Vaticano II se confirmó que, por el sólo hecho de estar bautizado, cualquier persona, casada, viuda, soltera, sacerdote, religioso, laico, puede encontrar su camino de plenitud cristiana, donde esté en la estructura temporal, aislado del mundo o dentro del mundo, ayudando al prójimo”.

 

Raúl Espinoza explica que Dios llama en susurros, advierte que no sucede espectacularmente. Dice que hay que desear el llamado y estar atentos. Advierte que hay gente que siente el llamado y huye, como ese discípulo que le pregunta a Dios: “Señor ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Pero aquel joven, como era rico, se dio media vuelta y se fue entristecido. Al decir esto, Raúl profundiza y declara que Jesús invita, pero te deja en completa libertad. Tú puedes decir sí o puedes decir que no. “A lo que voy es a que Dios no llama ni a grandes voces, ni con relámpagos, ni con rayos, ni con luces, sino que llama a través de las cosas más ordinarias. Puede ser en la tranquila soledad de un templo, leyendo el Evangelio, haciendo un rato de oración, en la acción de gracias de la comunión, y frente al sagrario diciendo “Señor, ¿Qué quieres de mí? Aquí está mi vida, siento una inquietud y tú dime qué quieres hacer”.

 

Al preguntarle cómo fue el llamado en su caso, nos dijo: “Ahora mismo recuerdo un sueño que tuve, muy vivo, donde yo estaba frente a Dios, me miraba las manos y le decía a Dios -que sentía que en ese momento ya me llamaba a su presencia- y le decía: perdóname, Dios mío, estoy con las manos vacías, no sé qué ofrecerte, qué vergüenza, no he hecho obras buenas en mi vida. Y así se repetía reiteradamente. Desperté y ese día, recuerdo que se lo comenté a una muy buena amiga mía. Y me dijo: “oye, ese sueño no lo eches en saco roto, Dios te puede estar dando un mensaje. ¿Por qué no hablas con un sacerdote? Ve a una iglesia, háblalo con Dios”. Así lo hice y entonces, me decidí a fundar un movimiento de ayuda social entre muchachos de la prepa porque mi padre me había enseñado mucho a hacer obras de misericordia: en invierno a llevar cobijas a las zonas más pobres, llevar canastas de alimentación básica, etcétera. Entonces, eso de que estás con las manos vacías y el tiempo corre y Dios te pide más, eso fue algo que me marcó en la vida. Otra cosa fue un baile, pero no un baile mío, sino de un hermano lasallista de donde yo estudie. Él salió huyendo del régimen de Fidel Castro, fue expulsado, y se fue a Obregón, Sonora, a darnos clases, y este hermano era tremendamente alegre y había entrado ya como hermano mayor, y ponía música guapachosa y nos decía vengan a bailar, el que no baila es un viejo decrepito, no concibo la juventud sin la alegría, sin bailar. Y un compañero le dijo: “yo no entiendo que esté usted tan alegre bailando si no tiene una esposa o una novia.  ¿De qué está alegre?”. Por una razón simple, dijo el lasallista, porque el amor de Dios es infinitamente superior al amor humano y esto algún día lo entenderás, con el tiempo, no es fácil de captar”.

 

Así fueron sucediendo cosas en el entorno de Raúl, quien, atento al llamado, podía escucharlas y sentirlas en su interior. “Cuando se siente el amor de Dios en plenitud se siente un fuego en el alma y eso queda encendido permanentemente”, había dicho el lasallista. Por eso, cuando su hermana le dio el libro de “Camino”, de monseñor Escrivá de Balaguer, Raúl Espinoza leyó: “que tu vida no sea una vida estéril. Deja huella. Ilumina el mundo, los corazones de los hombres, con la luminaria de tu afecto y de tu amor”. “Bastó leer ese primer punto de camino para decir: ¡de aquí soy!”.

 

Tras leer “Camino”, Raúl buscó información del Opus Dei y se acercó a una oficina a decir que él quería ser de ahí. En la entrevista nos explica que interpreta la vocación a ser parte del Opus Dei “como una entrega en la entraña y encrucijadas del mundo, estar en medio del mundo sin sentirme separado ni siquiera por una hoja de papel, sino en la entraña, en las encrucijadas del mundo, codo con codo con colegas, como un comunicador más, como un escritor más”. Así fue que se animó a ir con un padre del Opus Dei, a quien le llevó un conjunto de artículos escritos por él. “Pero le dije: yo tengo una inquietud, a ver si usted me puede orientar. Mi inquietud es que no quiero ser religioso, ni monje, ni irme de misionero, ni hermano lasallista, quiero ser profesionista, ser un comunicador, y un escritor más, con una entrega cien por ciento a mi profesión, difundiendo valores, y, en esa profesión, tener una vida enamorada de Dios en todas mis actividades. El nervio que va a unir todas mis actividades es el amor a Dios y a todos los que me rodean, porque lo que yo quiero, por supuesto, es ayudar a que se acerquen a Dios, a las almas fáciles y a las difíciles”.

 

Tras su testimonio que nos llenó de ternura y aprecio por constatar que había logrado hacer vida su anhelo, hice muchas preguntas a Raúl sobre el Opus Dei y mitos que existen alrededor de la Obra. Nos aclaró que no es una organización elitista, que hay campesinos y obreros que son supernumerarios, que la amistad está permitida para con todos, que no es una institución ultraderechista como se piensa desde que Franco invitó a su gabinete a algunos miembros de Opus Dei, que en la Obra hay gente con distintas posturas políticas, distintas profesiones, y que están en el mundo, que los estados de vida son de soltería, casados o sacerdotes, que el voto de amor para los célibes puede disculparse tras un trabajo de discernimiento y el numerario podría llegar a ser supernumerario y casarse. En fin, con todo detalle, sencillez y valentía afrontó las preguntas y respondió con audacia cristiana y libertad plena. Raúl Espinoza Aguilera no sólo rescató almas fáciles y difíciles, sino que aportó valiosas y fieles interpretaciones al verdadero espíritu del Opus Dei.

 

Para nosotros, en Fundación para la Promoción del Altruismo, siempre fue muy grato y significativo que un hombre tan limpio de corazón, con la mirada puesta en Dios y en las problemáticas humanas, nos acompañara a realizar una maravillosa labor periodística en favor de la justicia social con base en los principios de la doctrina social cristiana. Raúl fue como un adelanto, en vida, de cómo se vive Fratelli Tutti, escrito por papa Francisco, y estamos muy agradecidos. Ahora pedimos su intercesión por la paz de México y el mundo.

 

Gracias, Raúl Espinoza Aguilera, por tu cariño, sencillez y prolífica bondad en tus mensajes.