Perros Guía: Una luz en la vida de personas ciegas
Autor: Ian Castelo Espinoza
Fotos: Ian Castelo Espinoza
Por encima de la luz de la mañana se interpone la presencia de los diversos sonidos: pasos de personas atravesando el patio, las sillas de metal que se acomodan, murmullos de personas que buscan sus lugares, una guitarra afinándose y labradores ladrando de vez en cuando. Bajo la carpa de lona azulada se congregan los invitados y Silvia Lozada Badillo, fundadora de la Escuela, se prepara para recibir a sus invitados especiales: los perros que se gradúan y otros que se jubilan de su labor de guías. Una frase resuena: un perro guía es la luz de una persona ciega.
La guitarra está afinada, la baterista suelta un redoble de ensayo y del teclado brotan las notas que develan parte de la primera canción de la mañana. Y de pronto aparece en escenario una mujer baja, sonriente; de su rostro destacan las gafas oscuras que porta. Se sienta frente a toda la gente y se levantan los aplausos. Es Silvia Lozada, Badillo presidenta y fundadora de la Escuela para Entrenamiento de perros guía para Ciegos IAP; la acompaña Kitty, su perro guía. “La escuela educa, cría y entrena perros para darlos a personas ciegas, y esta graduación es una oportunidad de compartir con los donantes, voluntarios y familias adoptivas este logro”, expresó.
Las mesas se llenan de invitados al son de la música. Se abre la mesa de comida y entre los pasillos la gente camina, se tambalea, a algunos los acompaña otra persona para guiarlos hasta su lugar para no resbalar ni tirar el platillo de sus manos. Aquellos que caminan lentamente con las manos al frente llevan puestos antifaces oscuros. Se desarraigan de su vista y confían en ellos mismos o en su acompañante. Y algunos cantan con el tono del triunfo cuando han llegado a sus lugares:
Si una vez dije que te amaba,
Y que por ti la vida daba
Si una vez dije que te amaba, no lo vuelvo a hacer
“Yo creo que todos debemos de vivir la experiencia de taparse los ojos con el antifaz para poder ser empáticos”, dijo Roberto Acevedo, quien acompaña a su esposa en la ceremonia de jubilación y graduación de perros guía. Después se quita el antifaz unos momentos y dice enfáticamente: “Estar en ese mundo te cambia totalmente la perspectiva. Creo que esto debería ser difundido a grandes escalas para que la gente pueda ser más empática y podamos ayudar a la gente que perdió la vista o tiene una discapacidad”.
Al otro extremo de la explanada en que se celebra el evento, se mira caminar con lentitud y cautela a Naomi Martínez. Se sienta en su silla junto a su acompañante y, entre risas y sin desprender el disfraz de sus ojos, dice que “es muy importante que se conozcan estas dinámicas del antifaz para saber qué viven las personas ciegas, ponernos en los zapatos de alguien más”.
El tempo del bombo de la batería se vuelve más lento y armoniza con la calma que predomina en el aire matutino. Continúa el telón musical de una voz femenina que canta:
Todo cambió cuando te vi
De blanco y negro a color
Me convertí
A ese mismo compás musical, el color del mundo se pinta de negro. Los invitados continúan desayunando a ciegas y un par de perros labradores descansan a un lado de sus dueños. “Vengo a apoyar, a checar, ver y vivir la experiencia que vive mucha gente cuando pierde la vista”, comentó Cynthia Gabriela Calderón, quien llegó a la Escuela para Entrenamiento de Perros Guía para Ciegos cuando llevó al veterinario de esta institución a su perro invidente. “Me explicaron la dinámica y nosotros quisimos cooperar. La dinámica es: te ponen un antifaz completamente obscuro para que simules que estás ciego, ¡y lo difícil que es llevarse un bocado a la boca!”.
De pronto, el silencio solemne esconde la voz del teclado y sus armónicos acompañantes. Silvia Lozada se levanta y anuncia que viene la ceremonia más importante del día: la jubilación y graduación de perros guía. “La verdad estamos contentos de que nos acompañan en esta actividad voluntarios, prestadores de servicio social, donantes, el personal, y que les podamos mostrar en qué se aplican sus recursos, a qué personas rehabilitan, a qué personas se apoya”, dice con ímpetu la fundadora de la primera escuela de entrenamiento de perros para personas ciegas en América Latina.
Entre agradecimientos por parte de Silvia Lozada hacia todo el equipo que pertenece a la institución, expresa que el presente evento es una muestra de “transparencia y rendición de cuentas porque sin la ayuda de todos no sería posible entrenar y donar más perros guía a personas con discapacidad visual”. Además, hace hincapié en erradicar la constante discriminación que las personas ciegas padecen en lugares y transporte. “Hemos hecho alianza con el Instituto de las Personas con Discapacidad de la Ciudad de México. Ellos nos están apoyando para difundir y hacer una campaña para erradicar la discriminación y hacer que los perros puedan entrar con los usuarios a cualquier lugar, a cualquier transporte”.
La ceremonia da paso primero a los jubilados. Abren paso las personas y dos labradores dorados, grandes y peludos reciben la orden oficial de jubilación por ejercer con esmero su labor de guías para personas ciegas. Son Hunter y Gupi, quienes se gradúan oficialmente cuando les colocan el birrete negro sobre sus cabezas suaves. Los aplausos se mezclan con el aire fresco y, después de los reconocimientos, Gupi es adoptado por una familia. El aplauso impetuoso de la gente los despide y Silvia Lozada anuncia la siguiente conmemoración: la graduación de dos perros guía.
Se abre paso hacia el escenario y pareciera una pieza de dominó que camina y mueve sus colas. Una es Hakuna, una perrita labrador negra y grande; la otra, a su lado, es Odessa, una perrita labrador blanca, con nubarrones sutiles de cabello dorado, que camina con más calma. Ambas llegan ante Silvia Lozada y las conmemoran como perritas graduadas para guiar a sus próximos acompañantes. Se les coloca su birrete negro y los aplausos no cesan sino hasta que Fausto Fernández, persona de discapacidad visual y que recibe a Hakuna, sube al escenario. “Vine a recibir mi segundo perro guía: Hakuna. Este fue el evento en el cual se graduó. Ya de aquí en adelante es iniciar una nueva etapa y una aventura en compañía de ella”, dice Fausto frente a todos.
Hakuna y Odessa están oficialmente graduadas y el evento está por terminar. La banda de músicos de Gerardo Arturo Bermúdez, quien es invidente y toca el teclado, cierra con algunas canciones y la gente comienza a despedirse. Los perros graduados y jubilados se retiran y son llevados con sus nuevos dueños, a quienes les ofrecen la luz a través de sus ojos perrunos. La venta de artículos para apoyar a la fundación continúa, ya que desde que comenzó la pandemia la crisis que atraviesa la escuela se agravó y están a expensas de los donativos y apoyos financieros.
Silvia Lozada Badillo adquirió discapacidad visual a los 3 años de edad a consecuencia de una enfermedad viral, pero nada la frenó para estudiar Derecho en la UNAM y, después de darse cuenta de los diversos problemas que atraviesan las personas ciegas en el país, decide fundar en 1988 la primera escuela de perros guía para ciegos en América Latina, con el fin de compartir la libertad e independencia que los perros adiestrados otorgan a las personas con esta condición. A lo largo de los años se han graduado más de 135 binomios (personas ciegas – perros guía) con usuarios de diversos estados del país y de otras naciones latinoamericanas.
Por su parte, los perros guía son seres vivos que llevan a cabo una noble misión: devolver la movilidad e independencia a personas ciegas, evadiendo una infinidad de obstáculos que obstruyen su camino. Para cumplir con su objetivo, los perros deben ser educados y entrenados desde cachorros, como explicó Efrén González Bermúdez, quien ha sido entrenador de perros guía en la Escuela para Entrenamiento de perros Guía para Ciegos por más de 25 años. “Cuando me di cuenta de lo que se trataba, de lo que hacían los perros guía, me enamoré más de la causa”, señaló.
Asimismo, explica que el proceso de entrenamiento de los perros tiene 3 etapas: “la primera es durante el primer año de vida del cachorro; este pasa por un proceso de socialización estando con una familia en adopción temporal, quienes nos ayudan con la crianza y la exposición del cachorro a muchas situaciones. Una vez que concluye este proceso del primer año, comienza ya su entrenamiento especializado que dura de 4 a 5 meses, en donde ya aprender a ser un perro guía. Y una vez que concluye este proceso, ya viene la capacitación con la persona ciega, que dura de 3 a 4 semanas, en donde la persona va a aprender a manejar y cuidar el perro guía”.
Además, Efrén González reiteró en que, si se ve un perro guía por la calle, no se deben acariciar ni ofrecerles comida, pues están trabajando y al distraerlos pueden causar un accidente.
El evento termina y el aire de la mañana se calienta al aproximarse al mediodía. La gente sigue despidiéndose. Silvia Lozada, después de múltiples felicitaciones por su labor, se sienta en una de las mesas vacías junto a su perrita Kitty, y la fundadora de la escuela se da el tiempo para añadir unas palabras: “Invito a la sociedad a sumarse a esta hermosa causa, de mirar con el corazón a través de los ojos de los perros y del entrenamiento que les damos. Invito a que hagan donativos deducibles de impuestos y a que la escuela se fortalezca financieramente para poder entrenar más perros, pero sobre todo servir a más personas ciegas, y ofrecerles estos hermosos ojos nobles y dispuestos a guiar”.