Para permanecer alegres: NECESITAMOS PACIENCIA
Autor: Gabriel Martínez Navarrete
La tristeza es la pasión más terrible que impide la acción de la razón. Se necesita una virtud que anonade a la tristeza y nos haga alegres, la cual es la paciencia.
Con la paciencia “soportamos los males con igualdad de ánimo, sin que la cobardía nos haga abandonar el bien que ha de conducirnos a los cielos” (san Agustín).
La paciencia hace soportar la adversidad: Reprime primero la tristeza, evita el odio, deja campo libre a la caridad e impide las reclamaciones injustas.
La caridad es paciente. “El ardor del deseo produce la tolerancia de las penas y de los dolores; nadie consiente de buena gana en lo que lo tortura, si no es a causa de lo que le regocija” (san Agustín).
La paciencia es la raíz de las otras virtudes porque aparta los obstáculos para su ejercicio, por ejemplo: la virtud de la longanimidad: atiende a un bien más o menos lejano, y no se desanima por la prolongada espera en conseguirlo. La virtud de la constancia: no contenta con esperar pacientemente el bien que espera, se dedica con obstinado trabajo en realizar ese fin.
Solo la caridad –el amor a Dios más que todo- inspira el sacrificarle todos los bienes creados, por lo tanto: soportar con alegría todas las penas que resultan de la privación. La paciencia “soporta voluntariamente y todo el tiempo que sea necesario, cosas difíciles penosas” (Cicerón).
Es importante que nos eduquemos en la paciencia. No nacemos pacientes: Como toda virtud esta se adquiere con repetición de actos.