PARA FABRICAR UN NIÑO SE NECESITAN TRES

17 septiembre, 2021

Al hablar de un embarazo y la espera del nacimiento de una criatura, en las mejores condiciones, siempre se hace referencia a la salud de la madre, de procurarle el apoyo físico y psíquico que necesita. También está presente la labor del padre como corresponsable del suceso. Pero nos olvidamos de Dios. Sin Él no existe la maravilla de la procreación.

Al darse la fecundación, el nuevo ser humano es querido por Dios. No es alguien que nace y “a ver qué sucede”, esa criatura tiene una misión, un encargo directamente dado por Él. Y además dotado con unas inclinaciones para realizar ese proyecto. Esa misión es para provecho de la misma persona, y con esa tarea beneficiar a los demás.

Por lo tanto, tener conciencia de la misión de toda persona es otro motivo para respetar toda nueva vida. Desde luego a su inicio es importantísimo, porque en esa temporada dependen totalmente de los demás. Pero durante toda su vida podemos acercarlo o alejarlo de la realización de su finalidad. Por eso es necesario que acceda a una buena educación y reciba buenos consejos.

Por lo tanto, todos tenemos la gran responsabilidad de hacer el bien a los demás, de aconsejarlos y de darles buen ejemplo. Podemos conocer las cualidades de personas cercanas, pero aún las desconocidas, con las que tenemos poca relación, necesitan de nuestra ayuda, aunque sea circunstancial. Todos nos necesitamos.

Pero, volvamos a la importancia de la madre. Ella de modo natural y bien orientada, la más eficaz para conducir a su hijo y para cuidarlo. También el hijo o la hija, suelen recibir esa influencia más profundamente dada la herencia de la consanguinidad. Por eso, es un gran error pensar que la maternidad rezaga a las mujeres, centrándolas en un mundo infantil.

El papel del padre también es importantísimo. Si quiere ser buen padre ha de ser buen esposo. Ha de apoyar a su mujer dándole seguridad en los primeros pasos de la maternidad. La unidad entre los dos es una manera de impulsar al hijo. El pequeño al detectar que ambos van unidos desarrollará la seguridad en sí mismo, imprescindible para llegar a ser lo que Dios quiere de él.