Morir para vivir

5 noviembre, 2021

Autor: Ana Teresa López de Llergo

No es equivocación el título de este artículo, es una verdad. Sabemos que el alma se separa del cuerpo y eso es la muerte. Nos consta que el cuerpo se va descomponiendo, y después de un tiempo, con mucha razón, hablamos de los restos de una persona.

Pero del alma no podemos decir lo mismo porque no es material. Sin embargo, la filosofía nos enseña que lo que no tiene partes no se puede dividir, ni herir, ni transformarse en algo distinto como sucede con el cuerpo.

El cristianismo nos confirma lo anterior y nos explica mucho más. El alma, según haya sido la conducta de la persona puede tener tres oportunidades: el cielo, el purgatorio y el infierno.

Va al cielo si fue una persona que vivió esforzándose por hacer el bien, rectificando y reparando el daño ocasionado, además tratando de no reincidir. Esas personas pueden confiar en que su alma irá al cielo. Para confirmar que está en el cielo, Dios permite que las peticiones que les hagamos tengan respuesta y el problema quede resuelto.

Va al purgatorio si en vida no hizo el mal, pero fue mediocre en su conducta para hacer el bien. Estar en el purgatorio es muy doloroso, pero es la oportunidad de completar con sus sufrimientos, lo que debió realizar en el tiempo de vida en la tierra.

Va al infierno quien actuó mal, despreció las oportunidades de rectificar, dio mal ejemplo y arrastró a otros. Desperdició sus talentos y cultivó los vicios. Estar en el infierno será por toda la eternidad. Solamente el purgatorio es pasajero. Al final solamente quedará el cielo y el infierno.

Por eso, hay que tratar de estar preparados, no sabemos cuándo moriremos.  Ante lo desconocido, es natural sentir temor. Mientras tanto es muy recomendable rezar por las almas del purgatorio, así les ayudamos a ir más pronto al cielo.