“¡MI ESPOSO SE PUSO CELOSO DE NUESTRO HIJO!”
La llegada de los hijos, sobre todo del primero, pueden ocasionar algunos problemas en la relación de los esposos. Y es natural, porque después de la luna de miel y de un periodo más o menos largo en que los nuevos esposos se tienen uno al otro totalmente para sí, la llegada del hijo supone un cambio radical en la dinámica de la joven familia; sin embargo, si las cosas se cuidan desde el principio, esto no tiene por qué suceder.
Los hijos son, como dijo San Juan Pablo II, “un don preciosísimo del matrimonio, signo de unión conyugal y una síntesis viva del padre y de la madre” Por lo tanto, los hijos deben ser un elemento importante de unidad entre los esposos y no causa de conflicto.
Cuando se dan problemas ante la llegada de los hijos, por lo general lo que pasa es que se ha descuidado la participación del padre desde antes del inicio del embarazo. Una primera causa puede ser el que no hubo un acuerdo entre ellos sobre la conveniencia de engendrar un hijo, por lo que el embarazo llegó como una sorpresa para el padre, la madre o ambos.
Los esposos tienen que tener presente que, de su relación conyugal sexual, es muy normal que se siga un embarazo; por lo tanto, deben estar abiertos a que eso ocurra, ya que no es el niño quien decide venir al mundo, sino que son ellos quienes lo llaman por medio de su amor conyugal expresado en su relación sexual.
Por eso, a lo largo del embarazo es importante que ambos acepten incondicionalmente la llegada anunciada de ese hijo, considerando que ellos mismos son la causa de su existencia, que es una persona nueva que ya forma parte de su familia y que merece la aceptación incondicional y el amor por ser persona y por ser hijo suyo.
También es importante que el esposo participe en las visitas al médico, se mantenga informado del desarrollo intrauterino de su hijo, y de cómo se siente su esposa a lo largo de estos meses.
Conviene hacerlo participar en las decisiones sobre las cosas que habrá que comprar para preparar el hogar al nuevo “residente”, y todo lo que necesitará en cuanto nazca. Compartir la ilusión es una clave para que el padre se sienta totalmente integrado a la espera de su hijo.
Una oportunidad más de involucrarlo es acompañar a su esposa en el caso de que tome un curso de parto psicoprofiláctico, que ayuda mucho a tener un buen parto con menor sufrimiento y sin afectar el bebé con medidas extremas, tanto para evitar el dolor como en la forma de atender el nacimiento que debe respetar el proceso natural. Hoy en día se acostumbra que el papá asista también al parto, eso le ayuda a participar siquiera acompañando a su esposa en esta situación difícil y maravillosa de traer un hijo al mundo.
Una vez que el bebé esté en casa, la esposa debe cuidar de dar al bebé toda la atención necesaria sin descuidar la atención y cercanía con el esposo. En realidad, hay sólo tres cosas que un hombre no puede hacer por sus hijos: gestarlos, parirlos y amamantarlos. Fuera de esas tres cosas, el papá puede perfectamente cargar a su hijo, darle el biberón, cambiarle los pañales, arrullarlo, hablarle y decirle cosas tiernas, observarlo y maravillarse por lo que es tener en brazos ¡a un hijo suyo! Si ambos comparten la maravilla del hijo, el esposo no tendrá por qué sentir que se le deja de lado.
Por el contrario, se sentirá mucho más cerca de su esposa puesto que ha compartido con ella el milagro de la vida. Los esposos tienen que cuidar su relación conyugal con especial esmero; antes sólo era por el bien de los dos, ahora es por el bien de los tres, y más adelante, si tienen más hijos, su relación amorosa de esposos será importantísima para ellos y para toda su familia.
La paternidad debe ser un motivo más de estar y sentirse unidos el marido y la mujer. Darse cuenta de que, de verdad, en cada uno de sus hijos, está el amor de uno y otra que ha logrado una unidad amorosa tal que se ha convertido en unas personas nuevas, que son realmente un testimonio de lo que ellos se han amado, y otra causa más para seguir amándose, cada vez más y mejor