¿Mayor Progreso? COMENCEMOS POR LA RENOVACIÓN MORAL DE LA FAMILIA
Autor: Gabriel Martínez Navarrete
En la crisis actual, en la cual casi todos hablan de la corrupción, existe otra crisis gigantesca a la que no se le da casi importancia. Afecta a muchas familias que pasan por una prueba de fuego, más dura y difícil que por la puedan pasar las organizaciones más flageladas del país.
Hay casos evidentes: el aumento de divorcios y de abortos son hechos que dañan directamente a la familia, célula y columna vertebral de la sociedad. Además, hay otros problemas humanos que también atacan a la institución familiar.
Así, el problema de la vivienda ocupa gran parte de las actividades del gobierno, y que, a final de cuentas, se reduce a la responsabilidad de facilitar la vida de familia. Hay que violentarse uno, para poder imaginar que en esas viviendas de “interés social”, caras y minúsculas, pueda vivir con normalidad una familia.
Una casa pequeña, para la vida íntima de la familia, necesita como mínimo tres habitaciones: una para los esposos, otra para los niños y una tercera para las niñas, además de baños, sala y comedor, etc.
¿Cómo esas viviendas tan estrechas –que no reúnen este mínimo familiar- puedan contribuir al gozo con el cual deba ser esperado un nuevo hijo, si de antemano ya no hay lugar para él?
El problema escolar, en el cual una deficiente distribución de los fondos públicos, empaña el derecho a elegir un adecuado centro educativo, que no angustie a las familias. En este caso, me refiero a la libertad de enseñanza que es, sobre todo, un derecho de los padres y de su prole, y no un problema exclusivamente de profesorado.
¿Por qué esa imposición de textos únicos y obligatorios en las escuelas estatales? Que sean gratuitos, se agradece; pero que esos libros sean únicos y obligatorios, representa una violación del derecho de los padres para educar a sus hijos conforme a las propias convicciones, aunque el Estado sostenga lo contrario.
La intensificación aguda de los problemas de trabajo y seguridad provoca que innumerables hogares vivan en la zozobra, por la cruda realidad de no enfrentarse a una situación en la que no hay los medios imprescindibles para llevar una vida genuinamente humana: en concreto me refiero a la situación de miseria material.
Muchos espectáculos y publicaciones no son sólo un problema de “mal gusto”, sino agobio para muchos padres de familia que luchan por formar a sus hijos como hombres de bien, es decir, personas de criterio que sepan adaptarse a la realidad y trabajar en labores conforme a la dignidad humana y divertirse sanamente.
El aumento de la corrupción de personas que llevan cargos de responsabilidad, es de algún modo, manifestación de que las cosas en la familia no van muy bien.
Porque, qué difícil es –casi imposible- gobernar honestamente una empresa pública o privada, si antes no se viven los deberes y se ejercitan los derechos en la propia familia: si antes no se es buen marido o esposa, padre o madre, hija o hijo; si falta u sano autodominio.
Si aquellos que tienen influencia en la sociedad no protegen y ayudan a la familia, respetando y haciendo que se respeten los valores humanos. La renovación moral o lucha contra la corrupción, quedará reducida a un eslogan que permite encubrir los más graves desórdenes en aras de un legalismo y una retórica inútil.
El amor a la patria empieza en la familia. Por ello, hemos de poner los medios para mejorar siempre y permanecer invariablemente optimistas. La religión y la moral son de primera importancia.