Anunciación.- Celebramos la conmemoración litúrgica de Santa María Magdalena, que Francisco elevó al mismo rango que la fiesta de los Apóstoles San Pedro y a San Pablo. ¿En qué consiste este gesto de reivindicación de la mujer en la Iglesia?

1. Un reconocimiento a la dignidad de la mujer. El año pasado, Francisco quiso elevar el rango litúrgico de la celebración a anual de Santa María Magdalena (22 de julio), de “memoria” a “fiesta”. Esta disposición se inscribe en el actual contexto eclesial que pide reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza de la misericordia divina. (Radio Vaticana, 10 junio 2016)
El Papa ha manifestado frecuentemente que “la Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que esta desempeña” y que “la mujer es imprescindible para la Iglesia”. Y también ha advertido que “no hay que confundir la función (que se tiene en la Iglesia) con la dignidad”. (Entrevista, 20 sep. 2013)

2. La dignidad de la mujer y su función. El Papa desea destacar que la dignidad de la mujer es el fundamento de los roles que se pueda desempeñar en la Iglesia. Por eso, afirmó que es necesario “profundizar más en la figura de la mujer en la Iglesia”.
Y, en concreto, Francisco explico que “hay que trabajar más hasta elaborar una teología profunda de la mujer”, porque sólo después de poner ese fundamento “podremos reflexionar mejor sobre su función dentro de la Iglesia” (ibídem).

3. La igualdad espiritual. El feminismo radical utiliza un criterio para promover la igualdad de hombres y mujeres, el cual consiste en que varones y mujeres deben realizar los mismo roles directivos y laborales. Y, cuando este criterio se aplica –sin reflexión– a la vida eclesial, algunas voces feministas piden que se permitan la ordenación sacerdotal de mujeres, etc.
Pero aquella es una igualdad meramente funcional, y no va al fondo: a la igualdad espiritual, que podemos visualizar en dos momentos de la vida de Santa María Magdalena. Primero, la Magdalena fue el “primer testigo” de que Cristo había resucitado. Esto significa que ella fue la primera que puso su seguridad no en lo material o lo mundano, sino en la fe de que Jesús está vivo.
Segundo, María Magdalena fue la que primera que anunció a los discípulos que ella había “visto al Señor”, el cual le pidió ir y darle esta buena nueva a sus seguidores reunidos en el cenáculo. Por eso, dos grandes autores, Rábano Mauro y Santo Tomás de Aquino (s. XIII), la llaman “apóstola de los apóstoles”, porque anunció a los apóstoles aquello que, a su vez, ellos anunciarán a todo el mundo.
Ahí están dos claves de la igualdad en la Iglesia: tanto los varones como las mujeres están llamados a ser testigos de Cristo, y por eso ambos están llamados a poner su seguridad sólo en Jesucristo, y ambos están llamados a vivir de tal manera que su conducta ponga de manifiesto que Jesús está vivo.

Epílogo. El “feminismo” en la Iglesia no tiene nada que ver con la igualdad en los roles de servicio litúrgico o jerárquico, sino que se funda la igualdad en la fe y en la igualdad de misión de anunciar al mundo de hoy que Jesucristo vive.
De ahí que la valoración de la mujer en la Iglesia no consiste en que las católicas puedan ser ordenadas sacerdotisas, sino en que ellas mismas se decidan a ser testigos de un fenómeno religioso al que sólo se accede por la fe: que Jesús ha resucitado.
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