Madres ejemplares que ayudan a emigrantes

Raúl Espinoza Aguilera
Blog: www.raulespinozamx.blogspot.com

El periódico “El País” publicó –en su versión digital- un impactante documental sobre los emigrantes que proceden de diversos países centroamericanos y se dirigen rumbo a los Estados Unidos. Se ven obligados a tener que cruzar la geografía de México: unas veces escondidos en tráilers, otras veces en autobuses y también lo hacen subiéndose como “moscas” a los trenes cargueros que arrancan desde la frontera con Guatemala y se dirigen hacia el Norte, para intentar cumplir con su sueño de conseguir un trabajo en la Unión Americana. Así que se ha vuelto popular, entre otros cargueros, el tren que  atraviesa los poblados y rancherías de varios estados del sureste y centro la república, y es conocido como “El Tren de las Moscas”.  En él  viajan cientos  de personas trepados sobre los vagones. No llevan alimentos, ni agua ni dinero… Me decía una alta funcionaria de un  país de Centroamérica que en todas esas regiones se ha soltado una oleada de desempleo en el campo y en la ciudad y, por lo tanto, de hambre y desnutrición. Y por ello muchos prefieren huir rumbo al poderoso país del Norte para resolver su dramática situación y, a la vez, con la finalidad de enviarles un poco de dinero a sus familiares. Es meritorio un importante detalle que han captado la directora y el guionista de este filme, Nieves Prieto Tassier y Fernando López Castillo, entre otros colaboradores: ¿cómo logra sobrevivir toda esta gente durante el trayecto, sin recursos económicos? Porque han abandonado sus respectivos países, como  dice Antonio Machado, el poeta de Castilla: “Casi desnudos, como los hijos de la mar”. Estos comunicadores y expertos en cine, localizaron un poblado llamado La Patrona, en el estado de Veracruz por donde pasa diariamente este tren con emigrantes. Un grupo de señoras y mujeres jóvenes se percataron de la dolorosa situación de esos viajeros, así que formaron un equipo para cocinarles arroz, frijoles, verduras; para darles pan, agua… En total son 14 mujeres las que se han organizado para servirles y llevan ya un buen número de años realizando esta admirable labor. Algunas de las que entrevistan en el documental son: Rosa Romero, Lidia Laura Reyes, Leonila Vázquez, Norma y Leonila Romero… Y les llaman “Las Patronas”. ¿Qué me sorprendió de la condición de estas mujeres? Que son personas de escasos recursos pero que se dieron cuenta que ellas tienen “algo” –desde el punto de vista material- y los viajeros centroamericanos no tienen “nada”. Así que diariamente entre todas se cooperan y juntas preparan los alimentos. Me conmovió que hacen su labor con un enorme cariño, dicho en palabras más precisas, con caridad cristiana. Pero hay una grave dificultad y es que el tren no se detiene en este poblado de Veracruz, sino que sigue su marcha. ¿Qué se les ocurrió entonces a estas buenas señoras? Meter en dos bolsas de plástico negro la comida y amarrarlas firmemente con largos mecates, de manera que -al veloz paso del tren- los hambrientos viajeros estiren sus manos y gracias a las cuerdas logren quedarse con los alimentos. El mismo procedimiento lo hacen con el agua: juntan dos botellas de plástico vacías, las llenan del preciado líquido y las unen con mecates. Al entregárselas, se escuchan los  gritos agradecidos de los emigrantes: “¡Muchas gracias! ¡Qué Dios las bendiga! ¡Dios se los pague!” Norma Romero, con un crucifijo en su pecho, es entrevistada y le preguntan: “-Señora, ¿por qué  hace usted esto?” Ella responde con prontitud, como de quien lo tiene muy pensado y meditado: “Mire, esa pobre gente sufre mucho y me digo: ‘Allí está Cristo doliente que tiene hambre y sed’ ¡No dejes de ayudarlos!’ “. Algunos viajeros les arrojan desde el tren en marcha cartas con palabras de agradecimiento, con simpáticas caricaturas y expresiones como: “¡tenía mucha hambre y sed! ¡me salvaron la vida, patroncitas!” Porque su fama de bienhechoras se ha extendido por Centroamérica y, de antemano, saben que recibirán esta ayuda al pasar por ese poblado. Diariamente, “Las Patronas” entregan agua y alimentos en un promedio de 200 raciones. Una señora mayor, Leonila Vázquez, de 60 años, comenta: “Quisiéramos que el tren se detuviera para entregarles con calma a cada viajero su comida. Se me parte el corazón ver que muchos se quedan sin su ración. Yo rezo por ellos. Me da gusto que me griten emocionados al pasar: “¡Dios te bendiga, abuelita! ¡Que el Señor siempre te acompañe!”. Cada año, son alrededor de 40,000 ciudadanos que intentan llegar a Estados Unidos. Muchos de ellos son detenidos por la policía fronteriza; otros son golpeados, vejados, torturados, mutilados o asesinados en México por grupos de delincuentes que se aprovechan de su total situación de desamparo e indefensión. Son 8,000 kilómetros la distancia que separa desde la frontera de Guatemala hasta los Estados  Unidos y en ese período se exponen a toda clase de peligros, injusticias y abusos por parte de algunos connacionales. Por supuesto que se les quitan desaprensivamente sus identificaciones personales. Se calcula que cada año son 5,000 personas las que mueren en su riesgoso viaje y se reportan miles de desaparecidos en los últimos años. Es lamentable observar que, en ciertos sectores de la opinión pública nacional, se tiene el prejuicio que estos emigrantes son malvivientes, delincuentes de peligro. Pero no es verdad: son personas a las que les duele separarse de sus familias, pero que tienen una gran necesidad económica y no tienen más remedio que abandonar su país. Me parece que el gobierno de la república y las autoridades estatales, así como el gobierno de los Estados Unidos, deberían de realizar planes conjuntos para ayudar de modo efectivo a esta gente tan necesitada. ¡No es posible que se hagan “de la vista gorda” ignorando este gravísimo problema social y no se pongan remedios más efectivos contra tanto maltrato, asesinatos y abusos hacia nuestros hermanos centroamericanos! Sé que se han hecho estudios, acuerdos y proyectos para auxiliar a los emigrantes, pero es un largo camino todavía el que hay que recorrer para frenar  tanto atropello e injusticia. Es evidente que los planes y las buenas intenciones no bastan. Se deben de tomar medidas urgentes y enérgicas en contra de los que pisotean los derechos humanos. Estoy convencido que muchos otros mexicanos –a través de instituciones o individualmente- podrían organizarse para proporcionarles a los viajeros despensas de ayuda con alimentos y agua. Y lo harían con mucho gusto. Y yendo todavía más a fondo, ¿por qué el Presidente Obama tiene tan abandonada a las naciones de América Latina? ¿Por qué se mete el gobierno norteamericano en esas guerras absurdas, como la de Irak y Afganistán, en la que se gastan muchos millones de dólares, en vez de orientar todo ese dinero en fortalecer las economías regionales de países de nuestro continente y que se crearan nuevas fuentes de empleos? Sin duda, eso detendría bastante el flujo migratorio. Y volviendo al tema inicial, ¿no podría pararse al menos unos minutos el “Tren de las Moscas” en el poblado de La Patrona, Veracruz para que las buenas señoras entreguen con calma sus raciones a cada viajero? Es cuestión de una mínima sensibilidad humanitaria. Al final del documental, comentaba una de las “Patronas”: “¡Me alegra servirles por amor a Dios y por caridad!” Y yo concluía: ¡Cuántas veces las personas que menos tienen, nos brindan un maravilloso ejemplo de solidaridad y a menudo suelen ser las  que más ayudan! Ésa es la riqueza inconmensurable de nuestras mujeres y madres católicas mexicanas. Me parece una interesante reflexión a propósito del Día de las Madres.