LA VIDA HUMANA Y LA MUERTE

8 enero, 2021
María Teresa Magallanes 

El año 2020 nos hizo reflexionar, como nunca, en el sentido de la vida ante las noticias que nos iban llegando día con día sobre los fallecimientos de personas en todo el mundo. Tal vez al principio, la mayoría veíamos muy lejos las consecuencias de la pandemia, aunque lamentábamos la muerte que crecía primero en el otro lado del mundo, parecía quedarnos muy lejano el problema. Sin embargo, la experiencia de ver como iniciaron los contagios y la muerte de nuestros compatriotas hizo que fuéramos cayendo en la realidad que nos amenazaba.  Cada vez eran más cercanos las personas que enfermaban, de las cuales, algunos lo superaban y otros morían.

¡Que cerquita hemos visto la posibilidad de que nuestra vida se termine, justo cuando tenemos tantos proyectos en marcha, tantas ilusiones para el futuro, tanto que dar y tanto que amar!

Nos ha tocado ver vidas que se apagan de personas que tenían mucho que dar a este mundo tan necesitado de claridad, de verdad, de paz y justicia. A veces no valoramos tanto la vida humana cuando las amenazas están lejos de nosotros, pero, cuando vemos cada vez más cerca la posibilidad de que nosotros o las personas que más queremos se encuentren con la muerte, entonces sí que valoramos la vida, de ellos y la nuestra.

Valdría la pena reflexionar sobre lo que es la vida para cada uno de nosotros. La tenemos desde antes de ser conscientes de ello. A lo largo de los años que hemos vivido la hemos disfrutado, a veces sufrido, pero tal vez no nos habíamos percatado de la maravilla que es el hecho de vivir.

¿Por qué nosotros? Podían haber venido a la vida incontables seres humanos más en vez de nosotros y, sin embargo, aquí estamos. Recibir la vida es un privilegio y conservarla es un derecho de todo ser humano; por eso, en este tiempo de pandemia sentimos la necesidad de que conserven la vida todos los seres humanos y cada muerte nos duele y nos avisa; así como nosotros recibimos la vida y no otros seres humanos posibles, así nos puede tocar perderla durante esta pandemia en la que tantas personas la están perdiendo. 

Todos los días nos llegan noticias: ahora es fulano o fulana los que están enfermos, unos se recuperan de forma increíble, otros, a pesar de la poca o mucha, buena o mala atención, fallecen.

Estamos viviendo una situación que nos debe llevar a recobrar la convicción de que la vida humana tiene un valor incalculable; que el ser humano es el ser más valioso del universo, con todo y que efectivamente deba cuidar la ecología del planeta, precisamente por su propio bien.

Tenemos que escapar a toda prisa de la cultura de la muerte que se fue extendiendo en nuestro mundo sobre todo desde la segunda mitad del siglo pasado, y regresar a valorar, festejar y agradecer la vida humana, por ser la del ser con mayor dignidad que existe entre todos los seres conocidos.

  • Vale la vida de los viejos, hasta el último momento, por la sencilla razón de que son personas, pero también por todo lo que a lo largo de su vida han aportado a los demás. 
  • Vale la vida de los que están enfermos y merecen y tienen derecho, a que la sociedad y el Estado se empeñen en proteger su vida y ayudarles a recuperar la salud. 
  • Vale la vida de los adultos que son quienes mantienen en marcha el sistema económico por medio de su trabajo, para que todos niños y ancianos tengan lo necesario para conservar su vida. 
  • Vale la vida de los jóvenes porque ellos se están preparando para recibir la estafeta de los adultos y dar seguimiento al sistema social intergeneracional por el que unos se hacen cargo de los otros, los que están en edad productiva, de los que aún no pueden, o ya no pueden, ser productivos. 
  • Vale la vida de los niños, que están en esas edades que los adultos ya pasamos. 

 

Entonces éramos dependientes de nuestros papás, más adelante seremos tal vez dependientes de nuestros hijos. Ahora estamos en la edad de dar lo necesario a los menores y los mayores, con el esfuerzo diario de nuestro trabajo humano honrado. El ciclo de la vida es un maravilloso engranaje donde todos tenemos derechos y todos tenemos deberes de unos para con otros.

El ser humano es el único ser capaz de descubrir el sentido de su vida. Solamente las personas son conscientes del valor de su propia vida y la de los demás. Sólo la persona sabe lo que puede hacer para el bien propio y ajeno; solo ella puede decidir el curso de su vida. 

La persona humana es esencialmente libre, con una libertad que no le da nadie, porque es inherente a su ser y dignidad personal. Con su ser libre puede decidir el camino que quiere recorrer y la finalidad que quiere alcanzar. Con sus decisiones va escribiendo su propia biografía, de ella misma depende realizarse como la mejor versión de sí misma o dejarse ir con la ola de las ideologías de moda, dejarse llevar por la multitud en vez de hacerse dueño de su vida y dirigirla por voluntad propia hacia sus metas y alcanzar su fin.

Solo las personas que aprecian su vida, son capaces de reconocer y valorar la vida de los demás, de todos los demás, sin distinción alguna; sin tener en cuenta características diferenciales entre los demás como pueden ser la edad, el estado de salud, la apariencia física, la raza, la nacionalidad, etc. Todos somos igualmente valiosos, como yo, los demás, ni más ni menos.

Los que valoran su propia vida como un regalo inmerecido saben que, así como la han recibido pueden también comunicarla. La hemos recibido por herencia y podemos también heredarla a nuestros hijos, y esto es una forma de agradecer el don de nuestra vida. 

Actualmente, gracias a campañas muy bien orquestadas sobre este tema, muchas de las personas tienen ahora la idea de que heredar la vida a sus hijos es algo socialmente reprobable. Esto ha llevado a la sociedad una ideología basada en mitos sobre la capacidad de la Tierra para producir bienes para toda la población. No es la Tierra la que los produce sola, sino con la ayuda precisamente de los seres humanos. 

La Tierra guarda aún en secreto infinidad de bienes que puede ofrecer y que el ser humano no ha descubierto. Son los seres humanos quienes pueden seguir descubriendo toda la riqueza de este hermoso planeta para el bien de toda la humanidad. Pero, cuántos de ellos no podrán recibir la vida por los prejuicios de sus padres, ante una sociedad que ya no valora la vida.

Lo que tendríamos que exigir tanto la sociedad como el Estado, es el que, quien de la vida a un nuevo ser humano, se responsabilice de darle todo lo que éste requiere para su pleno desarrollo como persona desde la concepción hasta la juventud, para que se convierta en una persona de bien, tanto para sí mismo como para la sociedad.

Vivir es maravilloso y la defensa y conservación de la vida humana es, debe ser, tarea de todos.