La verdadera felicidad
Por: Ana Teresa López de Llergo
Todos deseamos la felicidad, sin embargo, en este asunto hay bastante desajuste y muchas veces se promociona una felicidad falsa. Por ejemplo, tenemos la experiencia de que en este mundo los anhelos de felicidad no se realizan sin privaciones, limitaciones e incluso circunstancias dolorosas. Y eso contradice nuestros sueños de eliminar todo tipo de contrariedad. Esto nos debe advertir que seguramente no estamos enfocando bien lo que es la felicidad.
Encontramos a familias muy pobres, con recursos muy escasos, y son felices. Hay personas muy serviciales y sacrificadas que anteponen sus gustos para ayudar a los demás, y son felices. Hay profesiones donde el descanso es mínimo y son felices. Hay ocasiones en que en un equipo de trabajo algunos ceden a favor de las propuestas de los compañeros, y son felices… Incluso, por creencias religiosas hay personas que viven privándose de casi todos los recursos, y son muy felices.
El mensaje es que la felicidad no consiste en poseerlo todo, satisfacerlo todo, excluir el dolor o los desprecios, conseguir de inmediato todo lo deseado, o tener vigor para sacar con éxito todo lo planeado. Ni tampoco vivir en las ciudades más modernas o con los equipos más potentes.
También encontramos personas muy felices en la ciudad o en el campo, rodeados de una extensa familia o acompañados por un padre o una madre mayor de edad o deteriorados en la salud.
Los rasgos comunes que podemos encontrar son: personas que saben disfrutar lo que tienen. No se comparan con los demás. Son activos, buscan superarse y mejorar sin caer en la ambición del insatisfecho que siempre desea más. Cuando tienen de más lo comparten con los necesitados. Saben controlar los apetitos y desterrar las ambiciones desproporcionadas que fomenta el consumismo.
En las relaciones humanas tienen sensibilidad para detectar las necesidades y desde sus posibilidades apoyan. Son afectuosos y confían, incluso se sacrifican desinteresadamente. La austeridad y el espíritu de servicio no causa tristeza, al contrario. Disfrutan la paz en el alma que proporciona el deber cumplido.
Es muy importante admitir que la felicidad terrenal no es plena, y quien tiene fe en una vida futura en el cielo, la goza desde aquí pues esa sí será absoluta. La esperanza auténtica siempre deja una alegría llena de paz y de apertura.