LA MUJER, EL HOMBRE Y EL INICIO DE LA VIDA HUMANA
¡Vivir es increíble!, como dice repetidamente un anuncio en la televisión, y creo que todos estamos de acuerdo. La vida es un regalo maravilloso que recibimos sin pedirlo. A tal grado lo apreciamos, que cuidamos nuestra salud porque, aunque sabemos que tarde o temprano tendremos que morir, tratamos de conservar la vida lo más posible, porque ¡nos encanta vivir!
Los seres humanos tenemos en nuestra misma persona una estructura de familia. Nuestro nombre revela cuál es nuestra identidad. Llevamos el nombre que nos asignaron luego de nuestro nacimiento, seguido de los apellidos, los de nuestra madre y nuestro padre. Nuestra vida personal hace referencia necesaria dos personas más, nuestros padres.
Sólo la unión entre el hombre y la mujer puede, en la mayoría de los casos, generar vidas nuevas, de su misma especie, la humana. Sin embargo, la vida humana es sumamente frágil; el hijo al nacer, necesita totalmente de sus padres para poder sobrevivir, crecer y desarrollarse durante muchos años; y digo de sus padres, porque el hijo no es sólo responsabilidad y quehacer de la madre. Hemos de tener claro que, salvo, gestarlo, parirlo y amamantarlo, funciones que sólo corresponden a la madre, todo otro cuidado y atención puede, y debe, realizarlos también el padre.
Estamos festejando en mayo el “Día de las Madres”, acabamos de festejar el “Día del Niño”, y obviamente, de la niña; en junio festejaremos el “Día del Padre” y el primer domingo de marzo se festeja cada año el “Día de la Familia”.
Son muchos festejos, y eso está bien; pero, ¿en verdad hay algo que festejar? Cada día se desdibuja más la realidad de la familia, como institución natural. Los hombres y las mujeres ya no quieren comprometerse en un amor fiel y permanente, para el resto de su vida. Los jóvenes, prefieren vivir una sexualidad sin compromiso y cuando, por su falta de cuidado, de sus prácticas sexuales resulta un embarazo, el joven sale corriendo tan ágilmente como puede, dejando a la joven con toda la responsabilidad de ser madre o de optar por deshacerse de su hijo; esto último, no debería considerarse ni siquiera como una opción, y es la legislación irresponsable la que la ha puesto en la mente de hombres y mujeres.
Es muy necesario regresar, o más bien, ir hacia adelante con una renovación del concepto de libertad que las nuevas generaciones tienen un poco olvidado. Es verdad, todo ser humano es libre, tiene la libertad como derecho y como tarea. Está llamado a tomar las decisiones que considere convenientes para alcanzar sus metas, y como un objetivo global de su libertad, lograr lo más constante e intensamente posible la felicidad a la que de forma natural aspira; sin embargo, es indispensable que los jóvenes hayan aprendido desde su niñez que todo acto libremente decidido conlleva la correspondiente responsabilidad.
Parece que muchos jóvenes creen que el ejercicio de la sexualidad no es más que un juego muy divertido, que ofrece ciertas dosis de placer. ¿Qué han hecho sus padres y educadores para que los jóvenes tengan hoy esa idea tan equivocada de la sexualidad y su ejercicio? En muchos casos nos encontramos con que estos jóvenes han venido a la vida precisamente a partir de relaciones sin compromiso, y habría que alabar de todos modos el que sus madres hayan asumido la responsabilidad y hayan respetado la vida de sus hijos, les hayan dejado nacer y se hayan hecho cargo de ellos por largos años.
Sin embargo, qué difícil es para unos padres ayudar a sus hijos a no repetir los errores cometidos por ellos en su juventud. La misma experiencia de la madre de estos jóvenes, le debería llevar a poner todo lo que esté de su parte para educar a sus hijos de manera que no pasen por las mismas situaciones tan difíciles que ella vivió. Se requiere mucho valor para reconocer que lo que ellas y sus parejas vivieron no fue lo mejor para ellos, ni lo es para sus hijos.
La libertad es un don propio sólo del ser humano, pero es también un compromiso de responder por todos nuestros actos libres. Toda acción libre implica consecuencias, de modo que es muy importante actuar, luego de haber decidido, pero decidir, luego de haber considerado seriamente las consecuencias que nuestra acción puede acarrear.
Para esto es necesario tener un conocimiento suficiente de esas posibilidades. Por lo tanto, en el proceso que lleva a la acción, todo tiene que comenzar con:
1.- Contar con toda la información verdadera que podamos conseguir acerca de lo que pretendemos.
2.- Pensar seriamente analizando dicha información.
3.- Considerar las diferentes alternativas y sus posibles consecuencias.
4.- Tomar la decisión, incluyendo hacernos cargo de las consecuencias del acto a realizar.
5.- Actuar según lo decidido.
6.- Asumir plenamente las consecuencias con toda responsabilidad.
Por eso, cuando se trata de la relación de una mujer y un hombre, cuando esta involucra la entrega sexual, es necesario que consideren que las personas no son desechables, puesto que tienen una enorme dignidad. Que el resultado de sus actos puede ser la vida de una tercera persona, el hijo. Por lo tanto, no se vale jugar con la sexualidad.
Es necesario establecer una unión exclusiva y permanente entre ellos, antes de empezar a vivir la mutua entrega sexual, puesto que aún no están asumiendo la posibilidad de un hijo, que necesitará que los dos se mantengan unidos a lo largo de toda su vida, por el bien propio de los demás. Por otro lado, hay que considerar la poquísima seguridad que ofrecen las diversas formas de anticoncepción. Esto se puede constatar por el hecho de que entre más se promueve el uso de todo tipo de “protecciones” para evitar el embarazo, mayor es el número de embarazos inesperados.
Que todo niño que nace cuente con su padre y su madre para poder llegar a ser todo lo que ya es en potencia, desde el momento en que es concebido en la madre, con la colaboración de su padre.