La alegría y generosidad, van de la mano
Psicológicamente, la alegría se considera como un sentimiento y primordialmente como una virtud en la cual lo que penetra inmediatamente en nuestra intimidad es considerado como un don: ya sea una cosa, un acontecimiento, un estado de nuestra vida, etc. Todos estamos de acuerdo en que necesitamos una alegría permanente, porque en esta alegría a pesar de los pesares- nos sentimos felices.
Todos sabemos que hay dos clases de alegría: una externa, que es fisiológica, de diversión pasajera, de placer momentáneo. Se manifiesta en la salud corporal y en la emoción con risa, extraversión, dinamismo físico, etc. Y otra profunda.
La alegría profunda es espiritual, basada más en el tono vital e integrador de toda la personalidad: Se manifiesta primordialmente en la sonrisa constante, en la serenidad y en la paz interior.
Es una alegría auténtica, que penetra toda la vida anímica y proporciona a lo que percibimos un especial brillo, mostrando en todo el horizonte de nuestra existencia una luz nueva y dichosa. Afecta positivamente tanto los pensamientos como los actos de voluntad.
Por ejemplo, ahora que hemos pasado la Navidad y estamos comenzando a un año nuevo, procuramos asumir un óptimo sentido para nuestra vida. Y percibimos que existe también una alegría sobrenatural, que es fruto de Dios.
“La alegría es una virtud no distinta de la caridad, sino cierto acto y efecto suyo” (Santo Tomás). La alegría exige como punto de apoyo una tranquila humildad. La alegría se hace más honda conforme somos más generosos con el Creador, porque percibimos que todas las cosas buenas vienen de Él.
Esta alegría nos lleva a estar serenos, contentos, comprensivos y olvidados de nosotros mismos, en todos nuestros actos de la vida. Queremos el bien para los demás.
La alegría profunda es fruto del alma que está cerca de Dios, que no está unida a circunstancias contraproducentes o mentalmente desfavorables. Aunque parezca paradójico, hemos de estar siempre alegres, también a la hora de la muerte. Porque la muerte debe ser un cambio de vida, hacia otro mejor si estamos unidos con el Creador
La alegría que viene de Dios, es fruto de la caridad. Si queremos estar alegres –ser felices-, con buen humor: vivamos la virtud del Amor auténtico, en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales, en la conversación, tratando a las personas a como quisiésemos que nos tratasen a uno mismo.
No querer para otro, lo que no queremos para nosotros. Y querer para los demás, lo que queremos para nosotros. “Gozas der una alegría interior y de una paz, que no cambias por nada. Dios está aquí: no hay cosa mejor que contarle a El las penas, para que dejen de ser penas” (san Josemaría Escrivá, Forja, n.54)
“Nadie es feliz, en la tierra, hasta que se decide a no serlo. Así discurre el camino: dolor, ¡en cristiano¡ Cruz: Voluntad de Dios, Amor; felicidad aquí y, después, eternamente.” (san Josemaría Escrivá, Surco, n.52).
Esto significa generosidad. Es decir: Dar con alegría. Estar en la realidad y querer la felicidad tanto para los otros como para nosotros mismos. Y de esta lucha, brotará la paz, y simultáneamente la alegría. De modo que la alegría y la generosidad van siempre de la mano, y no pueden existir separadas.