¡Hacer Hogar!

13 noviembre, 2020
Socorro Eugenia Quijano Villanueva

¡Falleció Luisina Vda. de Patterson, una amiga muy querida! Lo supe al siguiente día. Una semana antes intercambiamos un “Chat” y nos enviamos saludos. Creí que alcanzaría a verla en mi siguiente viaje a tierras campechanas, el lugar al que ella llegó hace 20 años aproximadamente, cumpliendo como siempre su deber de hacer hogar. Alegre, feliz, cuidando siempre su vida de relación con Dios y por él con los demás. 

Luisina como siempre la llamamos sus amistades y familia, dejó un legado. No fue famosa por nada, si acaso conocida por su trato siempre jovial y alegre. Dejó un legado de enseñanzas a sus hijos Jaime y Luis Eduardo, a sus nueras, Ana Marta Escalante y María José Molina y a sus nietos. Fue una mujer grande, en lo escondido, que supo vivir bien la tragedia de lo cotidiano y estar a la altura de los acontecimientos importantes de la vida. Fue una gran mujer que sabía perdonar y hacer muy felices a los demás.

Recuerdo cuando me acompañó a Mérida y asistió conmigo a la Universidad de Yucatán donde me habían invitado a dar una conferencia. Sabía hacer hogar, creaba ese ambiente cálido y encantador a su alrededor. Buena amiga de sus consuegras, se integró a la sociedad Campechana valorando nuestras tradiciones y costumbres sin dejar de querer a Coahuila, su tierra natal de la que estaba siempre muy orgullosa.

Guapa en el porte, con estilo en el vestir, vivió con emoción verdadera ver madurar a sus hijos y disfrutó mucho a sus nietos a quienes les transmitió el amor a Dios que llevaba en el corazón. Supo ser amiga de sus amigas, disfrutar de su casa y vivir el largo período de enfermedad que precedió a su muerte. Sufrió en los últimos meses la pandemia que retrajo a sus amistades de visitarla más seguido.

La última vez que la vi, me recibió con mucho cariño, como siempre, y me regaló un sencillo cuadro pintado por la persona de turno que la acompañaba. Jaime y Luis Eduardo le procuraron todos los cuidados que merece una madre, la ternura de su cariño siempre llenó de alegría a Luisina que estuvo siempre muy orgullosa de sus hijos.

Sus amigas, admiramos a esta gran mujer que supo ser levadura en la sociedad de su tiempo. Ojalá y quienes la tratamos sepamos repetir en nuestra vida el arte de vivir feliz y hacer felices a los demás sin dramatismos desproporcionados cuando falta algo o arrogancias innecesarias cuando hay abundancia.

Sencilla y fuerte fue su vida y también su muerte en la que seguramente estuvo acompañada, según sus cristianas creencias, de su Ángel custodio, la Virgen y San José. Nos quedamos tranquilas y felices de haber conocido inmerecidamente a esta gran mujer, quien, como miles de madres de familia mexicanas, supo hacer hogar, crear calidez en su entorno, perdonar y pasar por alto, con una sonrisa que siempre iluminó el ambiente.