LA FAMILIA, AL RESCATE EN LA CRISIS POR PANDEMIA, Y MÁS
Autor: María Teresa Magallanes
Se dice por ahí que “La familia es el lugar del que se procede y al que se vuelve”, o algo así, y es verdad. Hemos experimentado en estos casi dos años un sinfín de dificultades unos y otros de los miembros de la familia, y, ¡afortunados quienes tenemos ese recurso humano para ayudarnos en todas las circunstancias de la vida!
Y, no sólo por el tema de la pandemia, también por las intensas lluvias causadas por los huracanes, han habido muchas desgracias en las que algunas familias se han visto envueltas; parece que nunca habíamos visto tantas inundaciones en tantos lugares del país: ríos cuyo cause creció tanto que se desbordaron e inundaron ciudades completas, con perjuicio de muchas familias, cuyas casas quedaron seriamente dañadas y perdieron la mayoría de sus pertenencias; esas, que con tanto esfuerzo habían podido ir adquiriendo.
Y, en lugares donde no hubo inundación, ocurrieron otras desgracias como el deslave del cerro del Chiquihuite en el Estado de México. ¡Cuántas familias se vieron afectadas por esa desgracia y tuvieron que buscar acogida con algunos familiares!
¿Cómo es que la familia es una especie de seguro para enfrentar y resolver problemas? Hace unos meses, el presidente de México había dicho que “La familia es como un seguro social”, y en parte es verdad, siempre y cuando se viva como una verdadera familia, porque la familia no es sólo un grupo de personas; la familia es un conjunto de personas unidas por vínculos biológicos, afectivos y jurídicos, que crecen y se desarrollan juntas, precisamente a través de la relación entre unos y otros.
Cuando la familia se vive así, con unidad de propósito, buscando cada uno no sólo el propio bien, sino también el bien de los demás miembros de la familia, efectivamente que ésta ofrece seguridad a cada uno de sus miembros, ya que además de los vínculos originales entre ellos, la convivencia diaria va fortaleciendo dichos vínculos, ayuda a crecer en el conocimiento mutuo entre quienes compartimos el hogar familiar y produce, y hace crecer, el amor entre todos.
Pero, me pregunto si todas las familias conviven realmente. Una cosa es vivir en la misma casa y otra muy diferente convivir.Porque, existen también las “familias archipiélago”; son esas familias que viven en la misma casa, pero donde a nadie le importan los demás miembros de la familia; donde cada uno sale y regresa sin entrar en contacto con los demás, donde a nadie le importa si los demás están sanos o enfermos, contentos o tristes, donde cada quien tiene lo “suyo” y no se ocupa de nada más. Estas, no son verdaderas familias, aunque compartan los apellidos.
En una verdadera familia, además de la convivencia se vive la participación. Se tiene consciencia de ser “parte de”, que es el sentido de pertenencia. Además, se comparten no sólo los espacios sino los bienes del hogar, los intereses de unos y otros, se acompaña a los demás en los éxitos y los fracasos, en los problemas y las soluciones; donde se puede opinar para tomar decisiones que afectan a toda la familia y esas opiniones se toman en cuenta.
Son familias en las que se entiende que el ambiente del hogar, el orden y la limpieza son tarea de todos porque beneficia a todos, y donde se considera viable ofrecer ayuda y acogida a otros miembros de la familia, que no viven es esa casa, pero atraviesan situaciones extremas por las que requieren ayuda.
En la familia se pueden desarrollar con los valores familiares, los valores sociales que amplían el interés de servir hacia el mundo fuera del ámbito familiar. Estos valores son muy especiales, porque mientras otros valores humanos son aquellos que se encuentran en las personas, como: la valentía, la fortaleza, la inteligencia, etc., los valores familiares y sociales son aquellos que se encuentran en una persona, pero se tienen que poner en practica con otra persona.
Son valores que se encuentran en la relación, valores que se dan entre dos personas, como: el amor, la comprensión, la ayuda, el consejo, el perdón, la generosidad, el respeto, etc. Cuando estos valores se aprenden y se viven en la familia, será muy fácil practicarlos en la sociedad; se trata de los mismos valores que se practican también de la puerta del hogar hacia afuera, en beneficio de todas las personas con las que compartimos el tiempo y el espacio, en la escuela, el trabajo, los amigos y hasta algunos desconocidos que nos encontramos en la calle.
De hecho, la caridad es también un valor social que nos hace preocuparnos por las necesidades de otras personas dentro y fuera de nuestra familia y se aprende en el íntimo ambiente de la vida familiar.
Se dice por ahí que “La familia es el lugar del que se procede y al que se vuelve”, o algo así, y es verdad. Hemos experimentado en estos casi dos años un sinfín de dificultades unos y otros de los miembros de la familia, y, ¡afortunados quienes tenemos ese recurso humano para ayudarnos en todas las circunstancias de la vida!
Y, no sólo por el tema de la pandemia, también por las intensas lluvias causadas por los huracanes, han habido muchas desgracias en las que algunas familias se han visto envueltas; parece que nunca habíamos visto tantas inundaciones en tantos lugares del país: ríos cuyo cause creció tanto que se desbordaron e inundaron ciudades completas, con perjuicio de muchas familias, cuyas casas quedaron seriamente dañadas y perdieron la mayoría de sus pertenencias; esas, que con tanto esfuerzo habían podido ir adquiriendo.
Y, en lugares donde no hubo inundación, ocurrieron otras desgracias como el deslave del cerro del Chiquihuite en el Estado de México. ¡Cuántas familias se vieron afectadas por esa desgracia y tuvieron que buscar acogida con algunos familiares!
¿Cómo es que la familia es una especie de seguro para enfrentar y resolver problemas? Hace unos meses, el presidente de México había dicho que “La familia es como un seguro social”, y en parte es verdad, siempre y cuando se viva como una verdadera familia, porque la familia no es sólo un grupo de personas; la familia es un conjunto de personas unidas por vínculos biológicos, afectivos y jurídicos, que crecen y se desarrollan juntas, precisamente a través de la relación entre unos y otros.
Cuando la familia se vive así, con unidad de propósito, buscando cada uno no sólo el propio bien, sino también el bien de los demás miembros de la familia, efectivamente que ésta ofrece seguridad a cada uno de sus miembros, ya que además de los vínculos originales entre ellos, la convivencia diaria va fortaleciendo dichos vínculos, ayuda a crecer en el conocimiento mutuo entre quienes compartimos el hogar familiar y produce, y hace crecer, el amor entre todos.
Pero, me pregunto si todas las familias conviven realmente. Una cosa es vivir en la misma casa y otra muy diferente convivir.Porque, existen también las “familias archipiélago”; son esas familias que viven en la misma casa, pero donde a nadie le importan los demás miembros de la familia; donde cada uno sale y regresa sin entrar en contacto con los demás, donde a nadie le importa si los demás están sanos o enfermos, contentos o tristes, donde cada quien tiene lo “suyo” y no se ocupa de nada más. Estas, no son verdaderas familias, aunque compartan los apellidos.
En una verdadera familia, además de la convivencia se vive la participación. Se tiene consciencia de ser “parte de”, que es el sentido de pertenencia. Además, se comparten no sólo los espacios sino los bienes del hogar, los intereses de unos y otros, se acompaña a los demás en los éxitos y los fracasos, en los problemas y las soluciones; donde se puede opinar para tomar decisiones que afectan a toda la familia y esas opiniones se toman en cuenta.
Son familias en las que se entiende que el ambiente del hogar, el orden y la limpieza son tarea de todos porque beneficia a todos, y donde se considera viable ofrecer ayuda y acogida a otros miembros de la familia, que no viven es esa casa, pero atraviesan situaciones extremas por las que requieren ayuda.
En la familia se pueden desarrollar con los valores familiares, los valores sociales que amplían el interés de servir hacia el mundo fuera del ámbito familiar. Estos valores son muy especiales, porque mientras otros valores humanos son aquellos que se encuentran en las personas, como: la valentía, la fortaleza, la inteligencia, etc., los valores familiares y sociales son aquellos que se encuentran en una persona, pero se tienen que poner en practica con otra persona.
Son valores que se encuentran en la relación, valores que se dan entre dos personas, como: el amor, la comprensión, la ayuda, el consejo, el perdón, la generosidad, el respeto, etc. Cuando estos valores se aprenden y se viven en la familia, será muy fácil practicarlos en la sociedad; se trata de los mismos valores que se practican también de la puerta del hogar hacia afuera, en beneficio de todas las personas con las que compartimos el tiempo y el espacio, en la escuela, el trabajo, los amigos y hasta algunos desconocidos que nos encontramos en la calle.
De hecho, la caridad es también un valor social que nos hace preocuparnos por las necesidades de otras personas dentro y fuera de nuestra familia y se aprende en el íntimo ambiente de la vida familiar.