ESTEMOS SIEMPRE ALEGRES

6 junio, 2023

Psicológicamente, la alegría se considera como un sentimiento en el cual lo que penetra inmediatamente en nuestra intimidad es vivenciado como un don (ya sea una cosa, un ser, un acontecimiento). En la alegría percibimos el sentimiento de felicidad.

Distinguimos dos clases de alegría:

Externa: fisiológica, caracterial (sentimiento de jovialidad): Es una diversión pasajera, un placer momentáneo. Se exterioriza en la risa, extroversión, dinamismo físico, etc.

Profunda: espiritual, basada más en el tono vital integrador de toda la personalidad. Se manifiesta: en la sonrisa, serenidad, paz interior… Es una alegría auténtica, que penetra toda vida anímica y “proporciona a nuestras percepciones un especial brillo; muestra todo el horizonte objetivo de nuestra existencia y una nueva luz, de nuestros pensamientos y de nuestra voluntad, una particular dirección” (P. Lersch)

Cuando la naturaleza de la alegría   es sobrenatural: “La alegría es una virtud no distinta de la caridad, sino cierto acto y efecto suyo” (Santo Tomás de Aquino). La alegría proviene de la unión con Dios, y es consecuencia de la filiación divina, del abandono filial. Exige como soporte una tranquila humildad. La alegría se hace más honda conforme nos entregamos al Señor.

Manifestaciones:

  • La alegría es fruto del alma en gracia, que está unida a circunstancias adversas o favorables. “Estad siempre alegres”, también a la hora de la muerte.
  • Serenos, contentos, objetivos –alegres, con contenido-, en todos los actos de la vida.
  • Fruto de la caridad.
  • Si queremos estar alegres –ser felices-, con buen humor vivamos la virtud del Amor auténtico, en:
  • Las relaciones sociales
  • Conversaciones, tratando de comprender; conviviendo con las personas como quisiésemos que nos tratasen.
  • “No quieras para otro lo que no quieras para ti”
  • Poniendo esto en práctica. Enfrentarse al toro: con nosotros mismos, haciéndolo con garbo.
  • Y de esta lucha brotará la paz, y luego, la alegría.
  • Es preciso saber que la falta de alegría es la tristeza, que es el estado subjetivo desagradable, causado por un mal presente y no deseado; a este estado va casi siempre unido un sentimiento depresivo de dolor, de aflicción, etc.

San Pablo describe la alegría: “Al presente me alegro; no de la tristeza que tuvisteis, sino que la tristeza los haya conducido a la penitencia: De modo que la tristeza que habéis tenido ha sido según Dios; así ningún daño os hemos causado. Puesto que la tristeza que es según Dios produce una penitencia constante para la salud; la tristeza del mundo, en cambio, produce la muerte” (2 Cor 7, 9 – 10).

Lo que distingue netamente a las dos tristezas es el amor a Jesucristo, que se vive en la primera y se abandona en la segunda.

La alegría verdadera, íntima, connatural es la que nace en el hombre al descubrir la voluntad de Dios en los acontecimientos grandes o pequeños y de reconocer a Dios en los acontecimientos de cada día.