EL MILAGRO DEL AMOR EN LA FAMILIA

29 septiembre, 2020

Por: María Teresa Magallanes

El amor es una relación intensa entre dos personas. Todos los seres humanos aprendemos a amar, primero porque es la más excelsa de nuestras capacidades, pero, además por la experiencia personal de ser amados desde nuestra tierna infancia por nuestros padres, abuelos y hermanos; sí, es en la intimidad del ambiente familiar donde se puede desarrollar adecuadamente la capacidad de amar.

Pero el amor es mucho más que un sentimiento positivo hacia otra persona, con la esperanza de ser correspondido de la misma manera. El amor es, sobre todo, la decisión de buscar, y realizar el bien de la persona amada.

Entre las diferentes relaciones amorosas que ocurren en la familia, la relación entre los esposos es la mejor escuela de lo que es el amor entre las personas, dejando a salvo los momentos de intimidad, de los que no tienen por qué haber testigos. El amor entre ellos es algo que no tiene vínculos biológicos, como el de los padres y los hijos; su amor es algo que se ha construido y fortalecido a través del tiempo, no sin dificultades que se han tenido que superar.

El amor de los esposos tiene que convertirse en una tarea de ambos, ya que su inicio es espontáneo pero su desarrollo y fortalecimiento tiene que ser voluntario. El amor entre hijos y padres tiene una base biológica que constituye un vínculo que no se rompe nunca. Esa es la causa primera del amor que surge entre ellos, por parte de los padres por ser la causa humana de la existencia de sus hijos; por parte de los hijos, porque hay una tendencia natural al apego de quienes les dieron la vida, pero, además, porque el amor, los cuidados, la cercanía de los padres fortalece la causa del amor filial.

La convivencia estrecha y cotidiana que se da en el ámbito familiar suscita necesariamente situaciones difíciles y hasta conflictivas. Es en éstas, en las que el amor juega un papel fundamental, porque el amor nos hace capaces de superar las dificultades, realizar actividades desagradables ante las necesidades, actitudes y conductas de aquellos a quienes se aman.

Pero, sobre todo, sólo el amor nos hace capaces de perdonar los agravios y dificultades de la relación entre las personas. Todos somos iguales como personas, pero también somos únicos e irrepetibles lo que nos hace diferentes en nuestro modo de ser y actuar, esto hay que tenerlo siempre presente. El perdón es la prueba máxima de amor en la familia.

Pues bien, los vínculos que existen entre los miembros de una familia, y que son la causa del amor, que de forma natural nace y crece entre ellos, es lo que hace posible que estemos dispuestos a amarnos con un amor de donación, por el que los padres y, más adelante los hijos, somos capaces de realizar actos no sólo difíciles sino incluso desagradables en favor de los demás, incluso poniendo su bien por encima del nuestro.

Y si no, explíquense ¿cómo pueden una mamá y un papá cambiar los pañales del bebé? ¿Cómo pueden los padres trabajar intensamente y buscar constantemente mejorar su situación económica para dar a sus hijos todo lo necesario, mientras colaboran para ofrecer a sus hijos un hogar limpio y ordenado como ámbito apropiado a su educación? Ese ejemplo de los padres es una excelente escuela de amor para sus hijos, sin que dejemos de lado las manifestaciones de cariño y de ternura, así como las necesarias normas de conducta en el hogar que todos han de cumplir y los límites permitidos según la edad de los hijos. También estas normas y límites son manifestación del amor de los padres.

Como conclusión, habría que decir que el amor hace verdaderos “milagros” en la vida familiar, porque es lo único que nos lleva a salir de nosotros mismos para centrarnos en el otro, esposo(a), hijos e hijas, y poner todo nuestro empeño en lograr su bien y su felicidad antes que el nuestro, cosa en la que curiosamente, estriba nuestra propia felicidad.