Anunciación.- A las víctimas de #SismosMéxico7y19, su gente, nuestra raza.

Sí había un mañana y lo habíamos olvidado. Totalmente adormecidos en nuestra convivencia post moderna que da cuenta de la retahíla de frivolidades y gilipolleces que centran nuestras vidas para transitarlas sin sobresaltos, flotando a favor de la corriente denigrante de existencias fatuas, hipócritas y vacías. 

Había un mañana y lo habíamos olvidado. Un mañana en las espaldas recias de mujeres y hombres mexicanos que sin dudarlo abandonaron el 7 de septiembre y luego el 19, su caparazón y letargo repletos de clichés, de segmentación socioeconómica, socio demográfica. Del deterioro que implica dividirnos aún más por cuestiones del sonsonete que utilizamos para aparentar ser fresas, por nuestra justificación al fracaso escudada en la gran coartada de ser millenials, o Baby Boomers, o Generación lo que sea… ¡Pamplinas!

Como autómatas, recuperamos instintivamente en esos dos días de tragedia nacional, y los que les han seguido, nuestra naturaleza aguerrida, vigorosa, determinada. La fiera acción del águila devorando a la serpiente en manos, hombros, rostros y ojos llorosos de miles de personas mayoritariamente jóvenes desde quince a veinticinco, entregados por el otro, el proverbial prójimo, intercambiando humores y sudores, escupitajos, llorando juntos, guardando silencios elocuentes con la esperanza de vida y salvación. Sí, todos rezábamos una vez más al mismo Dios.

Los vi judíos y musulmanes, católicos, cristianos o evangelistas. No se distinguía credo alguno, color de piel, preferencia sexual o política. No había chairos ni troles, ideologías de izquierdas ni derechas, nacionalidades ni gentilicios. De la UNAM, ITAM, Anáhuac, la Prepa 1, el CCH Unidad Azcapotzalco, la UAEM, la UAM, la Autónoma de Oaxaca, o el Poli. Del Santos Laguna, las Chivas, el Tampico Madero, el Zacatepec, el Cruz Azul o el Necaxa. Solamente eran hombres y mujeres con la mirada iluminada, el corazón limpio, el abdomen duro y la esperanza en la frente. Mexicanos de verdad.

Había un mañana y lo habíamos olvidado. Sí colega, compatriota. La mujer dormida sí que da a luz de vez en vez. Sí, hermano, de mil héroes la patria aquí fue y sigue siendo con un espíritu colectivo que da la noción verdaderamente de ser uno solo, de tener la capacidad de crear esa nación posible que parecía habíamos olvidado ayer en un falso fracaso generalizadamente asumido por nuestra apatía, desintegración social, egoísmo brutal y capacidad de adaptación al pragmático modo de vivir en el cochupo, la trampa, el abuso, la impunidad. Hace treinta y dos años parecía que despertaría el espíritu de Quetzalcóatl, y ya vez, nos acomodamos mejor, cerramos los ojos y sin mirar atrás nos precipitamos al abismo.

Nadie se queda atrás, parecían gritar esas miradas de obstinación que tomaban tareas, las que fueran, con seriedad y profesionalismo admirabilísimo. Ningún joven se quejaba de no ser motivado, ni elegía el puesto más cercano, ni se encaramaba en su supuesto derecho de elegir lo que no le aburriese. ¡Ninguno, joder!

Con Belcebú cara a cara una vez más, como en el 85, en una desgracia generalizada, el guerrero mesoamericano alzaba el puño poderoso y prometía, ahora sí, hacerse con el futuro.

Cansados de buscar héroes por todas partes, cansados de haber venerado héroes ficticios, hastiados de haber sido traicionados por la mezquindad de quienes nosotros hubiésemos querido fueran nuestros héroes; así, agotados, frustrados y cabreados, nuestra juventud mexicana dio nuevamente un golpe en la mesa para despertarnos de nuestro letargo, abrir los ojos y comprender de una buena y maldita vez, que el héroe era mi hijo, siempre lo fue. Y el tuyo, y el de todos los de por aquí.

Había un mañana y lo habíamos olvidado. Lo dejamos ir tantas veces tú y yo -no nos engañemos-. Un mañana…, si crees de verdad que después del sacudimiento de estas desgracias tendremos el valor de ser el punto de apoyo de estos jóvenes para catapultarse a que construyan la nación que creen y sueñan posible.

O seguiremos siendo los sinvergüenzas que boicotean el futuro nacional a cambio de unos pesos arrebatados al erario, un auto del año, la amistad del político corrupto, un baño de pureza en cada sobremesa sabatina acusando a todo dios de ser el culpable del fracaso nacional y una furiosa envidia por haber dejado pasar en nuestras generaciones la oportunidad que ellos tienen hoy de vivir, al fin, en la región más transparente del aire, en libertad, con justicia y en paz. No olvides, en realidad el héroe era mi hijo y el tuyo, no nosotros…

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