El fenómeno de la competitividad
Por: Ana Teresa López de Llergo
Lo primero es explicar qué entenderemos por competitividad. Esta palabra tiene relación con ser competente, esto equivale a realizar bien algunas actividades porque hay capacidad natural, o hay formación profesional, o se ha adquirido ese dominio con la práctica de actividades, o por la combinación de todos estos aspectos. En definitiva alguien competente es experto.
Pero, a veces la competitividad se complica porque puede surgir la rivalidad o el afán de ser el único en ese terreno, y entonces, celosamente se guardan las experiencia para uno, no se enseñan para que otros aprendan. En la raíz de estas actitudes hay una deficiencia en la formación de la sociabilidad, se desconoce la importancia de la colaboración.
Generalmente se puede aceptar la competitividad mal sana en ambientes difíciles, donde no hay trabajo en equipo, donde las otras personas se aprovechan de los compañeros y escalan puestos de trabajo a costa de los demás. Pero no se acepta en ambientes familiares o entre amigos y, allí también puede surgir esta tendencia.
Vamos a detenernos en el ambiente familiar. En el caso de un matrimonio reciente donde acaban de procrear a su primer hijo. Padre y madre están felices con la nueva criatura, la deseaban. Pero, poco a poco se dan cuenta de que en la relación entre ellos ha surgido un distractor y además de la relación mamá-papá, está mamá-bebé y papá-bebé.
Si los progenitores arrastran alguna deficiencia en su personalidad, es posible que no capten el papel insustituible e incomparable de ser padre y de ser madre. Entonces, empiezan a comparar cómo es la relación de cada uno con su bebé, y si por algún motivo piensan que el otro gana terreno, se molestan e inician un duelo encubierto para ser el o la persona preferida del bebé.
Esto es imperceptible pero real, si no se acepta y se corrige a tiempo, se desatará una lucha entre los progenitores para ser los preferidos del hijo. Así empieza un distanciamiento entre los padres y, la educación del pequeño se resiente, pues por la falta de unidad de criterio entre papá y mamá, cada uno le dará al pequeño no lo que necesita sino lo que opaca al otro.