El éxito de modo habitual

18 enero, 2022

Autor: Gabriel Martínez Navarrete

¿Qué tenemos qué hacer para conseguir el éxito?, no solo una vez, sino de modo habitual.

Existe un principio irrefutable que conviene recordar siempre: nosotros atraemos aquello en lo que pensamos. Lo que logramos en la vida, será lo que tengamos en la mente,

 

Hagámonos responsables de nuestros pensamientos y de la propia formación. Jamás la dejemos al azar, ni esperemos iluminaciones extraordinarias: cada uno somos el resultado de nuestros pensamientos.

 

El mal de muchos consiste en que no dedican tiempo a pensar o reflexionar. Tenga en cuenta que los éxitos y los logros dependen en un 80% de lo que tengamos en la mente. El otro 20% es la puesta en práctica de nuestro pensamiento.

 

Si queremos lograr el éxito hemos de dedicar tiempo a pensar. Pensemos en grande y no desperdiciemos nuestro potencial en acciones irreflexivas.

 

Nadie puede obtener el triunfo, si antes lo rechaza mentalmente. Esto implica imaginar y pensar previamente, con detalle, lo que apasionadamente deseamos. Ponerlo por escrito. Ponga su confianza en Dios y en usted mismo. Si es para bien, amemos con pasión el triunfo.

 

Se trata de jerarquizar la vida, poniendo cada cosa en el orden que le corresponde: a) trato con Dios, b) matrimonio; c) familia; d) trabajo; d) amistades, y e) etc.

 

Rechace la posibilidad de quedarse en la “estacada” y constantemente acreciente la confianza, afrontando con honestidad sus errores, y trabaje sin cesar por corregirlos. Descanse, pero no diga nunca “basta”. No se dé jamás por vencido.

 

Evite las demoras, dilaciones y desviaciones, corríjase constantemente. Vea en los errores algo muy bello, detrás de cada error viene el aprendizaje, no tanto de saber más sino de ser mejor y, además, la experiencia requerida para consumar su proyecto o ideal.

 

Desanimarse sería el peor error. Recuerde, piense bien de sí mismo y de sus capacidades. Seremos capaces, si pensamos en que lo somos, y actuamos en consecuencia.

 

Lo que le llevará a coronar su ideal es el trabajo bien planeado y excelentemente ejecutado. Respétese, no se venda barato, y piense dignamente de usted: Un hijo de Dios ¿se desanimaría por esto? Claro que no. Así tendrá un comportamiento digno. Dignidad es sentirse hijo de Dios, y ver a los demás –con aprecio- desde esta perspectiva.

 

Ante un fallo, no le eche la culpa a otro, ni se evada: afronte el error con sentimientos de responsabilidad. Piense: ¿qué puedo hacer para mejorar esta situación? ¿qué depende de mí? ¿qué de los otros?.

 

Cada uno es el arquitecto de su propio futuro. El pasado solo interesa como experiencia, porque el futuro se construye en el presente.

 

Trace un plan de acción, para que su pensamiento se cristalice en metas concretas (siempre viva con metas) Redacte ese plan de modo claro, específico, concreto, breve y completo. Evite generalidades y palabras vagas.

 

Utilice su imaginación y póngase a diseñar proyectos. Dentro de un sano realismo, lo que podemos imaginar, lo podemos llevar a cabo. Es vital ser rico en deseos, en ambiciones buenas y nobles. Sino vive así, eso significa falta de aprecio por uno mismo y por los demás.

 

Ese plan de acción debe ser medible y cotejable periódicamente con el avance de lo logrado en la práctica.  Recuerde que la “práctica hace al maestro”. Una vez que lo sea, podrá enseñar a los demás a continuar con la permanencia de dicho proyecto.

 

Espere lo mejor de la vida y dispóngase a recibirlo. Tiene que estar dispuesto a pagar el precio. No haga caso a las dificultades (son de ordinaria administración), críticas y al “qué dirán”. Pero tampoco las ignore: utilícelas como catapultas (oportunidades de mejora) para lograr lo que se propone.

 

Todo progreso propio, implica colaborar en el progreso de los demás.

 

Si el deseo de éxito es auténtico, una vez alcanzado, conviene soñar nuevamente para acrecentar lo logrado. Siempre dentro del orden de la vida: Dios, los demás y en tercer lugar uno. Siempre ir vaya a más.