El cuento de Carlitos
– ¿Piensas en mí?…
Le preguntó el pequeño Carlitos a su Papá cuando iba de salida a su trabajo.
– Piensas en mí, Papá, ¿cuándo estás en tu trabajo?
Jorge no supo que contestar por lo que lo abrazó fuertemente.
– Quiero saber si cuando estás con toda esa gente tan importante te acuerdas de mí, Papá, replicó Carlitos.
– Bueno, tartamudeo Jorge y contestó – bueno sí, aunque tengo muchas reuniones que requieren de toda mi atención, pero por supuesto pienso en ti.
– Es que sabes Papá, dijo Carlitos – hoy es mi cumpleaños y quiero pedirte ¡un gran deseo!
– Lo que quieras Carlitos. Hoy es un día especial porque cumples 6 años. Lo abrazó de nuevo y suspiró por unos segundos.
Jorge se percató que había olvidado el cumpleaños del pequeño Carlitos. Con un nudo en la garganta, esperó a que Carlitos contestara.
– Mira papá, dijo Carlitos – mi regalo especial para el día de hoy es que nos tomemos del dedo chiquito y pida un deseo.
Así lo hicieron, entrelazaron sus dedos meñiques, Carlitos pidió su deseo, se besaron las manos y se fundieron en un muy fuerte abrazo. Al salir Jorge miró al pequeño Carlitos y sin decir una palabra, se prometió que al regresar pondría toda su atención y jugaría con él.
El día para Jorge fue tomando forma de un día normal de trabajo, subir al coche, llegar a su trabajo, y dirigirse al café más cercano para pedir el elixir que diariamente consumía en una pequeña taza. Se acercó al mostrador y dijo:
– Hola, ¿me das una malteada de chocolate con galletas por favor?
Jorge enmudeció, ¡cómo! Lo intentó de nueva cuenta y para su sorpresa pidió lo mismo, una malteada de chocolate con galletas. Pues no está mal, se dijo, y siguió su trayecto hacia su oficina.
Fue un día sumamente extraño, anduvo amable con todos y en sus reuniones escuchó con paciencia a sus colaboradores. Lo más extraño es que, además de escuchar, los miraba interesado en lo que sus rostros le decían. Se sorprendió al percatarse que, adicionalmente a escuchar a las personas, sentía algo por ellos, algo bonito, algo que le hacía latir su corazón de manera distinta.
El día de trabajo fue totalmente inusual para Jorge, perdió el tiempo escuchando a todos los que trabajaban con él y eso lo hizo sentir bien. Observó que las personas le devolvían miradas dulces y sonrisas.
Que día más extraño se preguntaba mientras conducía de regreso a su casa con la firme determinación de abrazar y jugar, y continuar abrazándolo y jugando con el pequeño Carlitos toda la tarde.
Al llegar a casa Carlitos corrió hacia él para sorprenderlo, rieron juntos y festejaron como nunca el cumpleaños de Carlitos. Así, les llegó la noche y mientras lo acostaba, Jorge comentó:
– Carlitos, dime- ¿tu deseo fue que todo el día pensara y actuara como tú? Mientras lo llenaba de besos, abrazos y le picaba las costillas.
El pequeño Carlitos reía, pero no contestaba.
– Carlitos, preguntó de nueva cuenta Jorge- tu deseo se cumplió, estuvo muy bonito hablar con todos mis compañeros de trabajo y escucharlos, fue muy raro, pero sentí algo muy especial muy dentro de mí. Dime Carlitos, ese fue tu deseo, ¿qué yo pensara como tú?
Carlitos negaba mientras se tallaba sus ojitos que se le cerraban de sueño. Giró su cabeza sobre la almohada para mirar a su Papá.
– Mira Papi, dijo Carlitos- mi deseo no fue que tú pensarás como yo.
– Jorge, con cara de interrogación y muy intrigado, le preguntó- entonces ¿Cuál fue tu deseo?
– Papi, como eres la persona que más quiero en el mundo mundial universal del universo, le pedí a Dios que hoy fueras como Jesús, y parece que se cumplió mi deseo. Gracias Dios- dijo mientras bostezaba.
Jorge enmudeció, ese día había amado como nunca lo había hecho y se sintió inmensamente feliz y lleno de paz. No juzgó, no criticó, no supuso, por el contrario, fue cordial, amable y empático.
¿Cómo era posible? ¿Parecía un embrujo? Pero la evidencia ahí estaba, sentía un amor incalculable e inagotable.
– Carlitos, dijo Jorge con lágrimas en los ojos sintiendo una compresión fuerte en su pecho y su corazón palpitar tan fuerte que parecía salir de su cuerpo, – me diste el más grande regalo en tu cumpleaños. Un regalo gigantesco. Gracias, Carlitos, te amo, besando su pequeña frente.
Mientras se le cerraban las ventanitas de sus ojos, y antes de quedar dormido, Carlitos dijo a su Papi:
– Papi, siempre pienso en ti, en todo lo que hago, cuando juego, cuando me baño, cuando como, cuando voy a la escuela, cuando me da hambre o cuando me siento cansado. Siempre estás junto a mí y te platico y abrazo, aunque no te vea. A veces me siento solo, pero pienso en ti, y sonrío, y te veo, porque eres mi mejor amigo.
– Así me ha dicho Diosito que me mira y acompaña a todas partes, siempre piensa en mí 🙂.
Carlitos terminó por dormirse y Jorge quedó lleno de amor, se arrodilló sin hacer ruido, cerró sus ojos, bajó la cabeza, se llevó su mano a la frente, y se inundó de lágrimas lleno de amor.
Con cariño, Oscar David Hernández Carranza, 24 02 2024.