El camino a la felicidad es la “libertad responsable
Por: Adriana García Ruiz
Todos tomamos elecciones diariamente, cada segundo estamos eligiendo. En el presente estamos eligiendo el rumbo de nuestro futuro, y muchas veces esas elecciones están basadas en nuestras experiencias pasadas o inexperiencias; en nuestros aprendizajes, desaprendizajes; conocimientos e ignorancia.
Se nos olvida que elegir es la acción más importante de nuestras vidas, elegir bien, adecuadamente, necesariamente exige de responsabilidad, análisis, estudio, intuición, y en muchas ocasiones no le damos importancia a nuestras elecciones obteniendo resultados no esperados, no deseados, o fatales.
La elección es posible en cuanto que tenemos varias posibilidades, varios caminos que escoger, y es nuestro libre albedrío el que nos da la posibilidad de ello. Comprender la diferencia entre el libre albedrío y la “libertad responsable” nos da la oportunidad de elegir mejor.
El libre albedrío únicamente nos da la posibilidad de elegir y podemos elegir entre el bien y el mal, lo bueno o lo malo, lo feo o lo bonito, lo digno o indigno, lo saludable o no saludable, etc. La libertad nos invita a ser responsables, a investigar, indagar, preguntar, estudiar, y también a detenernos antes de elegir. Ya que todo lo que elijamos tendrá una consecuencia. Consecuencia significa: “lo que sigue de manera asociada y conjunta a un hecho o acto”.
En ciertas ocasiones nos encontramos diciendo: “me encuentro en un dilema”; lo cual, quiere decir que sólo tienes dos opciones por elegir. Es muy factible, que ante un dilema nos sintamos en crisis. Haciéndose necesario pensar, razonar, estudiar, separar, ordenar, analizar y profundizar en las ventajas y desventajas. Por ello, no basta el libre albedrío, pues se hace necesaria e indispensable la responsabilidad.
La responsabilidad lleva consigo la necesidad imperiosa del conocimiento de las cosas, el razonamiento, el estudio, la sabiduría ya que responsabilidad significa responder (asumir las consecuencias) a nuestras acciones, decisiones y pensamientos.
Por ello es que la “libertad responsable” nos lleva al encuentro con el bien (el bien que nos espera), con nuestras buenas y correctas elecciones. La felicidad la encontraremos tomando buenas decisiones. De lo contrario nos topamos con la infelicidad: “cualidad de no estar contento, desgracia, mala suerte”. Así que, de ahora en adelante demos el tiempo necesario para decidir, y qué sea siempre la felicidad el fin de nuestras decisiones.
Por todo lo anterior, es que los padres tenemos la función de guiar, orientar y educar a nuestros hijos. Ayudarlos a identificar lo bueno, lo bello, y la verdad. En este proceso, corregimos, mostramos el camino correcto, explicamos, ponemos reglas, normas, límites y cuidamos, protegemos, enseñamos diferencias entre el bien y el mal. Les hablamos de distintos temas, intentamos que vean la realidad del mundo que les rodea, les advertimos de los peligros, riesgos que existen. Así es el proceso de formación. Con la edad, la madurez y la experiencia se va adquiriendo la libertad, el hacerse responsable de sus elecciones.
Entendemos los padres de familia que hay que dejarlos vivir las consecuencias de sus decisiones y acciones, pues por más duro que sea reconocerlo, de esta forma aprenden, crecen y maduran y adquieren la “libertad responsable”. Los hijos se encuentran con la verdad, el bien, la bondad y la belleza, dando tumbos, teniendo aciertos, sufrimientos y alegrías; eso es vivir.
Nos es difícil verlos ir por caminos equivocados y guardar silencio. No queremos que sufran y sin querer los sobreprotegemos. Es importante reconocer que nos da miedo dejarlos volar sin alas suficientemente fuertes. Muchas veces los hijos se preguntan ¿por qué mi mamá no me entiende?, ¿por qué no me deja hacer todo lo que yo quiero? ¿por qué no me deja elegir? Porque da miedo, porque conocemos la fragilidad humana. Porque sabemos que a pesar de conocer qué es lo correcto, a veces elegimos lo incorrecto y con ello nos alejamos de la felicidad y de la paz. Si esto no fuera cierto, no habría embarazos no planeados, alcohólicos, drogadictos, mujeres golpeadas, hombres golpeadores, mujeres que sufren por el abandono de un hombre, hijos sin padres, adultos frustrados por la profesión que eligieron.
Es fácil olvidar el valor del valor mismo y en ocasiones nos es fácil olvidar nuestro valor como personas; y eso es lo que nos asusta a los padres de familia, nos da miedo que a sabiendas de que están eligiendo el camino incorrecto lo elijan. Por ello debemos formar a nuestros hijos en el valor de la responsabilidad, dejarlos asumir las consecuencias de sus acciones para que aprendan a volar. Hacerles ver que sus alas son grandes, y que tienen que aletear mucho (pensar, decidir, mantener sus ojos en el bien, la verdad, la bondad y la felicidad) para que sus alas sean muy fuertes.
La naturaleza nos enseña que un pajarito no vuela y deja el nido hasta que está listo para volar, y sólo y después de un tiempo de preparar sus alas, después de mucho agitarlas, vuela. Sin embargo, siempre están juntos a su grupo, saben que se necesitan, saben que necesitan del apoyo de su grupo, saben que si cantan juntos forman una gran melodía, fuerte y hermosa.
Nuestros hijos deben saber que son el arquitecto de su propio destino, que en su momento deben elegir su camino, tomar sus propias decisiones, que llegará el tiempo para volar. Y al mismo tiempo deben recordar que, como los pájaros, tienen un grupo, un grupo familiar, al cual podrán acudir y pedir consejo en sus dudas. Deben tener presente que su objetivo es volar hacia el cielo, conquistar la felicidad. Caminar hacia el encuentro del bien es la felicidad.