Celibato
Autor: Socorro Eugenia Quijano Villanueva
Hay cuatro facetas en relación con el modo de manifestar el amor o modos de vivir la castidad: El lujurioso atrapado por todo lo que significa placer, el incontinente que no se abstiene, aunque puede luchar por no serlo, el continente que no cae ante los deseos que marcan los instintos y el célibe o casto que disfruta con un amor exclusivo. cfr. Santo Tomás de Aquino.
Después de leer varias veces el enfoque del Aquinate y reflexionarlo en mi vida, me decido a escribir estas breves líneas que pueden ayudar, sobre todo a los jóvenes, a aprender a Amar con todo el corazón y a perder el miedo a una entrega absoluta a Dios.
Voces de personas laicas y clérigos tratan de presentar el celibato como una aparente carga que no ayuda y por eso piensan que el matrimonio de los sacerdotes es un Derecho. Estas personas, quizás confundidas por los tiempos que corren, se encuentran en alguno de los tres primeros estadios. Quien descubre su vocación al Amor, así con mayúscula, y logra zafarse de las trampas del placer sin sentido está en mejor condición de entender la alegría de una vida casta o célibe. Tanto si su camino es el matrimonio como si no lo es.
El ejercicio físico de la conyugalidad para los casados, si es un derecho del uno y del otro porque ese es el camino que eligieron para amar a Dios. Pero quienes son llamados por Dios a una entrega absoluta de su ser y quieren casarse, deben intentar un camino de honda oración y mortificación para conseguir la alegría de la verdadera castidad.
Dice el Prelado del Opus Dei, Monseñor Fernando Ocáriz que el ejercicio propio de la libertad es el amor. Con esta libertad que Dios nos ha dado, hemos de intentar, los casados y los solteros, vivir la castidad para llenarnos de alegría.
De aquí la invitación a los más jóvenes de no tenerle miedo al Amor y lanzarse a una vida de entero servicio a Dios y a los demás. Nadie puede obligar a nadie a ser célibe pero tampoco nadie puede obligar a otro a no serlo.
Quedan aquí contemplados el ejemplo de miles y miles de mártires, de jóvenes y menos jóvenes que desde distintas trincheras luchamos por vivir la castidad llenos de alegría.
Bibliografía:
Cfr. Suma de Teología II-II,qq . 151 – 156