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El héroe era mi hijo 2>

Anunciación.- A las víctimas de #SismosMéxico7y19, su gente, nuestra raza.

Sí había un mañana y lo habíamos olvidado. Totalmente adormecidos en nuestra convivencia post moderna que da cuenta de la retahíla de frivolidades y gilipolleces que centran nuestras vidas para transitarlas sin sobresaltos, flotando a favor de la corriente denigrante de existencias fatuas, hipócritas y vacías. 

Había un mañana y lo habíamos olvidado. Un mañana en las espaldas recias de mujeres y hombres mexicanos que sin dudarlo abandonaron el 7 de septiembre y luego el 19, su caparazón y letargo repletos de clichés, de segmentación socioeconómica, socio demográfica. Del deterioro que implica dividirnos aún más por cuestiones del sonsonete que utilizamos para aparentar ser fresas, por nuestra justificación al fracaso escudada en la gran coartada de ser millenials, o Baby Boomers, o Generación lo que sea… ¡Pamplinas!

Como autómatas, recuperamos instintivamente en esos dos días de tragedia nacional, y los que les han seguido, nuestra naturaleza aguerrida, vigorosa, determinada. La fiera acción del águila devorando a la serpiente en manos, hombros, rostros y ojos llorosos de miles de personas mayoritariamente jóvenes desde quince a veinticinco, entregados por el otro, el proverbial prójimo, intercambiando humores y sudores, escupitajos, llorando juntos, guardando silencios elocuentes con la esperanza de vida y salvación. Sí, todos rezábamos una vez más al mismo Dios.

Los vi judíos y musulmanes, católicos, cristianos o evangelistas. No se distinguía credo alguno, color de piel, preferencia sexual o política. No había chairos ni troles, ideologías de izquierdas ni derechas, nacionalidades ni gentilicios. De la UNAM, ITAM, Anáhuac, la Prepa 1, el CCH Unidad Azcapotzalco, la UAEM, la UAM, la Autónoma de Oaxaca, o el Poli. Del Santos Laguna, las Chivas, el Tampico Madero, el Zacatepec, el Cruz Azul o el Necaxa. Solamente eran hombres y mujeres con la mirada iluminada, el corazón limpio, el abdomen duro y la esperanza en la frente. Mexicanos de verdad.

Había un mañana y lo habíamos olvidado. Sí colega, compatriota. La mujer dormida sí que da a luz de vez en vez. Sí, hermano, de mil héroes la patria aquí fue y sigue siendo con un espíritu colectivo que da la noción verdaderamente de ser uno solo, de tener la capacidad de crear esa nación posible que parecía habíamos olvidado ayer en un falso fracaso generalizadamente asumido por nuestra apatía, desintegración social, egoísmo brutal y capacidad de adaptación al pragmático modo de vivir en el cochupo, la trampa, el abuso, la impunidad. Hace treinta y dos años parecía que despertaría el espíritu de Quetzalcóatl, y ya vez, nos acomodamos mejor, cerramos los ojos y sin mirar atrás nos precipitamos al abismo.

Nadie se queda atrás, parecían gritar esas miradas de obstinación que tomaban tareas, las que fueran, con seriedad y profesionalismo admirabilísimo. Ningún joven se quejaba de no ser motivado, ni elegía el puesto más cercano, ni se encaramaba en su supuesto derecho de elegir lo que no le aburriese. ¡Ninguno, joder!

Con Belcebú cara a cara una vez más, como en el 85, en una desgracia generalizada, el guerrero mesoamericano alzaba el puño poderoso y prometía, ahora sí, hacerse con el futuro.

Cansados de buscar héroes por todas partes, cansados de haber venerado héroes ficticios, hastiados de haber sido traicionados por la mezquindad de quienes nosotros hubiésemos querido fueran nuestros héroes; así, agotados, frustrados y cabreados, nuestra juventud mexicana dio nuevamente un golpe en la mesa para despertarnos de nuestro letargo, abrir los ojos y comprender de una buena y maldita vez, que el héroe era mi hijo, siempre lo fue. Y el tuyo, y el de todos los de por aquí.

Había un mañana y lo habíamos olvidado. Lo dejamos ir tantas veces tú y yo -no nos engañemos-. Un mañana…, si crees de verdad que después del sacudimiento de estas desgracias tendremos el valor de ser el punto de apoyo de estos jóvenes para catapultarse a que construyan la nación que creen y sueñan posible.

O seguiremos siendo los sinvergüenzas que boicotean el futuro nacional a cambio de unos pesos arrebatados al erario, un auto del año, la amistad del político corrupto, un baño de pureza en cada sobremesa sabatina acusando a todo dios de ser el culpable del fracaso nacional y una furiosa envidia por haber dejado pasar en nuestras generaciones la oportunidad que ellos tienen hoy de vivir, al fin, en la región más transparente del aire, en libertad, con justicia y en paz. No olvides, en realidad el héroe era mi hijo y el tuyo, no nosotros…

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

No lo comprendíamos 2>

Anunciación.- Permanecimos calmados en nuestro andar pero cualquiera de nuestros gestos o comentarios delataban nuestra preocupación. No por nosotros, sino por las personas a las que amamos y queremos, a las cuales llamábamos con angustia y desesperación. Las puertas cerradas del acceso principal de nuestra universidad impedía entrar o salir a cualquier de nosotros, como protocolo de protección civil, ante situaciones de crisis. Intercambiamos información entre nosotros, “fue de 7.1 con epicentro en Puebla”, decían unos, “mi familia se encuentra bien” alegaban otros con sonrisas pintadas sobre sus rostros y otros cuantos continuaban con su preocupación ante la imposibilidad de contactar a sus seres queridos. Hasta ese momento la mayoría de nosotros, estudiantes universitarios, no comprendíamos la gravedad de las consecuencias ante el sismo. El sismo retumbó la zona centro del país a la una catorce con cuarenta segundos con el epicentro en Axochiapan, Puebla. 
Tardamos aproximadamente tres horas para trasladarnos desde nuestra universidad, ubicada en Santa Fe, Cuajimalpa (en la zona Poniente de la ciudad de México), hasta la zona centro (La Roma). Antes de llegar a los centros donde se reportaban edificios y casas derrumbadas, compramos botellones de agua, agua oxigenada, algodones, cubre-bocas y guantes quirúrgicos, pensando precisamente en apoyar con primero auxilios. Afortunadamente pudimos vivir en carne propia el compromiso  y entusiasmo de las personas con los otros en los primeros centros de acopio improvisados, aportando artículos de primeros auxilios, medicina, alimentos y agua embotellada corriendo de aquí y para allá, trasladando cajas llenas con elementos vitales para los sobrevivientes de entre los escombros y para los brigadistas en tareas de rescate. Decidimos dejar los artículos en ese primer centro de acopio y proseguimos nuestra búsqueda en algún otro lugar donde requirieran apoyo urgentemente, pues nosotros las juzgamos suficientes ahí y en sus alrededores.
Las ambulancias iban y venían en un estremecedor eco rebotador y los automovilistas abrían su paso para dejarles el camino libre. Las bicicletas no cesaban sus giros ante el pedaleo atolondrado de sus montadores y las motos corrían como si el tiempo se les escurriera de las llantas. Estos dos últimos fueron transportes esenciales en los primeros días después del terremoto para el envío de artículos indispensables a los sitios vitales en la Ciudad de México. Desgraciadamente las líneas telefónicas fijas y de celular y las redes de datos de los celulares presentaban problemas para conectarse, por lo que prácticamente andábamos sin posibilidad de comunicarnos a quien llamáramos. Además, la batería de nuestros aparatos telefónicos móviles apenas contenían suficiente carga de batería para funcionar. La ciudad era un caos por todas partes.
Recuerdo haber bajado abrazado de mi amigo Alejandro y agarrado de otros. Los veinte viajantes en la caja de aquella vieja camioneta habíamos sido llevados desde la misma zona centro hasta la colonia Narvarte el la sección sur de la ciudad. El llamado de auxilio era en la dirección de Viaducto y Monterrey. Normalmente hubiéramos recorrido esa distancia en algunos treinta minutos pero lo hicimos en menos de diez y eran las cuatro de la tarde.
Entusiasmados y con adrenalina caminamos hacia el lugar donde se dirigían soldados del ejército mexicano y protección civil. Por fin pude advertir lo sucedido. Me quedé internamente pasmado frente a la escena suscitada ante mis ojos: un edificio de seis pisos reducidos a escombros en una capa gruesa de lozas, apiladas una sobre otra. Reconocí instantáneamente mí alrededor. Cientos de personas organizadas en filas se pasaban unos a los otros, en una dirección establecida, pedazos de concreto, cubetas llenas con tierra y herramientas como palas, picos y guantes. De un lado pasaban las cubetas vacías y del otro llegaban las cubetas llenas. Todos funcionaban como una maquinaria funcional y bien establecida. Todos sabían que cualquier cosa que hicieran, por más mínima que fuera, aportaba de manera importante a encontrar a quien estuviera atrapado en el edificio derrumbado.
Sin pensarlo nos sumamos a las manos organizadas. La gran mayoría de las personas ahí tomaban la iniciativa ante cualquier apoyo requerido por cualquiera de los elementos coordinadores. De pronto todos, en una suerte de contagio instantáneo, levantaron ambos puños lo más alto posible y un silencio estremecedor sucumbió el lugar. De alguna manera me imaginaba el significado más allá del silencio: intentaban ubicar cualquier indicio de vida entre aquellos pedazos enormes de escombros identificando los ruidos que hubiese debajo de ellos.
En ciertos momentos nos alertaban por la posible caída de un edificio vecino. Afortunadamente la alerta no pasó a mayores y de todas formas no creo que nos hubiésemos detenido en nuestro quehacer ante cualquier desgracia ocurrida. De todas formas, desde el primer momento de arribo a ese sitio, Alejandro y yo fijamos un punto de encuentro en caso de cualquier otra crisis.
La noche comenzó a rodearnos. Para las nueve de ese día había llegado maquinaria pesada para ayudar a las tareas de traslado de escombros También se adhirieron personas ofreciéndonos  alimentos, pan, agua, café, refresco y cualquier otra cosa que pudiera darte energía para continuar con las labores y mi amigo Alejandro y yo seguíamos con muchas energías. Ninguna de las personas ahí reunidas se desgastaban en sus ánimos y fuerzas por estar al pie del cañón. Sea cual fuese su tarea dentro de ese contingente nada les impedía seguir con sus labores. Fue un momento asombroso, pues lograba sentir el entusiasmo del otro por aportar su granito de arena, alcancé a vislumbrar en el otro la esperanza por encontrar a algún atrapado y celebré con euforia, junto al otro, el hallazgo de cinco personas en el tiempo que pude encontrarme en es lugar.
Ese primer día fue una experiencia completamente nueva para ambos. De regreso a nuestros respectivos hogares, platicábamos sobre regresar al día siguiente a alguna otra parte de la ciudad. Comentamos nuestras preocupaciones y nuestros planes para funcionar eficientemente. Seguíamos con esa adrenalina a flor de piel. En ese primer día me percaté del gran pueblo que somos nosotros los mexicanos, me di cuenta de la fortaleza dentro de nuestra sangre y advertí el calor infundido ante el apapachamiento de entre todos nosotros. Creí Aún más en México.

Estela de luz
En las primeras horas de la mañana siguiente conseguimos información sobre los centros de acopio y zonas de desastre hacia los que debíamos de movernos. Para ese día un par de amigos más se habían agregado a nuestra brigada. Whatsapp fue una herramienta de comunicación importante en la labor, pues las líneas de celulares continuaban con fallos en ella. Así que decidimos crear un grupo y contactarnos todos por medio de él. Algunos de mis amigos apoyaban en bicicleta, llevando y trayendo material de primeros auxilios, varios otros se encontraban apoyando en los centros de acopio localizados a escasas calles de los derrumbes y unos pocos más en los mismos derrumbes. En esta ocasión decidí conservar un poco de energías colaborando en el centro de acopio de la estela de luz, ubicado frente a la entrada de los leones en el parque de Chapultepec. La tarea de logística y traslado parecía titánica, pues el tiempo transucrría y la ayuda se requería al momento o bien, era una información vieja.
Las tareas de comunicación del centro de acopio con zonas de desastre, hospitales y albergues era complicada debido a los fallos en la línea y las falsas alarmas creadas por usuarios con quien sabe qué desgraciado interés al hacerlo. Además, la información llegaba demasiado tarde y el envío de material se veía mermado por la falta de ciclistas y motociclistas disponibles que, por el mismo caos oscasionado por avenidas y calles bloqueadas, se veían entorpecidos sus trasladosos por la ciudad. Sumado a ello, la organización, al menos en la estela de luz, aunque ardua, presentaba una toma de decisiones más impulsiva que lógica. Pero de todas formas se hacía lo que se podía con lo que se tenía.
Las fuertes lluvias y granizo nos obligaban a desplazar las cajas con medicamentos y bolsas de plásticos abarrotadas con cobijas y ropa hacia la planta inferior, ahí donde se encuentra el centro cultural digital. Me conmosioné al bajar y poder observar con detenimiento la gran cantidad de cajas y bolsas almacenadas ahí abajo. Habían demasiados materiales preparadas para moverse pero, por alguna razón, estas aún no conocían su destino. Desgraciadamente la información no llegaba hasta éste centro de la manera en que hubiéramos deseado, pues hasta ese momento la única manera para poder obtener información de los hospitales o sitios de derrumbe era a través de los informantes en bicicleta o de los conocidos de cualquiera de nosotros.
De todas formas, en ningún momento, a ninguno de los enviados, les importaban las distancias recorridas. El hambre y la sed pocas veces los dominaban y el desgaste físico era una cuestión pocas veces reclamada. Además, las cadenas humanadas formadas sobre la explanada frente a la estela de luz nunca se rompían, pues los camiones, camionetas y carros no paraban de estacionarse para descender de ellos artículos donados al centro de acopio. La lluvia y el granizo no fueron impedimento para continuar con las labores de entrega hacia las zonas afectadas, sólo se volvieron un poco complicadas las tareas de envío y empacamiento.
La labor en el centro de acopio de la estela de luz fue de vital importancia para la zona centro y sur de la ciudad de México. El trabajo indispensable de los organizadores intentando localizar puntos claves nuevos y albergues para abastecer a esos sitios fueron relevantes para continuar con el envío activo y continuo de ayuda. De hecho logré escuchar situaciones similares en otros centros de acopio regados por la ciudad. Aunque las personas dentro de los centros de acopio no cargaban los escombros, su entrega y compromiso para con el otro, ajeno a su vida, dentro de las labores de logística fue de suma importancia para poder apoyar con medicamentos y víveres a los rescatados y a los brigadistas.

Pedro. J. López Del Campo, estudiante de ciencias de la comunicación, UAM Cuajimalpa

Qué bonito ser mexicano 2>

Anunciación.- Martes 19 de septiembre de 2017, 11:00 am hora centro. Las calles se llenaban de gente de todas las edades, niños estudiantes, oficinistas, civiles, mascotas, gente grande; colaboraron en el macro simulacro de la Ciudad de México, conmemorando el 32 aniversario de aquél terremoto de 1985 que sacudió a la Ciudad y cobró miles de pérdidas humanas. 

Desde aquél año México no volvió a ser el mismo; el país mejoro en prevención y acción, en los estándares de seguridad en infraestructuras y sobre todo… cambió su mentalidad, su cultura y la solidaridad con la que el pueblo de México se levantó mano con mano para salir de los escombros de la gran ciudad que había quedado en ruinas.

Este martes 19 de septiembre a los 32 años de aquél terremoto, a la una con catorce minutos de la tarde, la Ciudad de México volvió a sacudirse por un sismo de 7.1 grados en la escala de Richter en los límites de los estados de Morelos y Puebla.

La gran urbe se movió nuevamente, la coincidencia del aniversario del 85 y el simulacro que se había llevado a cabo 2 horas antes mantenía con gran asombro a la ciudadanía. Nervios, llanto, gritos y miedo fue el sentimiento colectivo de la gente, los mayores recordando el 85 y los jóvenes deseando que lo que se sentía no llevará a algo igual que aquél año.

En la Universidad de la Comunicación, ubicada en la colonia Roma Norte mientras las clases se llevaban a cabo con normalidad… al movimiento de la tierra, reaccionó como nos lo han enseñado por 32 años, no corro, no grito, no empujo. La desesperación y el miedo nos transportaron al patio de la escuela rápidamente, unos con los ojos cerrados, otros apretados de las manos, hincados y con lágrimas en los ojos o mirando al cielo se escuchaba: ¡Dios mío, que esto ya pase!, ¡está muy fuerte! Y después de esos minutos del temblor, la incertidumbre comenzó a apoderarse de la comunidad; se habían escuchado estruendos durante el sismo, no había recepción telefónica, y la presencia de ambulancias, bomberos y patrullas se acercaban a la zona.

Alumnos que iban entrando a la universidad dieron los primeros informes, un edificio en Álvaro Obregón y una escuela cercana a la universidad se habían destruido, las calles y edificios habían sufrido daños. Rápidamente los maestros comenzaron a tranquilizar a los alumnos pidiéndoles que guardaran la calma y evitaran salir de la escuela por nuestra propia seguridad.
Pasaron minutos eternos sin comunicación, y los que tenían señal telefónica brindaron apoyo a los compañeros y publicaron en redes sociales el estado de nuestra universidad.

Después de más de una hora se logró conseguir una bocina de pilas y todos consternados y asustados escuchábamos las noticias en el radio. Había sucedido una catástrofe en la ciudad, y manteniendo el orden, la universidad sacó paquetes de agua que con diablitos los estudiantes y el personal de la escuela comenzaron a sacar a la colonia para brindar apoyo a los damnificados y los civiles que ayudaban entre la nube de escombros.

5:30 pm, los estudiantes que habíamos quedado en el patio en la espera de comunicación e informes decidimos irnos y buscar medios de transporte que nos llevaran a casa y dar señales de vida a nuestras amistades y familiares.

La calle de Querétaro con daños severos en las vecindades, edificios y banquetas; más adelante el Hospital Ángeles Roma sin letrero, ventanas rotas y los pacientes sentados en las banquetas y sillas de los comercios cercanos que brindaban ayuda con agua, comida y asientos.


El metrobus de Hospital General sin luz, gratuito y repleto de personas preocupadas e incrédulas por lo que estábamos presenciando en el trayecto; el límite del metrobus fue Parque Delta y de ahí caminamos hasta el metro Etiopia dónde el edificio de Servicio Nacional de Empleo estaba muy dañado. No había más transporte colectivo partiendo de ahí. Eje 4 estaba cerrado, sin luz, y con las vialidades llenas de automóviles particulares con hojas pegadas en las ventanas dónde se leía la ruta que tomarían por si nos convenía a los que caminábamos por la zona.

Horas y horas caminando, los autos apagados por la falta de avance, la avenida repleta de gente y las banquetas cerradas por el riesgo del colapso de edificios en la colonia Álamos. Asombro de la gente tomando fotos y videos para compartir en sus redes sociales, ayuda mutua entre los transeúntes y los automóviles, y silencio total en las calles de la Ciudad de México; sólo el eco de las sirenas de patrullas y ambulancias se lograban escuchar. Nuevamente en Xola el servicio del metrobus en funcionamiento. Minutos de espera con paciencia y respeto para poder abordar a algún autobús y llegar cada quien lo más cercano a su destino, dónde su familia o amigos esperan aún por la llegada de su ser querido.

Ha pasado un día desde este terremoto y la solidaridad de los mexicanos ha sido incluso excesiva, nuevamente México mano con mano intenta levantarse, no han sido semanas fáciles, sino todo lo contrario. Se siente el apoyo y respeto de la mayoría de la sociedad para salir adelante juntos. Estudiantes como mis compañeros con la iniciativa de brindar apoyo de cualquier tipo, supermercados ofreciendo víveres para los centros de acopio, voluntarios con palas y manos fuertes queriendo quitar escombros, paramédicos dispuestos a brindar ayuda; consuelo, amor, abrazos y empatía en estos momentos difíciles de incertidumbre y de noticias dolorosas nos están haciendo más fuertes, nuevamente nuestra resiliencia sale a flote, con el corazón en duelo pero con optimismo y esperanza estamos sirviendo a nuestro país porque en México… aunque retiemble en sus centros la tierra, ¡oh patria querida! un soldado en cada hijo te dio.  #FuerzaMéxico #CantaYNoLlores #MéxicoLindoYQuerido #QueBonitoSerMexicano

  • Cynthia Alison Milián González, estudiante de Comunicación Social en la Universidad de la Comunicación.

El 19. 2>

Anunciación.-La naturaleza golpeó de nuevo a México, tan fuerte como hace 32 años; una fecha que ha estado en la memoria colectiva de los habitantes de la Ciudad de México: 19 de septiembre, anteriormente de 1985, a partir de ayer, de 2017. 
Un día en el que nadie esperaba que sucediera de nuevo una tragedia de tal magnitud, ocurrió una de las peores situaciones de desastre que se han vivido en las últimas tres décadas, desgraciadamente con víctimas que lamentar, desaparecidos y heridos.
En este contexto, la Ciudad de México (CDMX) se habría sobrepuesto al anterior sismo del 7 de septiembre, que tuvo lugar a las 23:49 horas; lo cual dio esperanza de que las estructuras de casas, edificios, negocios, etc.; soportaran el paso de réplicas de ese mismo movimiento. Aunque el sismo de ayer 19 del mes en curso no tuvo nada que ver con el registrado con anterioridad, fue catastrófico para algunos de los inmuebles.
Uno de los más importantes en la escuela Enrique Rebsamen, donde la gente continúa laborando para poder rescatar a las personas, entre niños y adultos, atrapados en los escombros de la que una vez fue su segunda casa.
Datos Oficiales
La Secretaría de Gobernación (SG) en un comunicado emitido el mismo día del suceso, emitió una Declaración de Emergencia Extraordinaria para todas las delegaciones que conforman la CDMX de acuerdo con los lineamientos del Fondo para la Atención de Emergencias (FONDEN) en su artículo 26, con lo que se activaron estos recursos para atender a la emergencia después del sismo.
Asimismo, la Secretaría de Educación Pública (SEP) declaró que se suspendían las clases en todas las escuelas de la CDMX así como en Puebla, Morelos, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Tlaxcala, Estado de México, Hidalgo y Michoacán, con el fin de proteger la integridad de quienes estudian y laboran en las instituciones.
Por su parte, el Coordinador Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación escribió en su cuenta de Twitter la lista de fallecidos que se ha registrado hasta las 9:09 horas de la mañana del 20 de septiembre:
“#Actualización: Suman 225 fallecidos: 94 #CDMX, 71 #Morelos, 43 #Puebla, 12 #Edoméx, 4 #Guerrero y 1 #Oaxaca”
(Tweet extraido de la cuenta oficial de Luis Felipe Puente, Coordinador de Protección Civil, @LUISFELIPE_P)
Asimismo, el presidente de México Enrique Peña Nieto (EPN), en compañía del Jefe de Gobierno de la CDMX Miguel Ángel Mancera y el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, emitieron un comunicado televisado la noche del 19 de septiembre para informar la situación que se tiene en las áreas afectadas, así como para destacar la labor que el gobierno en conjunto con sus organismos llevan a cabo para rescatar a las personas que se encuentran atrapadas en donde se registraron derrumbes.
Durante todo el día 19 y hasta la tarde del 20 de septiembre las emisoras de radio y televisión han estado informando sobre los desastres provocados, así como números de emergencia, solicitudes de los voluntarios y autoridades para ayudar en las labores de rescate y salvamento, así como la ubicación de los hospitales y albergues a los cuales los ciudadanos pueden acudir en caso de necesitarlo.

Los mexicanos unidos somos más fuertes
Durante las horas posteriores al sismo ocurrido, se tuvieron emergencias registradas por la caída de algunos de los edificios en la CDMX, en donde hasta el momento se registra la cifra más alta de fallecidos, las cuales fueron atendidas por cuerpos de seguridad capacitados, pero sobre todo se debe resaltar la labor de quienes prestan sus manos para apoyar a quienes lo necesitan en estos momentos.
Hombres, mujeres y niños se han sumado a las filas de voluntarios que se encuentran ayudando a quienes se encuentran atrapados debajo de los escombros, apoyando a las autoridades como la Policía Federal y el Ejército Mexicano que han salido de sus cuarteles para prestar sus servicios a los damnificados de este lamentable hecho.
Incluso en las vialidades, jóvenes dispuestos a ayudar organizaron brigadas para agilizar el tránsito de las principales vialidades, esto en periférico al sur de la CDMX, donde colapsó el tránsito de automóviles ante la situación de emergencia.
Otros más se sumaron para repartir agua a automovilistas y peatones, un gesto que sin duda fue valorado por los que nos encontrábamos transitando por esos lugares de gran crisis vial, asimismo repartían fruta, jugo, dulces a quienes lo necesitaran, ya que muchos de los que viajaban por estas calles, tuvieron que caminar al encontrar que los demás automóviles no avanzaban.
Asimismo, en avenida Xola, de la Avenida Cuauhtémoc hasta la estación de metro Xola, se pudo atestiguar como el transporte público Metrobús de la CDMX, línea 2; dejó de funcionar, el suministro de energía eléctrica fue cortado y un tramo de esta misma vialidad cerrada a causa de un edificio con riesgo de derrumbarse entre las calles de Navarra y Galicia en la colonia Álamos. No obstante, a pesar de encontrarse en esta situación, personas seguían con la labor de ayuda, velando para que todos se encontraran seguros, vigilando las zonas que se encontraban en los alrededores así como dando alojamiento, agua y comida a quienes se encontraban cerca, o que pasaban por ahí.
Llena de orgullo saber que cada persona se ha unido para ayudar, para otorgar una mano a quienes la necesitan y dejar de lado las diferencias que en la vida cotidiana nos apartan de la interacción con los demás. Es una prueba de que un mexicano nunca dejará a su suerte a otro mexicano, unidos somos más fuertes.

Fuerza México.
Fotografías por Kenia Silva Robles y Miguel Moctezuma Alvarado Chimal, información y nota

(Información oficial extraída de sitio de SG, cuentas oficiales de Twitter)

El amor a la patria 2>

Anunciación.- En el mes de septiembre celebramos un paso importante en la madurez de nuestra nación. La independencia para tomar las riendas de la administración jurídica, económica, etcétera; de las relaciones internacionales con los respectivos convenios e intervenciones, y un sinfín de otras cuestiones. 

Los pueblos maduran y es preciso que en un momento determinado tomen conciencia de la responsabilidad que tienen de velar por su terreno y por sus habitantes. Pero, un pueblo está formado por cada una de las personas que lo integran. Este aspecto nos interpela a cada ciudadano no sólo a quienes están gobernando. Por lo tanto, el amor patrio no se puede reducir a festejar.

Además, el modo de festejar, para un ciudadano responsable, exige fiestas moderadas. Esto no quiere decir aburridas, quiere decir que el modo de disfrutar no sea a base de excesos para ponerse de buen humor. El exceso provoca deterioro en las facultades, de manera que puede llevar a conducir en estado de embriaguez, caer en fanfarronas y derrochar el dinero que no se tiene, todo eso con perjuicio de la salud o de los recursos familiares o laborales. Y lo peor es que los jóvenes reproducirán ese mal ejemplo.

Tampoco se trata de dejar el cuidado de la patria a quienes gobiernan porque si lo hacen bien necesitarán de la colaboración de todos para administrar con equidad: conservar y hacer rendir los recursos para que todos los disfruten. Si los gobernantes lo hace mal estamos para impedirlo y exigir la reparación y la enmienda, pero esta actividad exige nuestra dedicación
Aunque también hemos de ser sinceros, muchas veces el amor patrio es de dientes para afuera porque cada uno descuidamos los recursos privados o públicos que tenemos. Por ejemplo: aprovechar adecuadamente la luz, el agua, la conservación del inmueble en el que vivimos reparándolo cuando haga falta.

En cuanto a los recursos públicos somos testigos de que los deterioran, por ejemplo manchan los vagones del metro, ensucian los parques… sin darnos cuenta de que eso nos perjudica a todos pues se elevan los gastos de mantenimiento y, eso sale de nuestros bolsillos, tienen que aumentar tarifas.

Por lo tanto, si amamos a nuestra patria vamos a conservar en buen estado los propio y lo ajeno, a dar buen ejemplo a las generaciones más jóvenes, a denunciar con valentía cualquier desorden que en definitiva es un acto de corrupción.