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“La Fraternidad de los Cristianos”, Frases de Benedicto XVI 2>

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Twitter: @TodoMexicoSomos

Anunciación.- “Hermano es para cada israelita el que conforma con él la unidad no de un determinado pueblo, sino del único pueblo elegido por Dios. Es decir, la fraternidad no está basada pura y simplemente en la procedencia común según la sangre, sino en la elección común por Dios. Se trata pues de una fraternidad en la que no ocupa el primer plano la madre común, sino el padre común, o sea Yahvé, el Dios del mundo.”
“La elaboración del concepto cristiano de hermano no es una cuestión marginal e intrascendente, sino que puede prestar un gran servicio a la hora de formular correctamente el tipo de religión que es el cristianismo”.
“La hermandad de los discípulos entre sí, y con Jesús, está estrechamente vinculada con la paternidad de Dios, y tiene una profundidad muy distinta de la que comporta la simple relación maestro-discípulo, que es la que se refleja en el concepto rabínico de hermano. “
“La hermandad con Cristo no se cimienta aquí, como antes, en la comunidad de convicción y elegida por libre decisión, sino en la pobreza y en la necesidad común.”
“Ahora el prójimo no será ya el connacional o el compañero de fe en una religión esencialmente nacional, sino el compañero en la fe apolítica y espiritual en Cristo.”
“El bautismo es el momento preciso en el que el creyente es hecho hermano. El bautismo, en cuanto nuevo nacimiento, media la hermandad cristiana que es el nombre que a sí misma se le da a la comunidad. En este nuevo nacimiento la Iglesia es la madre y Dios, el Padre.”
“Se acepta la exclusión (de los cristianos) respecto de los paganos, pues a ellos tampoco se les priva de un cierto derecho histórico. “
“El concepto de un Dios no cósmico y personalista, el único que da verdadero sentido a su ser Padre y que a la vez da relevancia a la fraternidad entre sus hijos, se desvela solamente en las palabras de la Biblia, y sólo así resulta valioso para los ojos de la fe. La comprensión de la Fraternidad del hombre sólo se regala en definitiva al que es capaz de ver en la fe, la paternidad plena de Dios. “
“En Cristo Jesús, Dios no sólo ha hablado a los hombres, sino que se ha convertido definitiva y radicalmente en su interlocutor.  Pues en él, Dios se ha hecho hombre y en cuanto hombre ha salido finalmente de su ser-totalmente-otro para entrar en diálogo con los hombres. “
“Cualquier persona puede dirigirse al hombre Jesús, pero al hacerlo, a quien habla es a Dios. Se deja de plantear, pues, la pregunta de cómo el hombre mudable puede hablar a un Dios inmutable y absolutamente otro.”
“En Cristo, Dios es un Dios mucho más concreto y personal, un Dios al que nos podemos dirigir, un interlocutor del hombre.”
“El Antiguo testamento muestra la preferencia por Israel, entre otras razones, porque le otorga el nombre de hijo primogénito de Dios (Ex 4,22).”
“El título de hijo pasa a designar al rey de los últimos tiempos, es decir, al Mesías, como figura plena del verdadero Israel. “
“Como la paternidad de Dios, la fraternidad de los cristianos en el Señor también trasciende el rango de las ideas, para convertirse en la dignidad de una realidad que suceda realmente y se realiza permanentemente en el acontecimiento que es Cristo.”
“La novedad de la filiación, según el Nuevo testamento, no es un nuevo significado psicológico, ni una nueva intimidad subjetiva, ni tampoco una nueva idea, sino la nueva realidad que Cristo a instaurado.”
“El Padre Nuestro cristiano no es el clamor de un alma aislada que sólo reconoce a Dios y a sí misma, sino que está unida a la comunidad de los hermanos con los que formamos el púnico Cristo, en el que y por el que sólo podemos y debemos llamar Padre a Dios, pues sólo él y por él somos hijos.
“La ética de Cristo es esencialmente la ética del Cuerpo de Cristo. Supone, pues, necesariamente desprenderse del Yo y unirse fraternalmente con todos los que están en Cristo. Y, como ética del desprendimiento, del auténtico abandonarse, incluye necesariamente la fraternidad de todos los cristianos.”
“La unión con Cristo incluye la unión de los cristianos entre sí, y, por tanto, incluye también la superación de los límites naturales e históricos que separan a los hombres.”
“Aun como padre (el sacerdote) sigue siendo siempre hermano: el ministerio de padre le reviste en una forma de servicio fraternal y nada más.”
“La teología clásica de la Iglesia ha entendido la Eucaristía no tanto como el encuentro del alma con Cristo, sino como la concorporatio cum Christo, la unión de los cristianos en el único Cuerpo del Señor. “
“La fraternidad cristiana cumple su deber con la mayoría, sobre todo, a través de la misión, el ágape y el sufrimiento.”
“Salvación del todo se realiza, según el designio de Dios, en la contraposición dialéctica entre los pocos y los muchos, en la que los pocos son el punto de partida mediante el cual Dios quiere salvar a los muchos.”
“En la medida en que la Iglesia logre crecer hacia la unidad de una única comunidad, en esa misma medida deberá ser consciente de que es un solo hermano de dos, que es un hermano junto a  otro, y que su tarea no es juzgar a su hermano equivocado, sino salvarlo.”
“La Iglesia ha de unirse en una vigorosa fraternidad interna, para hacer realmente un hermano. Pero no quiere ser un hermano para aislarse y separarse en definitiva del otro, sino porque sólo así puede cumplir su tarea para con el otro hermano, para el que ser así es el sentido más profundo de su existencia, el cual se fundamenta totalmente en la existencia representativa de Jesucristo.”
“En la medida en que la Iglesia tenga cada vez  un mayor impulso misionero empezará entonces a realizar de nuevo y cada vez con más vigor, su fraternidad interna.”
“El deber más grande que tienen los cristianos para con los no cristianos es seguir a su maestro en el sufrir por ellos.”
“Los discípulos de Jesús son pocos, pero igual que Jesús, siendo UNO, se entregó a favor de los muchos, así es también su encargo, a saber, que los discípulos tienen como misión ofrecerse por los muchos; no estar en contra de ellos, sino a favor de ellos.”
“Cuando es llamada a sufrir por los demás, logra la culminación de su misión más íntima el intercambio de destino con el hermano de yerra para restituirle así la filiación y la plena fraternidad.”
“Su número exterior (de la Iglesia) jamás la hará completamente católica, es decir, universal; al contrario, ha de ser siempre un pequeño rebaño, más pequeño de lo que aparentan las estadísticas que no hacen sino confundir, pues llaman hermanos a muchos que en realidad son cristianos de nombre y apariencia.”
“Tanto con su amor, como con su sufrimiento, la Iglesia está siempre para los muchos, para todos. Con ese amor y ese sufrimiento traspasa todas las fronteras y es en verdad católica.”

Visita Papal: ¡Una fiesta de manifestación de fe! 2>

Visita Papal: ¡Una fiesta de manifestación de fe!

Raúl Espinoza Aguilera

Blog: www.raulespinozamx.blogspot.com

Siempre sucede que la visita del Romano Pontífice a un país, supera ampliamente todas las expectativas y previsiones que se tenían y, en esta ocasión, tampoco ha sido la excepción.

Pienso que, en estos días,  a todos nos han conmovido las entusiastas manifestaciones de cariño y de fe hacia el Santo Padre y cómo el Papa se ha volcado con innumerables expresiones de afecto hacia los fieles,  en este viaje tan largamente esperado.

Vinieron personas de los lugares  más inesperados –al menos para mí-, como de Centro y Sudamérica, de Estados Unidos, etc.  Días antes de este viaje apostólico, me llamó un amigo salvadoreño y me dijo:          “-Un grupo de “compas” y  yo pensamos acompañar al Papa en todos sus recorridos. Tenemos dinero para ir a hoteles, pero ya no localizamos reservaciones.  Así que iremos con nuestros “sleeping bags” y tiendas de campaña y acamparemos donde se pueda. ¡Pero no nos podemos perder esta ocasión histórica!”

Le comenté que sabía que vendrían numerosos jóvenes de prácticamente todos los estados de la república mexicana y que –concretamente un grupo conocido mío- llegarían a unos almacenes donde se habían adaptado unas regaderas y, en plan rústico, pensaban pernoctar con “sleeping bags”. Y que tal vez allí se podrían alojar y a este amigo mío le proporcioné nombres y teléfonos para que se contactara con los coordinadores.

Y durante toda la estancia de Benedicto XVI en México, ¿a qué obedecieron todas esas manifestaciones de amor y de fe? En primer lugar, porque las miles de personas que lo pudieron saludar y los millones que siguieron su recorrido por  televisión, sabían perfectamente que no veían sólo a un personaje internacionalmente conocido sino al Vicario de Cristo, es decir, al representante de Jesucristo en la tierra, al que hace las veces del Hijo de Dios Encarnado. Y todos querían verlo, escucharlo y recibir su bendición. ¡Fue una auténtica fiesta de manifestación palpable de la fe!

Y contra  esa incisiva propaganda en contra -desde que lo nombraron Papa-, de que se trataba de una persona dura e inflexible, ¿qué fue lo que presenciamos? A un Santo Padre amable, cariñoso, sonriente, que derrochaba amor hacia todos –particularmente hacia los niños y los jóvenes-  y transmitía la paz que sólo un hombre de Dios puede dar.

Cuando presenciaba esas impactantes escenas en los lugares por donde paso el Sucesor de San Pedro pensaba:     -Sin duda, la gente tiene sed de Dios. Y venían a mi mente aquellas palabras de San Agustín que escribe en sus “Confesiones”: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”.

En medio de la ola de violencia e inseguridad que azota a nuestro país; ante  pseudoideologías que lanzan algunos medios de comunicación presentando una imagen reduccionista o deformada del ser humano, como es el materialismo hedonista; ante tanta desorientación por influencia de algunas sectas, es innegable que todos los hombres ansiamos la felicidad y tenemos una imperiosa necesidad de valores trascendentes y perdurables.

Benedicto XVI, desde que era Obispo en Alemania, quiso poner como lema de su escudo episcopal: “Colaborador de la verdad”.  ¿Por qué? Porque en Dios se encuentra la Verdad con mayúscula. Y la misión de un Pastor es acercar a los fieles a esa comunión con su Creador, a ser un fiel instrumento divino para satisfacer esa nostalgia y  anhelo de Dios, impreso en el corazón de cada mujer y de cada hombre.

Y a lo largo de su años como Pontífice somos testigos de que ha hablado siempre con la verdad y “puesto el dedo en la llaga” para aclarar ideas fundamentales, por ejemplo: acerca del relativismo, de la importancia de la familia, de que no se puede llamar matrimonio a la unión de homosexuales, del respeto a la vida del no nacido desde el momento de su concepción, de la necesidad de la ética en las relaciones internacionales y entre las comunidades, de la congruencia que debe  haber entre lo que se piensa y lo que se hace en la vida cotidiana, de combatir con fortaleza y determinación los abusos de pederastia, de la conveniencia de terminar con las guerras, la violencia y preservar siempre la paz y el diálogo…

Quizá por eso algunos medios de comunicación insisten en atacarlo, pero tenemos –por fortuna- a un Romano Pontífice valiente y con firmes convicciones, que no se arredra ante los comentarios críticos ni campañas de prensa en su contra.

El Santo Padre nos ha comunicado palabras llenas de esperanza y fe, recordándonos que somos hijos de Dios, y que como Padre nunca nos abandonará a pesar de las adversidades personales, familiares o sociales.

Nos vino a dar mucha Luz al espíritu y me hizo recordar las palabras de nuestro Salvador cuando se presentó a Sí mismo como la luz que ilumina al mundo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8, 12-20).

Me parece que, como agradecimiento a Benedicto XVI por esta visita pastoral a nuestro país –tomando además en cuenta que para realizar este viaje  tuvo que vencer dificultades de salud y de su avanzada edad, pero más pudo su amor por México-,  debemos de rezar mucho más por él y por la importante misión que tiene encomendada de ser portador de la Luz y la Verdad. A la vez,  pedir también para que sus palabras y mensajes calen hondo en nuestros corazones y nos hagan realmente mejorar individualmente en nuestra vida diaria como seguidores de Cristo.

¿Cómo vivir mejor la Semana Santa? 2>

¿Cómo vivir mejor la Semana Santa?

Raúl Espinoza Aguilera

Blog: www.raulespinozamx.blogspot.com

Hace tiempo se puso de moda una canción popular titulada: “¿Qué tan grande es tu amor?” de los Bee Gees y, siempre que la escucho, la asocio con la agonía y fallecimiento de un amigo mío, Ricardo, quien tenía leucemia y se encontraba en fase terminal en un conocido hospital.

Recuerdo que me pidió que le llevara a un sacerdote para prepararse espiritualmente.  En plan privado, tuve largas conversaciones con él. Me decía que la enfermedad le hacía sufrir  mucho y que casi no dormía.  Le recomendé que uniera todos sus dolores a la Cruz de Cristo y de este modo santificaría todo ese malestar general.

Una idea medular, de modo natural, surgió en nuestras pláticas: en el sacrificio se encuentra la mejor manera de corresponder al infinito amor que el Hijo de Dios  tuvo  para con nosotros, dejándose clavar gustoso a un madero, con la finalidad de salvar al género humano y abrirnos las puertas del Cielo.

Y como dice el dicho: “amor con amor se paga”.  Poco antes de fallecer, este amigo besó con devoción un crucifijo. Me decía que todo el dolor lo estaba ofreciendo por la Iglesia entera, por el Papa y por todas las almas y que, además, lo hacía con mucho gusto y por amor de Dios. Hasta el último momento, Ricardo aceptó la Voluntad de Dios y murió con una enorme paz y serenidad.

Después de su deceso en el hospital –yo iba en mi coche camino a casa-, pensativo y bastante impactado  y, en el alto de un semáforo, volví a escuchar esa canción, “¿Qué tan grande es tu amor?”, que se difundía desde el altavoz de una tienda. Comprendí que este amigo mío  había sido fiel hasta la muerte, dejando este mundo como ejemplar cristiano, y que había tenido la valentía y fortaleza de decir que “sí” al gran sacrificio  que Dios le pedía.

Estamos en Semana Santa. Me parece que una pregunta que nos podemos hacer es: “-En mi vida ordinaria, ¿cómo puedo corresponder a tanto derroche de amor que Jesucristo tuvo por cada mujer y cada hombre en particular, mediante su crucifixión?” Porque no lo hizo por una masa anónima sino pensando individualmente en cada uno de nosotros.

En primer lugar, es importante no dejar que estos días pasen “como agua entre las piedras” y se reduzcan a una mera temporada vacacional. Por ello es recomendable, hacer una buena confesión y recibir al Señor en la Eucaristía.

Después, asistir a los Oficios de Jueves y Viernes Santo, además –por supuesto-  de la Santa Misa del Domingo de Resurrección. El Papa Benedicto XVI recomienda vivamente que meditemos la Palabra de Dios de esos días y todo lo relativo a la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor que se recogen en los cuatro Evangelios. Leyéndolos, no de prisa, sino en forma pausada y sacando consecuencias prácticas para nuestras vidas.

Existe, también, otra piadosa costumbre que consiste en rezar el Vía Crucis, siguiendo cada una de las 14 Estaciones de la Vía Dolorosa,  y que tanto bien ha producido en millones de católicos a lo largo la historia del cristianismo.

De la  misma forma, es aconsejable rezar un poco más y procurar ofrecerle a Jesús algunos  actos de penitencia o privaciones voluntarias, como por ejemplo: no comer algún platillo que nos apetezca, dejar aquel postre que nos agrada, no ponerle azúcar al café, privarnos de algún antojo, etc. Se trata de  hacer algunas mortificaciones pequeñas que realmente nos cuesten porque sabemos en nuestro interior que a Dios le agradan esos ofrecimientos personales.

Finalmente, hay una bella y piadosa costumbre  en México que consiste en ir a una iglesia o capilla para darle el pésame a la Virgen María, la tarde del Viernes Santo, en que recordamos la muerte de su Hijo.

En suma, es necesario que nos metamos de verdad en las escenas que revivimos de la Pasión. Sin duda, ese silencio y recogimiento interior es señal cierta de madurez cristiana y que dejan abundantes frutos espirituales y en beneficio directo de los demás, comenzando por los que conviven a diario con nosotros.

A este propósito escribía San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Los sucesos divinos y humanos de la Pasión penetrarán de esta forma en el alma, como palabra que Dios nos dirige, para desvelar los secretos de nuestro corazón y revelarnos lo que espera de nuestras vidas” (Es Cristo que pasa, No. 101).

La vocación de entrega total a Dios: Mitos y realidades 2>

La vocación de entrega total a Dios: Mitos y realidades

Raúl Espinoza Aguilera
Blog: www.raulespinozamx.blogspot.com

Cuando un Romano Pontífice visita una nación, es común que a muchos jóvenes se les despierte la inquietud vocacional hacia la vida sacerdotal, religiosa o como fieles laicos, conscientes de buscar la santidad en las encrucijadas del mundo. Por ello, con ocasión de la inminente visita del Santo Padre a nuestro país, me parece interesante comentar un libro de reciente publicación, titulado: “¿Puedo elegir mi vocación?” escrito por el Dr. y Pbro. Francisco Ugarte Corcuera (1), autor de otras exitosas obras, como: “Del resentimiento al perdón, una puerta a la felicidad”; “Vivir la realidad para ser feliz”; “La Amistad”, “Matrimonio y Procreación”, “El Camino de la Felicidad”, etc.
Mientras leía esta interesante obra, venían a mi memoria unas palabras del Papa Benedicto XVI en las que brinda unas recomendaciones muy prácticas para atender a la posible vocación de una entrega completa a  Dios: a) cultivar una gran amistad con Jesucristo a través de la oración y la práctica de los sacramentos porque sólo así se puede  descubrir lo que Él está pidiendo; b) prestar atención a lo que cada quien es como persona y a sus posibilidades reales; c) tener valentía para decir que “sí” al Señor; cuando se vislumbren las luces claras; d) al mismo tiempo, practicar la humildad, confianza y apertura para no eludir el compromiso de por vida; e) acudir a la ayuda de los amigos, de la autoridad de la Iglesia y también de los sacerdotes, mediante la dirección espiritual.
Y añade el Papa: “¿Qué quiere el Señor de mí? Ciertamente, esa sigue siendo siempre una gran aventura, pero sólo podemos realizarnos en la vida si tenemos la valentía de afrontar la aventura, la confianza en que el Señor no me dejará solo, en que el Señor me acompañará, me ayudará” (6-IV-2006).
El Dr. Ugarte tiene -como punto de partida de su libro- la llamada universal a la santidad mediante la cual, Dios “nos ha elegido antes de la creación del mundo, para que seamos santos” (Efesios 1,4) y otra idea que es, como música de fondo de toda su obra, son también otras palabras de San Pablo: “(Jesús) me amó y se entregó hasta la muerte (de Cruz) por mí” (Gálatas 2, 20).
Es decir, que Dios ha salido a nuestro encuentro, ha tomado la delantera y generosamente ha dado su vida por nosotros. La pregunta lógica ante tanto derroche de sacrificio y amor sería: “¿Y yo qué puedo hacer ante esa inmensa manifestación de cariño del Señor hacia mí?”
A veces se espera –pasivamente- que Dios “ponga todo de su parte” y los interesados  deban de recibir una especie de “iluminación particular”, o bien, que sean protagonistas de sucesos  extraordinarios.
Pero no es así, el Señor nos habla a través de las circunstancias más ordinarias: una conversación a solas con Jesús frente a la Eucaristía; una charla con un sacerdote o con un amigo; la lectura de un libro;  la meditación de la Pasión de Cristo; la asistencia a un curso de retiro espiritual; la inesperada enfermedad o fallecimiento de un familiar, etc.
Otras veces se piensa, que la vocación para seguir a Jesucristo se deduce “a base de brazos“, del mero esfuerzo humano, lo cual sería caer en un voluntarismo. Y no es así, porque la llamada divina tiene una dimensión sobrenatural. Es Él quien elige a los que quiere como ocurrió con la elección de los doce Apóstoles.
También a veces se piensa que se tiene que “sentir” la vocación, como si fuera algo que perteneciera exclusivamente a la esfera de los sentimientos. De antemano sabemos que los estados emocionales se esfuman como el vapor o como el humo.
Por ello se requiere  concebir la llamada intelectualmente como una posibilidad real en el itinerario de vida de cada persona. Si a ello  le acompañan la ilusión y el entusiasmo, ¡qué mejor!, pero lo importante  es no olvidar  que se trata de una decisión o una opción por un estado de vida concreto y con la finalidad de dar Gloria a Dios.
Ahora bien, la vocación es para toda la vida y no por un tiempo breve o reducido. Además, cuando alguien se plantea un camino sobrenatural debe percatarse que lo hace con absoluta libertad y madurez.
Otros ponen como excusa que afectivamente les atraen las personas del otro sexo y que, en principio, desearían casarse. Eso no tiene nada de extraordinario; es muy natural que eso ocurra. La llamada al celibato, a dejar de lado un futuro cónyuge y de formar una familia, en un principio, puede sacudir integralmente a la persona,  de ahí que haya que fomentar la completa seguridad, esperanza y abandono en Dios y pedirle fortaleza.
Sin embargo, cuando se tiene la generosidad de dejar el amor humano y seguir al Amor (con mayúscula) habitualmente se experimenta una felicidad indescriptible.
Porque no hay acto más liberador de la mujer o del hombre que, cuando viendo que se tiene vocación para seguirle, responde afirmativamente. En ese momento, todas las cosas, las vivencias y el mundo circundante adquieren una nueva, apasionante y maravillosa perspectiva.
“La actitud en este caso –comenta el autor- será activa e inclinará a tomar una decisión sin dilaciones y apoyada en la confianza en Dios”.
Y señala a continuación algunas señales de la vocación: a) tener inquietudes espirituales y el deseo de dar más a Dios y a los demás a través de su propia vida; b) Considerar la misma trayectoria vital o biografía personal que le ha conducido a hacerse ese planteamiento; c) Darse cuenta de la necesidad que la Iglesia y el mundo tienen de contar con personas entregadas en el celibato apostólico para transformar la sociedad y contribuir a la Nueva Evangelización como fieles cristianos en medio del mundo; e) Reunir las condiciones de idoneidad para la entrega (salud física, normalidad mental, estabilidad emocional, capacidad intelectual adecuada, etc.); f) La confirmación de esa determinación por parte del director espiritual y de quienes intervienen más directamente en la formación del candidato.
¿Y qué pasa con el miedo de entregarse a Dios? Es un sentimiento que muchas mujeres y  hombres de todos los tiempos frecuentemente  han experimentado puesto que se trata de asumir un compromiso para toda la existencia. “Por lo general, el miedo es una señal certera –afirma el teólogo Martin Rhonheimer- de que Dios pide más de lo que uno está dispuesto a dar”.
Pero el decirle que “sí” a Dios no es “un salto imprudente al vacío” sino un confiado abandono en las manos amorosas del Señor.
Y finalmente termino relatando una  experiencia personal que he venido observando por  mucho tiempo: entre las personas que he conocido más alegres, optimistas, maduras, centradas en la vida y, sobre todo, con un excelente  sentido de humor, son aquéllas que con total libertad han entregado sus vidas enteramente al amor y en servicio del Señor.
(1)  Ugarte Corcuera, Francisco, ¿Puedo elegir mi vocación?, Editorial Minos Tercer Milenio, México, 67 páginas. Se puede adquirir en: ventas@minostercermilenio.com