El Papa Francisco se atreve a decir muy claramente que si no nos descubrimos hijos del mismo Dios no podremos constituir tampoco un mundo en el que nos veamos todos como verdaderos hermanos y vivir una verdadera fraternidad universal. Solo el deseo de paz, fraternidad y amor no basta para vivir todos como verdaderos hermanos.
En la famosa “Homilía del Campus” Amar al mundo apasionadamente, pronunciada por San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei y de la Universidad de Navarra, en la Misa celebrada ahí el 8 de octubre de 1967, según nos dice Villar en su artículo, San Josemaría, habla a partir de la nueva criatura regenerada en Cristo mediante la fe y el bautismo, es decir, desde el don que procede de Dios, y no del mundo.
Por ejemplo, tenemos la oportunidad de acercarnos a Dios y poner delante de Él la multitud de nuestras faltas, de nuestros pecados, de nuestras faltas de virtud en lo humano y en lo sobrenatural.
Quizás algunos creyeron que la pandemia no llegaría a México, a sus provincias hermosas y tranquilas, pero, no es así. El mundo entero está arrodillado y orante ante un “enemigo invisible” y letal.
Jesucristo es la respuesta que el hombre de hoy anda buscando y quiero apoyarme en las investigaciones históricas de Daniel-Rops en Jesús en su tiempo: “…a todos los problemas que entonces se planteaban los hombres fue Cristo quien aportó la solución.