Quizá la primera cualidad del líder consista en un apasionado amor por la verdad, como requisito para identificar los problemas, y entonces, situarse en condiciones de encontrar el qué y resolver el cómo. Y además poseer una buena dosis de valentía, para llamar a las cosas por su nombre.
Afrontar la verdad es tal vez el primer rasgo de valentía que exigimos de un líder. La huida o falseamiento de situaciones, y el miedo a saber que uno pudo permanecer equivocado durante poco o mucho tiempo, pueden incapacitar para saber-dejarse-decir las cosas.
La arrogancia, la jactancia, el orgullo, la soberbia y la vanidad son los peores enemigos, que si no se combaten en cuanto aparecen los primeros síntomas, pueden anular al líder, corrompiendo su juicio mental y torciendo su voluntad.
Somos muchos, los que estamos convencidos, de que la prueba de oro de una persona de valía es la humildad, que no quiere decir apocamiento sino permanecer en la verdad, aunque tomar esta pueda ser muy duro.
Un líder auténtico no duda en apoyarse en hombres más capaces que él y confía en ellos. Pero antes les pide lealtad, lealtad y más lealtad.
Esta lealtad se demuestra especialmente en los momentos adversos. El líder se esfuerza en llegar siempre a una concepción personal de las situaciones, habiendo acudido a su propia experiencia y a los datos acumulados por los expertos.
El líder necesita actuar con la mayor objetividad posible, y se cuida bien de no forjarse una imagen definitiva de las situaciones, como de un peligro que podría comprometer sus decisiones posteriores.
Cuando descubre algo, o se le ocurre alguna idea, da cuenta de sus perplejidades o dudas a los que deban trabajar con él, así como de sus conclusiones –una vez que haya escuchado a los expertos-.
Es flexible: ajusta su actuación a las circunstancias concretas de cada persona o situación: buscando información de muchas fuentes; revisa sus actitudes; decide distinguiendo con claridad lo que es importante de modo permanente, y lo que es transitorio.
Es profundamente comunicativo y no tiene miedo a descubrir que los demás opinen diferente. Sabe rectificar y aprender de sus errores. Tiene un claro conocimiento de mundo, al cual él debe ajustarse: la religión y la moral, le indican los límites y los cauces de su quehacer político, sin más señalización que el respeto y el fomento de los derechos humanos.
Es fundamental que adquiera los conocimientos para realizar con justicia su gestión, mediante el estudio detallado de la ley y el ordenamiento naturales del hombre y de las cosas. Por ejemplo, si es católico debe conocer bien la fe y la moral de Cristo y la doctrina social del Magisterio de la Iglesia.
Nos parece que México va marchando bien. La recesión que nos afecta, está en otros aspectos de la vida, como el moral y la falta de valores en la familia, célula de la sociedad.
Estas situaciones que se han formado, nos dañan y nos afectan profundamente: el virus de la violencia, inseguridad, narcotráfico, divorcio, la brecha entre ricos y pobres, la pornografía, etc. La corrupción, en una palabra.
Todo ello parece haberse metido en el seno de la sociedad. Los problemas se amontonan de modo que parecen formar un nudo gordiano, que, según se dice, todavía no aparece por ahí quien lo desate.