Así, a mediados del siglo pasado, se empezó a generar un cambio en la valoración de la vida humana a la vez que se iba incrementando la de los demás seres de la naturaleza: los animales, las plantas, la tierra, etcétera, como si fueran incompatibles la humanidad y las otras formas de existencia natural, vivas o inertes.
Lo primero que necesitamos para saber cómo educar a nuestros hijos es conocerlos, y me dirán “yo conozco muy bien a mis hijos”, pues yo te digo que no, tu sabes cómo son tus hijos, porque los conoces desde su nacimiento, porque convives con ellos cotidianamente, sabes cómo son, pero no sabes por qué son así cada uno de ellos.
Pues bien, convertirse en abuelos, no necesariamente significa ser viejo y mucho menos anciano. Los abuelos jóvenes, están en plenitud de la edad, en edad de producir con su trabajo bienes de toda clase: ciencia, servicio, enseñanza, empresas, negocios, instituciones, asociaciones civiles y hasta hacer política, además de procurar los medios económicos para su familia, en la que ya hay hijos autónomos y productivos, que han iniciado su propia familia.
Sin importar el tipo de familia en el que hemos crecido, todos hemos llegado a la vida por la unión de un hombre y una mujer, sea ésta del tipo de sea. Por lo tanto, todos tenemos una madre y un padre biológico, así hayamos sido concebidos por inseminación artificial.