Elevar nuestra autoestima y la autoestima de las demás personas es un reto que lleva toda la vida, porque cada quien necesitamos mejorar personalmente, hasta el último momento de nuestra vida. No se trata tanto de que los demás nos aprueben lo que hacemos, sino de luchar por alcanzar las propias metas y de ayudar a los demás a que alcancen las suyas.
Cuando la autoestima tiene un impacto benéfico con lo espiritual, lo moral, lo familiar y lo laboral: estamos hablando de una autoestima positiva y de crecimiento.
Muchos de los problemas con uno y con las otras personas: desánimo, tristeza, ineficacia, pereza, desorden, carencia de iniciativa, insultos, etc. tienen que ver con un bajo o nulo nivel de la autoestima.
Si me considero hijo de Dios, pero hijo muy amado e irrepetible, mi autoestima crecerá contantemente y estaré alegre en todos los momentos de mi vida, por precarios que estos puedan mostrarse. Todos valemos mucho, pero a veces nos dejamos caer en el desánimo, si la situación por la que pasamos es ardua, dolorosa y durable, acabaremos por ver las cosas negras, si nos dejamos llevar.
Con afán de superación, podemos dar muchos pasos para aumentar la auténtica autoestima personal y ayudar a los demás en que hagan crecer la propia.
Todos tenemos espadas con las que herimos nuestra autoestima y la de los demás. El reto que tenemos, es hacer desaparecer esas espadas. Se trata de una actitud que dura toda la vida, pero que tendrá una feliz recompensa cuando hayamos ganado la última batalla.
Basta una frase para elevar la autoestima propia: piensa en los demás y date a ellos. Esto hará que aumente la autoestima de los todos.
La integridad es esencial en la promoción de la autoestima. Por ejemplo, la gente nos respeta si decimos la verdad. Más aún nos comprende y conoce las reglas del juego (mediante la concurrencia de lo que pensamos, decimos y hacemos, en unidad de vida). Esta actitud da cohesión no solo a los individuos, sino también a las instituciones.
Cuando alguien toma una decisión que produce los resultados deseados, añade una nueva baldosa a los fundamentos de su autoestima; por eso es conveniente fomentar la toma de decisiones, aunque se cometan errores (claro está, de errores no deseables). No se trata de decidir por decidir, pues sería una tontería que puede ser fatal, sino de actuar con prudencia.
Es preferible cometer errores y aprender para mejorar uno, que quedarse en la mediocridad e ignorancia. Pues los errores se pueden corregir. Es muy sano, fortalecer el proceso de toma de decisiones para ir hacia adelante.
Es acertado avivar la libertad de buscar oportunidades y desafíos, que elevarían la autoestima y se conseguirían nuevos progresos. Es conveniente ofrecer apoyo y estímulo, pero también hacer ver que cuando se encuentran dificultades que uno no puede resolver por sí sólo, lo adecuado es pedir ayuda a quién sabe y puede y más que uno. Esto ofrece seguridad a las personas y les permite ser más productivos.
Todos necesitamos de pequeños éxitos que nos impulsen a ser más sólida nuestra seguridad personal, porque así vamos progresando, y ello nos motiva a ser mejores y cultivar el afán de logro. Claro está que los éxitos reafirman nuestra seguridad.
No se trata de cometer errores por cometerlos: eso sería una tontería. Por ello, resulta útil que diseñemos para nosotros mismos parámetros personales y expectativas realistas, que nos guíen hacia una vida más productiva, eficaz, servicial y responsable.
Admitamos que las personas con las que trabajamos, poseen su propio modo de trabajar, pero también sus emociones. Entre mejor comprendamos sus limitaciones, y defectos, sus virtudes y cualidades, mejor nos comunicaremos con los demás.
Ayuda mucho conocer los modos de pensar y las emociones del prójimo, ello nos da un paso para acceder a su interioridad, y poder ayudar más. Pero siempre, hay que respetar la intimidad del otro.
Ahora, en la época del internet, del teléfono celular y el correo electrónico, conviene mucho recuperar nuestro contacto humano y la sinceridad con las demás personas. Es decir, estar abiertos y promover la auténtica amistad.
Crear y aprovechar oportunidades de tratar directamente a los demás, confirma nuestro valor como persona y fortalece nuestra identidad como seres humanos, que están necesitando de un continuado trato personal.