Pensar primero, y luego hacer, nos permite producir más y mejores resultados y nos prepara para un futuro crecimiento. Hay que procurar que el consejo o la asesoría ayude a la toma de decisiones.
Para saber si mi ideal vale la pena –por el esfuerzo y las cosas que dejamos para hacerlo realidad-, es preciso relacionar las propias posibilidades con las necesidades de los demás, porque todos requieren recibir ayuda: nadie se puede sostener solo.
No nos compliquemos la vida pensando en miserias futuras, cuando lo que pretendemos son cosas buenas. La experiencia demuestra que muchos males o problemas sin solución: nunca ocurrieron: y toda la energía y tiempo empleada para prepararnos para tal confrontación, resultaron inútiles.
Conservan y hacen crecer el sentido de responsabilidad en ayudar a sus prójimos.
Saben prever. También actúan para resolver los problemas conforme se les vayan presentando. Aceptan y desean responsabilidades.
Poner buena cara cuando el “horno no está para bollos”, requiere de una actitud sencilla, porque al mal tiempo, darle buena cara.