Saber que es necesario unirse con otros –aunque no comparta con ellos sus convicciones-, para poder hacer -con los demás- lo que sí comparte.
La formación del próximo mandamás tiene que ser integral. Debe ser una persona que cuide y domine todos los aspectos, por muy complejo y arduo que le resulte hacerlo así.
“El que no se sabe gobernar a sí, ¿cómo sabrá gobernar a otros? –dice un viejo refrán-. La respuesta: Desde luego que muy mal. Aquel candidato que no tiene unidad de vida: y en lo que hace, dice y piensa carece de coherencia –de criterio-, no podrá ganarse la confianza de los que él se imagina son o serán sus leales seguidores. El ejemplo arrastra, las palabras huecas desaniman.
Esto es lo que tienen muchos políticos: un desorden en la cabeza y en los afectos: por un lado, no saben poner orden en su casa, y, por otro se empeñan en dirigir un país… Irónico, ¿verdad? Pero este hecho es muy frecuente.
¿Por qué tantas crisis económicas, sociales, educativas, familiares, religiosas, etc.? Acaso será porque se oculta la verdad de los hechos y se maquilla la realidad de las cosas –tratando de hacer creer a los demás que lo negro es blanco y que lo amarillo es rojo-.
Querer gobernar siendo personalmente desordenado, es tan absurdo como querer escuchar la grabación de una aria de ópera interpretada por un mudo.
¿Cuál sería la formación necesaria para que un gobernante dirija con eficacia? La respuesta es clara: La verdad sobre el hombre. Un dirigente necesita estar bien formado en el terreno de las cosas, en el campo de las ideas y ser un profundo conocedor de las personas, entendidas estas últimas en toda su dignidad humana.
La libertad es la medida de la dignidad y de la grandeza del hombre. Se trata de que el hombre de Estado, utilice la libertad en forma responsable, en base al bien, no en forma ventajosa y utilitaria. Y para esto es necesario que recordemos esas palabras tan conocidas: “La verdad os hará libres”
Para muchos de los ciudadanos, y para mí, suscita una gran alegría y confianza, esa afirmación –clara, tajante- que está en boca de muchos: de que la vida del ser humano comienza en el primer momento de la concepción, y la necesidad imperiosa de respetar y defender esa vida, como lo harían los padres. Esto es sólo un botón de muestra –pero piedra angular- de lo que exigimos del futuro gobernante.
“No es tarea fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio es muy sencillo” (Rabindanath Tagore). “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser grande o democracia” (Theodore Roosevelt).
La experiencia señala que un pueblo se sostiene en pie, únicamente si el número de los hijos es de tres o cuatro por familia; el número ha de ser mayor si se quiere que aumente la población.
Es preciso renovarse cada uno -cada día- con la renovación interior, ser mejores, perfeccionar las virtudes humanas: lealtad, sinceridad, sencillez, laboriosidad, amistad, amabilidad, etc. y pedirle a Dios que nos aumente las virtudes sobrenaturales: fe, esperanza y caridad.