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Gabriel Martínez Navarrete

Algunos rasgos del liderazgo 2>

 

1  EL rasgo del límite: Determina la capacidad de trabajo o el nivel de eficacia de una persona.

2  El rasgo  del servicio  Mide  la capacidad  de lealtad y servicio que deben ser completos, no hay puntos medios.

3  El rasgo  del proceso: El liderazgo no tiene límite: se desarrolla todos los días.

4 El rasgo de la navegación: cualquier persona -en momentos de tormenta- puede dirigir el barco, pero es necesario un auténtico líder para que pueda llegar a puerto.

5  El rago del que escucha primero, luego reflexiona, después habla  y puede dar la  solución acertada,

6  El rasgo del terreno firme: La confianza –con hechos- es la base del liderazgo.

7  El rasgo de la aceptación de uno mismo: Las personas siguen naturalmente a líderes más fuertes que ellos.

8  El rasgo de la intuición: Los líderes intuitivamente evalúan las cosas con un sesgo para ayudar a los más necesitados. Protegen preferentemente al débil y ayudan al fuerte a llegar a su objetivo.

9  La rasgo del magnetismo:  Significa que atrae a los mejores de su equipo.

10  El  rasgo de la confianza :  Los líderes tocan el corazón antes de pedir ayuda.

11  El rasgo de la proximidad: Las personas más próximas al líder, determinan la potencialidad de éste.

12  El rasgo de cesión de la autoridad: Sólo los líderes seguros de sí mismos, dan poder a los demás.

13  El rasgo de la formación:  Se requiere de un líder para desarrollar otro líder.

14  El rasgo del convencimiento:   Las personas se convencen del líder y luego de la visión de este, si lo ven congruente.

15  El rasgo de la victoria:  Los líderes encuentran la forma de que cada quien dé lo mejor de si mismo y el equipo gane.

16  El rasgo de la amistad:   El momento de ayuda es el mejor amigo de un líder.

17 El rasgo de las prioridades: comprender qué actividad no necesariamente significa logro.

18  El rasgo del sacrificio: un líder debe sacrificarse para progresar, porque el ejemplo  suele ser el  mejor motivador

19  El rasgo de la oportunidad: pensar es tan importante:   como qué hacer y a dónde ir, y cómo.

20  El rasgo del crecimiento explosivo:   para sumar el crecimiento, hay que conducir a los seguidores. Para multiplicarlo, hay que conducir a los líderes.

21  El rasgo del miedo reducido a nada: No debe tener miedo porque sabe qué hacer, tiene rectitud de intención y sabe que  Dios lo está cuidando.

22  El rasgo del legado: el valor perdurable de un líder se mide más  por su sucesión, que por sus discursos. Necesita dejar personas mejores que él.

No es fácil que el país tenga auténticos líderes, pero en este punto  no se puede ceder, para que las cosas salgan adelante. No importa que haya referéndums. Es más, muchas veces es necesario hacerlo.

LA ALEGRÍA DE CONVIVIR CON TODOS 2>

La actitud de aprender continuamente a ser personas abiertas y que saben escuchar, nos abre las puertas para convivir con todos. Todos deseamos hacer y mantener amistades profundas.  Por ello, necesitamos estar dispuestos a comprender y disculpar, sin juzgar las intenciones de los demás.

Tratar bien a nuestros semejantes, nos hace afables, tanto en el pensamiento como en los hechos y en las palabras, y así hacemos la vida más grata a los demás: y desarrollamos  una convivencia tranquila y confiada,   que  permite  vivir la  caridad que reside  especialmente en comprender al otro.

La alegría nace de ser y de sentirnos hijos de Dios, y se manifiesta en la sonrisa oportuna y en un gesto amable: que permite el diálogo y la conversación. Anima y enriquece a todos.

Otras virtudes que ayudan a hacer amable la convivencia cotidiana son: la generosidad, el buen humor, el orden, la lealtad, la fidelidad, la sonrisa, etc. teniendo en cuenta los gustos de los demás.

Mirar a los demás como imágenes irrepetibles de Dios. “Venerar” la imagen de Dios (lo Bueno) que hay en cada hombre. Ello contribuye a la mejora de los demás. Cuando se avasalla se hace ineficaz el consejo, la corrección o la advertencia.

Comprender a los demás, mirarlos con simpatía inicial y creciente: aceptar a los demás: con optimismo, con sus virtudes y sus defectos. Tratar a todos sin detenernos en los defectos y deficiencias de los demás (porque todos tenemos estas cosas). Cada uno somos únicos e irrepetibles y tenemos nuestras personales peculiaridades.

“Ante todo debéis guardaros de sospechas, porque este es el veneno de la amistad” (San Agustín, 354 – 430. Obispo, filósofo y Padre de la Iglesia).

Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a. C) “Qué cosa tan grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo”.

“Amistades que son ciertas, nadie las puede turbar” (Miguel de Cervantes)

Aristóteles define la virtud, argumentando que no es una facultad ni una pasión de la persona humana, sino un hábito que busca la perfección.

La alegría se consigue siendo sinceros y confiando en los demás. Quien da ejemplo, influye positivamente y  va adquiriendo en las personas un liderazgo de confianza

También se ha dicho, que la virtud es un hábito que perfecciona al hombre para buscar la verdad y el bien. Y muchas otras definiciones, que no mencionaré por falta de espacio.

Todas coinciden en que la virtud actúa sobre la persona de dos maneras: 1) le hace ser mejor persona; y 2) le convierte en buen operario en sus quehaceres diarios.

Respecto al valor es todo aquel bien que le hace ser útil al hombre, para la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales. Pongamos optimismo y buen humor a nuestras vidas, la pasaremos mejor.  Sale siempre ganando quien toma las cosas con optimismo y buen humor, viendo el lado positivo de las cosas.

Podemos diferenciar entre valor y virtud, sabiendo que el primero existe en si mismo y es permanente. En cambio, la virtud, es cuando se utiliza el valor y se lleva a la práctica. Entonces el valor se convierte en una virtud y hace a la persona humana buena y feliz.

La aplicación en la vida de los actos humanos virtuosos (que hacen feliz al hombre) permite a la persona ir alcanzando la madurez en el trato con sus semejantes. Acudamos a lo que nos hace felices. Decía León Tolstoi (1828 – 1910): “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace” Querer el bien de los demás y estar olvidado de uno mismo.

“Media humanidad se levanta todos los días dispuesta a engañar a la otra media” (refrán popular). “El hombre es un lobo para el hombre” (Hobbes). “No te fíes ni de tu padre” (frase popular). Esta posición negativa ante la vida, nos llevaría directamente al pesimismo y a una terrible incomodidad.

El mundo no es tan malo como lo pintan. El mundo es bueno y lo hacemos malo los hombres con nuestras tonterías. Necesitamos un hogar luminoso y alegre: donde se mira a los ojos, donde se trabaja, se ríe, se vive la alegría.

El don de la sencillez es lo cotidiano, donde cada uno cumple su cometido y se preocupa por los demás. La caridad bien entendida comienza por uno mismo, pasando inadvertido, tratando de comprender al prójimo.

La única manera de vivir la alegría consiste en estar uno gozoso y participar esa alegría a los demás. Esta alegría, los cristianos la tenemos que dar y enseñar a vivir, porque viene de Dios.  La alegría es el lubricante que hace más llevaderos los roces en el trato.

Hemos de vivir la alegría en el trato. Se trata de decir las cosas como son, objetivamente, y en el tono correspondiente, según las circunstancias.  Así, un “por favor”, que bien cae. Vivir la objetividad: las cosas son como son, y vienen una detrás de otra.

Vivir el equilibrio en las relaciones con los demás, ser cordiales, humanos, felices… Respetar el punto de vista ajeno: saber escuchar. Todos nos necesitamos los unos a los otros, por ello, se aprende más escuchando, que hablando.

Sólo unas cuantas cosas no son opinables. Las demás son verdades parciales que hay que aprender. Hablando se entiende la gente.  Convivir en una pluralidad de opiniones o criterios. Para llegar a esta convivencia alegre, antes hay que respetar la libertad de las conciencias.

Actuar pensando que la gente es buena, hasta que no demuestren lo contrario. El piensa mal y acertarás es pesimista y conduce al recelo y a la desconfianza. Sonreír es acertado y lubrica el trato mutuo.

LA VIRTUD Y EL TRABAJO SIEMPRE VAN DE LA MANO 2>

 

1  Para establecer y mantener excelentes relaciones con los demás, se requieren las virtudes de la veracidad, lealtad, serenidad, orden, confianza, laboriosidad, la alegría y además el buen humor.  A la vez se necesita la habilidad de trabajar con perfección.  No se da la virtud sin el trabajo una y viceversa. Esto hace a la gente feliz.

2  La habilidad se refiere al trabajo bien hecho, realizado por amor.

3  Se requiere la virtud   para amar la verdad y rechazar la mentira.

4  Es preciso ayudar al grupo para que cada persona sepa trabajar en equipo, con responsabilidad e iniciativa.

5  El grupo descubrirá el modo de trabajo conveniente y lo irá mejorando, conforme se acerca la terminación del proyecto.

6  El grupo necesita de un director para llegar a su objetivo.

7  El director necesita poseer y desarrollar especialmente las virtudes arriba mencionadas y aplicar la habilidad para que los demás mejoren también en sus actitudes de lealtad, sinceridad, laboriosidad, etc. (en el trato mutuo) y mejoren técnicamente su trabajo.

8  Es conveniente ayudar a quienes están trabajando a que sus familias (la de cada uno) permanezcan unidas con el esposo y los hijos, ya que eso influirá positivamente en el ánimo de quienes trabajan. La familia es más importante que el trabajo.

9  Recuerde que las virtudes van unidas a las habilidades. De hecho, si no hay virtud, la habilidad por si misma destruye.  Porque las virtudes sirven para hacer el bien. La virtud y la habilidad siempre necesitan ir juntas.

NECESITAMOS ESTAR ABIERTOS A LA VIDA 2>

 

“La contracepción evita el aborto” y la “contracepción favorece el aborto” son dos argumentos –entre otros muchos- que continuamente se leen o se escuchan, y que significan casi lo mismo, porque las píldoras anticonceptivas son prácticamente abortivas.

Constantemente, el significado profundo de la maternidad, piedra de toque de toda nación vigorosamente sana, implica no usar medios artificiales y estar abierto a la vida. Es Dios quien es dueño de la vida.

Resulta oportuno hablar de esa “hora difícil”, en la cual la mujer adquiere la gran dignidad de ser madre:   “…y le llegó el día del alumbramiento” canta el adagio popular, cuando nace el niño. Hay muchas madres que dan a luz sin dolor, gracias a la ciencia médica; pero de ordinario el niño nace llorando, tal vez con sufrimiento, porque el dolor es parte integrante de la vida.

En circunstancias raras pero difíciles el parto implica un holocausto, de modo que provoca que nos inclinemos, reverentes, ante la madre:   no sin razón “ser mamá es ser mártir”, dice un refrán italiano. Mientras el niño abre los ojos a la vida, la madre los cierra para siempre, es decir muere.

La progenitora, al recibir a su vástago acabado de nacer, da testimonio al mundo de su amor a la vida y de sacrificio generoso por el hijo. Las molestias –y quizás hasta peligros serios contra la salud física de la madre- durante la gestación se transforman rápidamente en gozo; ya que nada se olvida tan pronto como los padecimientos anteriores al alumbramiento.

Si por alguna circunstancia no se quiere o no se pueden tener hijos, es mejor optar por la castidad.

Actualmente casi todas las mujeres se internan en una clínica cuando notan los síntomas de dar a luz. No quiere decir que lo hagan por enfermedad, pues se trata de un suceso totalmente natural, donde suele brotar una vida nueva: signo de la victoria del amor conyugal. Si el parto se realiza con la debida precaución, carece de todo peligro.

El vástago al nacer, da sus primeros pasos en los brazos de su madre, en la más profunda intimidad con ella. Por eso, una mujer que se digne de apreciar la maternidad, al abrazar a su hijo recién nacido, le parecerá que ha llegado el momento que tanto ha anhelado durante toda su vida.

En ninguna parte –más que en la familia- se fusionan tanto el dolor y la alegría, que permite cerrar el círculo sagrado de padre, madre e hijos. Es este un gozo que marca la cumbre de la alegría humana.

La misma Eva, después de verse expulsada del paraíso, reprobada y desechada, exclamó al dar a luz su primer hijo: “He alcanzado de Dios un varón. El nacimiento del niño trae consigo grandes dones; no son oro y plata, sino el lazo de unión, más valioso que una montaña de piedras preciosas: La nueva criatura enciende en fuego vivo el amor de los esposos, proporcionándoles un fin, una meta en la vida.

Al tener un hijo, los padres –quizá hasta entonces un poco insensatos- cobran conciencia de la responsabilidad de su misión y advierten el sentido positivo de su vida.

El nacimiento de un niño, hace rico y feliz al padre, quien se siente impulsado a trabajar, con alegría las duras jornadas en la oficina, en la fábrica o en el campo. El suceso cura las rebeldías y transforma a los padres en personas que aceptan generosamente su situación ante la vida.

El recién venido a la vida es fuente de gozo; con sus manecitas y balbuceos, puede aniquilar –sin ser notado, las rencillas que existían entre los familiares. Incluso los abuelos de ánimo irritable se enternecen al jugar con el nieto.

El nacimiento de un niño ha significado mucho en la historia de los pueblos. Por ejemplo, cuando en 1938 vino al mundo la heredera del trono de Holanda, todo el imperio vibró de entusiasmo. El emperador Napoleón III, al nacer su hijo primogénito, regaló un millón de francos para fines benéficos.

Son numerosos los padres que externan su alegría, al tener un hijo: reparten regalos a los necesitados y dulces a los conocidos, tomando ocasión del suceso, el cual es acogido con gozo por muchas otras personas.

El lugar del nacimiento suele considerarse como un sitio sagrado. Así, por ejemplo: respecto a los santos, las habitaciones donde ellos nacieron, a menudo se han construido ahí capillas.  Con relación a los héroes, se acostumbra colocar –con el nombre y fecha- el sitio donde vieron por primera vez la luz.

Podríamos llenar un disco duro, resaltando las realidades insospechadas de la maternidad, pero pienso que siempre nos quedaríamos cortos.

ALGUNOS DERECHOS HUMANOS Y DIGNIDAD DEL HOMBRE 2>

San Juan Pablo II, en el Discurso que pronunció el 2-X-|979, a la XXXIV Asamblea General de la ONU, menciona algunos derechos humanos inalienables del hombre.  Estos derechos son actuales y se refieren al hombre en su plena dimensión humana.

Son derechos que siempre han existido y no tienen carácter temporal. Por lo tanto, deben vivirse en todos los países.

Algunos de los derechos inalienables del hombre, según san Juan Pablo II, son:

  1  El derecho a la vida

  2   A la libertad

  3  A la seguridad de la persona

  4  A los alimentos

  5  Al vestido

  6  A la vivienda

  7  A la salud

  8  Al descanso y al ocio

  9  A la libertad de expresión

  10  A la educación y a la cultura

  11  A la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión

  12  A manifestar la propia religión, individualmente o en común, tanto en privado como en público

  13  A elegir el estado de vida

  14  A fundar una familia

 15   A gozar de todas las condiciones mesarías para la vida familiar

  16  El derecho a la propiedad

  17  El derecho al trabajo y a sus condiciones equitativas

  18  El derecho a un salario justo

  19  El derecho de reunión y asociación

  20  El derecho a la libertad de movimiento y a la emigración interna y externa

  21  El derecho a la nacionalidad y a la residencia

  22  El derecho a la participación política

  23  El derecho a participar en la libre elección del sistema político del pueblo al que se pertenece

Este conjunto de los derechos de los hombres, corresponde al núcleo de la dignidad del ser humano, entendido este integralmente, y no reducido a una sola dimensión de la realidad. Es necesario que se vivan en todas partes.

Todo lo que realicemos a favor de estos derechos, va a mejorar la vida y facilitará la felicidad de las personas, y se evitarán conflictos que dañan la convivencia humana.  Preguntémonos, si tales derechos se viven en nuestro país y actuemos en consecuencia para que sean una realidad.