Nosotros mismos y la realidad no los podemos separar. El espíritu de conquista está en mejorar, para ser útiles a las personas y optimizar las cosas. Concéntrese en lo que pueda hacer, en vez de pensar en lo que no puede hacer.
“El alma desordenada lleva en su culpa la pena” (san Agustín). “Es para mí una alegría oír sonar el reloj; veo transcurrida una hora de mi vida y me creo un poco más cerca de Dios” (santa Teresa de Jesús).
Pague la “cuota inicial”. No haga caso a las dificultades, amenazas, críticas, y al “qué dirán”. Pero tampoco las ignore, porque conviene aprender a manejarlas de modo que nos sirvan como catapultas (oportunidades de mejora) para lograr lo que nos proponemos.
Vea en los errores algo muy bello, y detrás de cada error la oportunidad -el aprendizaje, la experiencia requerida- para poder coronar el ideal o proyecto. Piense diariamente bien de sí mismo y de sus capacidades. Será capaz, si piensa que es capaz, y actúa en consecuencia.
Con el trabajo, construimos nuestro futuro, de tal modo que el trabajo bien hecho, viene a convertirse en nuestro principal capital. Más aún, lo que hacemos en el presente eso cosecharemos.