Todos podemos ser grandes, solo si somos capaces de hacer fructificar nuestros talentos y conseguir que los demás mejoren. La única incapacidad vital es la equivocada actitud de enterrar el talento, p. ejemplo: permitiendo que los obstáculos le desanimen y usted ya no siga adelante.
Rechazar las metas que impliquen esfuerzo. Ir por el camino del menor esfuerzo, equivale a conformarse con casi nada, o a ser mezquinos en la autosuperación personal y en el servicio a los demás.
No haga caso a las dificultades, amenazas, críticas y al “qué dirán”. Pero tampoco las ignore, porque conviene a aprender a manejarlas de modo que nos sirvan como catapultas (oportunidades de mejora).
Para ello es necesario ponerse unos objetivos claros que lleven a querer más a los demás, especialmente a los más próximos. Se trata de hechos, no sólo de buenos propósitos, aunque a veces no lo consigamos.
Que sean realistas, medibles y alcanzables a corto plazo. El corto plazo nos da acceso al largo plazo, que nos sirve de faro.