Anunciación.- “Igual que se van/ reaparecerán/ hechos un figurín/ pero con el color y el perfume del talego.” Así describe el maestro Serrat a la Aristocracia del Barrio, “tránsfugas independientes”, “tahúres, supersticiosos, charlatanes y orgullosos”. 

Por supuesto que la aristocracia del barrio en estos tiempos modernos, además del estraperlista, del lavador de dinero, y demás chorizos y rufianes, subsume a los patricios de nuestra República que se auto proclaman como los herederos de la riqueza tenochca camuflageados en el disfraz de la lucha de clases, de la amenaza capitalista, de la defensa desinteresada de los intereses de la clase trabajadora.
Estos patricios post modernos identificados como aquéllos hombres y mujeres que se han hecho de una posición política como una industria de linaje y con cláusula de exclusividad en beneficio de sus familias y cofradías.

Tome como ejemplo, digamos, a un líder sindical cualquiera, pero auténtico, vaya, de cepa rancia del movimiento sindicalista mexicano, de esos genuinos que usan chamarra de cuero ajustada a la cintura, zapatos color miel lustrados impecablemente, pulserita de oro a la diestra, reloj ostentoso a la siniestra o peinado de salón diario, chanclas de marca francesa, bolso italiano, según sea el caso.

De representantes obreros a neoburgueses. De porra brava huelguista a exquisitos príncipes del dinero mal habido, comensales en restaurantes franceses y poseedores de las fortunas inexplicables para el sistema de justicia, explicaciones irrelevantes para el clima de impunidad del México charro del Siglo XX, del México corrupto del Siglo XXI.

Administradores, pastores o regentes de agencias de masificación de apoyos proselitistas y copiosas pilas de boletas para votar. Son los líderes sindicales, parte fundamental de la aristocracia charra del barrio. “Mírenlo burlar/ Sin pestañear/ Nació chulo y sin remedio” (otra vez Serrat dixit).

Yo creo que nadie tendría objeción alguna de contar con un ángel guardián que le ayude a contrarrestar las injusticias, la acción del abuso del poder económico o fáctico sobre su persona, la armonización de los intereses colectivos para construir una mejor convivencia y acercar las oportunidades de prosperidad de manera homogénea para todos; piso parejo, pues, como ahora les encanta decir por allí.

Es más, estoy seguro que en la gran mayoría de los casos, estaría usted dispuesto a contribuir con una parte de su ingreso a darle una contraprestación por sus oficios de bienhechor colectivo y hasta aceptar que, además de lo que usted le “colaborara”, tuviese derecho a ser remunerado de manera adicional como premio a su abnegación y servicio comunitario.

El problema es cuando su voracidad le utiliza vilmente a usted, cuando su opulencia le humilla a usted y su certeza de que gracias a ellos, sus representantes laborales, auténticos representantes del movimiento sindicalista nacional y revolucionario garantiza que los desheredados estarán por siempre excluidos de la aristocracia del barrio a no ser por su utilidad práctica de ser explotados; garantiza que ellos, los que no son aristócratas del erario y de las cuotas sindicales malversadas, seguirán precisa e irremediablemente así, desheredados…

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