Aprender siempre, también en las crisis
Por: Ana Teresa López de Llergo
Fotografía: Derechos Reservados
Todos los sucesos pueden verse como oportunidades para aprender o como desastres de los que no queremos ni hablar. Entre esas dos posturas extremas hay muchas otras que no son estables, sino que aparecen o desaparecen según nuestro estado de ánimo o según como nos afecten los acontecimientos. Sea cual sea nuestra posición, siempre contamos con los hechos y dichos de los buenos maestros.
Esta crisis nos da la oportunidad de revisar ciertas costumbres que hemos adoptado y que ahora vemos cómo nos afectan y la imposibilidad de resolver con ellas los problemas actuales, porque no han forjado virtudes sino todo lo contrario, nos han llevado a una vida confortable y blanda. Por lo tanto, nos damos cuenta de la necesidad de reorientar la vida haciéndola más solidaria y más coherente.
Por ejemplo, si queremos paz, hemos de compartir los bienes de la tierra. Si queremos paz, hemos de impedir que otros o nosotros mismos nos aprovechemos de la buena voluntad de personas honestas. Si queremos paz, hemos de pedir perdón cuando hayamos actuado injustamente y retomar el buen camino. Si queremos paz, desterrar la hipocresía propia y ajena. Si queremos paz, cada uno hacer examen y rectificar. Si queremos paz, intervenir en las soluciones que propone las autoridades para hacerlas más humanas e incluyentes.
Aprender de la historia, de cómo se han afrontado crisis del pasado y reconocer los errores actuales para eliminarlos. No vivimos la primera epidemia de la humanidad. Aunque ésta llega cuando la soberbia nos había invadido. Pensábamos que los adelantos tecnológicos nos ofrecían un futuro perfecto. Y ahora vemos que hay mucha ignorancia o mucha maldad cuyos efectos se nos escapan y nos aplastan porque se mueven como un bumerang.
Revisar mi actitud para encontrar los aspectos positivos: realidades, no sueños. Y aspectos negativos: evadirse echando la culpa a otros o solamente buscando el bienestar individualista. Se mejora si todos mejoramos, por eso, estar pendientes de quienes no tienen nada y pensar cómo les podemos abrir caminos para que puedan sustentase y ayudar a los suyos. Una ayuda inmediata es imprescindible, pero hay que buscar soluciones permanentes, enseñarles a trabajar y darles trabajo.
La solidaridad no es momentánea, es una actitud estable de convivir con los demás y elevarlos en todas las dimensiones: espirituales y materiales.