Algodones de azúcar, una dulce tentación

12 octubre, 2018

Por: Eduardo Pérez Albores

En nuestro país cada vez que nos acercábamos a un parque, lo primero que veíamos a lo lejos era una nube de colores, esponjosa, suave y deliciosa, siempre un niño pedía a sus papás que le dieran 10 pesos para comprarse uno.

Este caramelo nació en Inglaterra por el año de 1870, y se dice nació, porque ahí fue donde se originó por primera vez el fenómeno del “Pelo de Ángel”. En una casa común se colocaba un recipiente de lámina en el anafre, pues se iba a utilizar para cocinar. Al estar en el fuego el comal, accidentalmente cayo azúcar sobré él y así es como se creó la golosina más suave y dulce que hoy en día conocemos como el algodón de azúcar.

“En 1930 el circo Atayde trajo consigo a México dos máquinas de algodón de azúcar y llegó con el nombre de ilusión de París” dice Jaime González, quien es algodonero desde 1944 en el centro de Coyoacán, él y su familia han sido gente que ha nutrido la tradición del algodón de azúcar en nuestro país.

“Mi abuelo era un comerciante muy hábil, compró una maquinita de éstas, y se vendía bastante, después mi papá creció y tomó el negocio en la adolescencia”,  afirma Jaime.

Revolucionaron las máquinas del algodón

“Estás máquinas eran muy problemáticas por el petróleo y por el modo de combustible que tenían, nos lloraban muchos los ojos, entonces mi papá decidió quitarle el petróleo y ponerle gas, el estarle dando vueltas al motor sin fin, era a mano, cansaba mucho, entonces le quitó eso le puso motor eléctrico y posteriormente ya le puso aspas a la centrífuga y comenzó a echar el algodón hacia arriba, entonces ya fue innovador en el año de 1945”, agrega Jaime.

“Fuimos los pioneros en México, los primeros de andar en la República, después de los que llegaron en el circo”, aclara.

Nube en diferentes formas y colores

Cuando pensamos en el algodón, lo primero que se nos viene a la mente es la forma circular o de pirulí, con los colores azul y rosa, los más peculiares o los que siempre se han visto.

Jaime y su familia han cambiado totalmente este caramelo, con diversas figuras.

“Ya con las aspas en la centrífuga, ayudaba que el algodón saliera hacia arriba y se podía moldear más, entonces trabajando desde chavos mis hermanos mayores, no alcanzaban se subían en un banquito para alcanzar, tendrían nueve y ocho años, entonces en una de esas como no alcanzaban bien, lo dejaron en una sola posición y se fue formando un sombrerito, de ahí surge la idea de sacar más figuritas intentaron sacar más figuras hasta las que tenemos ahorita”, afirma.

Somos los iniciadores, porque en el mundo no había máquinas como las que tenía mi papá, entonces comenzaron hacer las diferentes figuras y ya después yo le seguí, fui atrás de ellos, y ahorita ya hacemos un poquito más de figuras, cuesta trabajo porque debe ser de una pieza la figura, no puedes meterle la mano para como le hacen en otros países para darle forma”, dice Jaime.

“Las máquinas que ellos manejan son las que les permiten maniobrar o moldear las distintas figuras que hacen con el algodón y son los únicos en el país que hacen más de 10 figuras”.

Jaime menciona que los colores primarios llevan una etiqueta hacia la gente.

“El azul te causa un sentimiento de alegría y es científicamente comprobable, inclusive el cielo azul te quita el estrés. En los países nórdicos, la gente se suicida porque el cielo es gris; el rosa es un color muy sutil, muy suave. Los colores pastel no se venden aquí en Coyoacán, porque no son muy atractivos” , dice Jaime.

Científicos de la Universidad de Vanderbilt (también, por casualidad, en Nashville), están utilizando máquinas de algodón de azúcar para desarrollar células, como parte de un programa para crear tejidos artificiales.

Un problema con los geles actualmente empleados por los científicos que trabajan en este campo, es que estos no siempre son lo suficientemente porosos, por lo que las células no pueden poblarlos.

Bien dicen que de la vista nace el amor, y en el algodón no es la excepción.

¿Será dulce o será dañino?

Cuando hablamos de un algodón, pensamos que es un dulce bastante empalagoso, ya sea porque no estamos acostumbrados a tanta azúcar, pero en los casos de los que consumen está maravillosa golosina le puede ser dañino por el alto contenido de azúcar.

Según señalan varios estudios, las comidas ricas en azúcares también son ricas en calorías, pero tienen poca capacidad para saciar el hambre. Contrariamente, los productos que contienen pocos azúcares contribuyen a que el organismo experimente cambios.

Según ellos, a las personas que desean perder peso se les aconseja empezar por reducir el consumo de alimentos altos en azúcar, aunque los científicos también coinciden en que la obesidad es una enfermedad multifacética y que no solo el consumo excesivo de azúcares contribuye a su desarrollo.

El principal causante de la diabetes es el consumo de grandes cantidades de azúcares. Las personas que consumen diariamente grandes cantidades de azúcares corren un riesgo mucho más alto de desarrollar enfermedades como la diabetes de tipo 2.

Jaime menciona que “los medios de comunicación son los factores claves para que la gente deje de consumir este dulce porque bombardean a la gente con dimes y diretes que si hacen daño o no:

“Yo consumo el algodón desde que soy niño y no me enfermada, han satanizado tanto al azúcar, que es un alimento para el cáncer”.

Los investigadores en el Instituto de Cáncer Huntsman en Utah fueron uno de los primeros en descubrir que el azúcar “alimenta” los tumores. La investigación publicada en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias, añade que “se ha sabido desde 1923 que las células tumorales utilizan mucha más glucosa que las células normales.

La investigación ayuda a mostrar cómo este proceso se lleva a cabo, y cómo puede ser detenida para controlar el crecimiento del tumor”, asegura Don Ayer, profesor en el Departamento de Ciencias Oncológicas en la Universidad de Utah.

El algodón de azúcar se ha convertido en uno de los dulces más demandados y consumidos en las ferias.

Un algodón que nos consumimos tiene dos cucharadas de azúcar, menos que el de cualquier refresco”, menciona Jaime.

Según los investigadores de la Universidad de California, San Francisco, el azúcar representa un riesgo para la salud, ya que provoca alrededor de 35 millones de muertes a nivel mundial cada año. Tan alta es la toxicidad del azúcar que ahora debe ser considerada una sustancia potencialmente tóxica como el alcohol y el tabaco.

Su vínculo con la aparición de la diabetes es tal que las regulaciones punitivas, tales como un impuesto sobre todos los alimentos y bebidas que contienen “añadido” de azúcar, están actualmente justificados, concluyeron los investigadores. También recomiendan la prohibición de venta en o cerca de las escuelas, así como la colocación de los límites de edad en la venta de dichos productos.

Hoy en día se puede encontrar este dulce en plazas, parques y ferias, sigue siendo el deleite de niños y adultos por la dulce sensación y, aunque parezca increíble, sólo es una cucharadita de azúcar la que estamos consumiendo, mucho menos que el contenido de una soda común.

Una tradición que está diciendo adiós

En los últimos años los vendedores de algodón se han visto en la necesidad de desaparecer por varios factores, ya sea porque los papás prefieren que los hijos consuman un alimento más saludable que una simple golosina. Sin embargo, el precio de los algodones también se ha incrementado en los últimos años, en 2006 un algodón costaba entre10 y 15 pesos normal (sin figura), ahora en el 2018 su costo fluctúa entre de 25 y 35 pesos, a lo que los papas prefieren gastar ese dinero en algo más productivo.

A los vendedores de algodón se les puede ver en casi todas las actividades, donde se presentan grandes multitudes; sin embargo, éste no es un negocio rentable.

También el uso de suelo de los vendedores les ha aumentado con el pasar de los años. Jaime lleva más de 35 años en el centro de Coyoacán, en 2000 él ya contaba con el permiso de la delegación para poder laborar en un costado del parque, lo que le costó tres mil pesos para poder trabajar en su lugar habitual. En 2006 cambiaron los permisos por cuotas mensuales que iban desde mil 200 hasta los mil 500 dependiendo lo que vendieran.

“En Coyoacán es muy difícil ya vender como lo era hace cinco o seis años, ya la gente no lo consumé como antes ya sea por el precio o por las enfermedades“, dice Jaime.

Para muchas familias, la única forma de lograr ingresos es la de vender algodones de azúcar; en muchos casos este oficio se transmite de generación en generación como es el caso de Jaime.

Es una tradición que nos se debe perder, ya sea por el consumir un delicioso dulce o el simplemente hecho de poder ver las diferentes formas y figuras que de verdad son únicas a la simple vista. No está de más consumir uno al año o como más bien se dice “Uno al año no hace daño”.